El asesinato de la periodista Miroslava Breach Velducea, el día de hoy, cuando se disponía a llevar a su hijo menor a la escuela, es uno de los eslabones más espantosos de la nueva oleada homicida, que se extiende por el territorio chihuahuense desde finales del gobierno de César Duarte, y que se ha incrementado en las últimas semanas, tanto en zonas de la sierra Tarahumara, como en las dos principales ciudades chihuahuenses.
Miroslava era una de las periodistas con mayor experiencia en los medios de comunicación del estado; corresponsal del periódico capitalino La Jornada, trabajaba también para el matutino El Norte de Juárez, después de desempeñarse como reportera de El Diario de Chihuahua y El Heraldo de Chihuahua, y ser una de las periodistas fundadoras de Aserto, en una carrera profesional de más de 20 años en esta entidad.
No solo redactaba -e investigaba- las notas y reportajes que escribió a lo largo de su carrera, también era una sólida columnista, cuyos trabajos en este renglón formaron parte de una excelente experiencia en La Jornada, Aserto y en El Norte y fueron de los comentarios editoriales más leídos durante muchos años.
Si bien no puede descartarse el mensaje contenido en una cartulina, dejado por los asesinos en el lugar del crimen, ninguna línea de investigación debe descartarse. En ello las autoridades, el gobierno de Javier Corral, y éste mismo, están obligados a efectuar una eficiente, veraz y pronta investigación, que lleve al esclarecimiento y sanción a sus homicidas.
Por demás está decir que es un crimen derivado del ejercicio profesional de Miroslava Breach, cuya ausencia, además de la sufrida por sus hijos y demás familiares, golpea grandemente al gremio periodístico y, por supuesto, a la sociedad chihuahuense que, además, debería llevar a que el gobernador Corral replantee su relación con los medios de comunicación y con los propietarios de éstos, pero sobre todo con los trabajadores de la comunicación.
Lanzar críticas generalizadas en contra de “los medios de comunicación” envía el mensaje, a la sociedad y a los criminales, que no hay líneas divisorias entre quienes hacemos periodismo y quienes hicieron -o hacen-, estrictamente, negocios con la información.
Deberá, además, asumir conductas privadas que tengan consonancia con las que debiera asumir públicamente y demostrar, en la práctica, que para los funcionarios electos por el voto popular no hay horarios de trabajo, ni días de la semana laborales.
Si esto es aplicable para cualquier gobernante con esas características, más lo es para el mandatario de una entidad como Chihuahua.