No es pasión desbordada, es neurodivergencia no tratada 8 de diciembre de 2018
Mariela Castro Flores
La semana anterior una mujer cercana, madre de familia, joven y sumamente productiva y amorosa se suicidó. Frente el hecho dudas e incertidumbres se hicieron presentes; los comentarios de propios y extraños se han enfocado en lamentar lo mucho que su marido "sufría con ella" y en general, lo "complicada" que era.
No faltó alguien que con cierto conocimiento previo, advirtió que era algo “border”. Personas de su propia familia y la política, la tildaban de loca. Ella dio muestras por varios años de ser neurodivergente, sin embargo, el prejuicio y estigma prevaleció y su gente cercana le negó la posibilidad de ser reconocida con un padecimiento que requería tratamiento y respeto.
Lo anterior, se cruza con el reciente informe de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres CONAVIM en el que se establece, a través de diversos parámetros, en su apartado “Desafíos y oportunidades en la prevención y erradicación de la Violencia contra las mujeres en México” el alto grado de exposición de las mujeres a la violencia, en el que nuestro estado ostenta el primer lugar. De ellos, dos resaltan especialmente porque nunca han sido visibilizados con la debida acuciosidad y por ende, no han sido tratados como se debiera: Chihuahua tiene la tasa más alta de suicidios en mujeres en el país; también, posee la más alta en mujeres diagnosticadas con depresión, el primer lugar en ambos.
Otros que no escapan al análisis por la relación que tienen con el tema, es que se tiene el segundo lugar en porcentaje en nacimientos registrados en madres menores de 20 años, el tercer lugar en porcentaje de mujeres que refirieron sufrir violencia familiar, el tercer lugar en violencia laboral, el tercer lugar en la tasa de víctimas de delitos denunciados por violencia familiar, el séptimo en fecundidad adolescente y el séptimo en razón de mortalidad materna al cierre de 2017, es decir, las cifras presumiblemente han aumentado con el avance de este año que está por concluir.
Y es que al margen de las cuestiones clínicas que pueden amparar la aparición o desarrollo de una neurodivergencia, el factor del género no se puede apartar de la discusión.
Históricamente, de las mujeres se espera cierto comportamiento que tenga que ver con su rol asignado socialmente basado en el estereotipo de género; la comprensión, madurez, saber controlar las situaciones, decidir con toda cautela y dominio de su persona, ser expresiva pero no pasional ni desbordada, ser pacificadora y tendiente a la conciliación, esconden los estragos y padecimientos derivados de no cumplir con la expectativa que socialmente se espera de nosotras.
Por otro lado, los hombres tampoco la pasan bien. Las mismas razones anteriormente expuestas los motivan a ocultar sentimientos que a la larga pueden contribuir al desarrollo de un cuadro clínico.
Hay aspectos a considerar y sobre todo aprender a valorar ante la banalización de la tristeza, el carácter melancólico, la nostalgia, los duelos y demás acontecimientos que en la vida enfrentamos y que en cierta medida, son normales padecer para completar nuestro sano desarrollo e inteligencia emocional como aprender a lidiar con la pérdida de un ser querido o un empleo, romper una relación o que alguna de estas se combine con un estado anímico no óptimo a no poder salir de la cama, perder el interés por el aseo personal, vivir con terror de enfrentar la vida, tener episodios de miedo intenso que se traduzcan a efectos fisiológicos que nos impidan, incluso salir a la calle. Todo esto, requiere adecuada atención médica, psicológica y dependiendo de la valoración, quizá psiquiátrica.
Esa es la parte clínica; sin embargo, socialmente, la más alta consigna la hace padecer la sociedad que en su incomprensión del tema, de las neurodivergencias no entendidas como enfermedad o padecimiento no sabe cómo resolver y gestionar la frustración y la incomodidad que produce convivir con alguien que no se adapta a la concepción que de modo general que se tiene del mundo, y peor, cuando el origen es fisiológico y la misma persona que lo padece carga a cuestas los costos de no entender lo que le sucede y no poder remediarlo por más que intenta, sobre todo, porque no logra adaptarse.
Los padecimientos psiquiátricos no deben romantizarse, la imagen de la mujer joven deprimida solo es atractiva porque muestra a una mujer vulnerable, las personas que presentan tristeza sostenida pueden estar cursando depresión y niños, niñas y adolescentes pueden presentar timidez o ser retraídos pero eso no impide la socialización si no es un problema que requiera terapia; porque habría que hacer énfasis en señalar que gran parte de estos comportamientos cuando son patológicos esconden procesos graves de violencia.
Desde luego que el estado tiene gran parte de responsabilidad en la salud mental de la sociedad, empero, hay asignaturas pendientes en las que cada quien desde nuestro espacio podemos aportar, porque, después de todo, si usted padece diabetes, hipertensión o cualquier trastorno crónico- degenerativo va al médico, ¿por qué quien padece una neurodivergencia no lo hace sin cargar con un estigma?
Que nuestro privilegio neurotípico no nos haga discriminar.
marielacastroflores.blogspot.com
@MarieLouSalomé