Chihuahua, Chih.
"No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”: José Mujica (ex Presidente de Uruguay (2010-2015).
El próximo 20 de mayo, José Mujica -conocido como “El Pepe” por sus paisanos- llegará a los 86 años de vida. Tras una importante trayectoria como líder social y político, anunció su retiro de la política en octubre del 2020; esto, luego de las complejidades que entrañaba para él realizar su labor, bajo los estragos de la pandemia de coronavirus, que aún padecemos, y cuyo fin aún se antoja improbable.
Sin embargo, su legado permanecerá por siempre, pues su modo de hacer política implicó un parteaguas en América Latina y en el mundo entero; porque, a contrapelo de los bisoños o los adictos al marketing que han abundado en los corrillos del quehacer político en las últimas décadas, Mujica demostró que era posible laborar distinto: lejos del boato, la corrupción y del show, tan inherentes a los políticos contemporáneos.
Por esto y más, es conveniente recordar su trayectoria en esta complicada coyuntura electoral que actualmente atestiguamos (tanto en el país como en el solar).
Al igual que diversos integrantes de su generación, Mujica pensó en la vía radical para cambiar al mundo. En su juventud, vivió los estragos de la dictadura militar del Uruguay (1973-1985), cuando padeció de torturas y castigos en la cárcel. Luego de aquella agobiante época, y tras alcanzar la libertad con el retorno de la democracia, “El Pepe” dejó la vía radical y abrazó el institucionalismo que, en la década de 1980, comenzó a campear en diversos sectores de la izquierda mundial.
Como otros líderes generacionales (destacadamente Tabaré Vázquez; gran oncólogo y militante socialista, quien, a la postre, sería el primer mandatario del Uruguay de adscripción plenamente izquierdista), Mujica se unió al Frente Amplio: esa constelación de raigambre izquierdista en diversas magnitudes (comunistas, socialistas, socialdemócratas, etc.), cuyo fin último era hacer el cambio por la vía electoral, en lugar de por las armas.
A diferencia de Tabaré Vázquez, a quien la intendencia de Montevideo (alcaldía) le sirvió de catapulta para ser el bateador emergente de la izquierda posdictadura; Mujica tuvo un avance más lento en términos políticos. Cuando Tabaré ya había sido un popular alcalde; había tenido una carrera presidencial fallida, y estaba en pos de la segunda; Mujica apenas fungía como diputado por Montevideo.
A pesar de sus estilos tan distintos, sería durante la primera gestión de Vázquez (2005-2010), cuando, siendo Presidente del Senado del Uruguay (2005) y, posteriormente, Ministro de Agricultura (2005-2008), que “El Pepe” alcanzó el pináculo de su carrera.
El prestigio alcanzado en ese lapso, le alcanzó para vislumbrarse como un eventual sucesor de Tabaré Vázquez, quien, debido a su primera buena gestión (había logrado sacar al Uruguay del marasmo económico, y le había impreso al ejercicio gubernamental un cariz social, del cual habían carecido sus antecesores inmediatos) tenía buenas posibilidades de entregarle la estafeta a alguien de la izquierda; hecho hasta entonces inédito en el devenir del país austral.
Sin embargo, no todo el flanco izquierdo estaba conforme con una eventual candidatura de Mujica, pues, un sector del Frente Amplio, empujaba porque el candidato fuera el Ministro de Finanzas en turno, Danilo Astori; quien tenía una visión socialdemócrata y más liberal. A juicio de algunas personas, Mujica encabezaba las viejas formas de hacer política.
“El Pepe”, empero, se impuso. Primero a Astori -a quien, quizá como premio de consolación, llevó en su fórmula como candidato a Vicepresidente-, y luego a Luis Lacalle, un veterano de la política tradicional quien, a pesar de tener algunos seguidores, no era muy popular, debido al agresivo neoliberalismo que introdujo en el Uruguay, a principios de la década de 1990 ¡Mujica le propinó una derrota contundente¡
Al llegar, cambió totalmente las formas de hacer política. Pocas veces se le veía de traje, y prefería radicar en su vivienda (una chacra a las orillas de Montevideo), en lugar de habitar el Palacio Presidencial. Declinó utilizar aeronaves y flotillas oficiales, y destinó parte de su salario para donarlo a la caridad.
Contrario a otros políticos de la época, Mujica se comportó como un ciudadano más, que llega a un alto puesto y no pierde el piso. Esto, en tiempos en los cuales el tenebroso caso Oderbrecht campeaba a lo largo y a lo ancho de América Latina, es una lección de vida, pues nos mostró que sí puede haber personas idealistas, quienes no extravían sus objetivos cuando alcanzan una posición de poder (como desgraciadamente sí le ha sucedido a ciertos personajes a lo largo de la historia).
Aunado a ello, Mujica marcó -a mi juicio- un punto de inflexión en la izquierda latinoamericana.
A pesar de que tuvo una buena relación con diversos mandatarios de la ola rosa (Chávez, Morales, Correa, Ortega), tuvo una diferencia cardinal respecto a ellos. Y esta fue que, mientras Chávez duró en su gestión por espacio de casi tres lustros; Morales hizo algo similar en Bolivia; y Correa fue el “Hombre Fuerte” del Ecuador durante una década, Mujica descartó seguir ese patrón.
Quizás inmerso en la añeja tradición democrática del Uruguay, “El Pepe” rechazó seguir, no obstante la alta popularidad de la cual gozaba y le hubiera permitido refrendarse.
En este sentido fue enfático, diciendo que su tiempo había terminado; hecho en el cual, terminó ligándose a otro grande de la historia contemporánea, como lo fue Nelson Mandela (1918-2013), quien, al terminar su gestión, consideró que su misión había terminado, y era menester ceder el mando a las generaciones venideras.
Mujica hizo lo propio; aunque, su propio prestigio, permitió devolverle el mando a Tabaré Vázquez, quien había sido su antecesor y correligionario; y bajo cuya gestión, comenzó a germinar una nueva forma de hacer política.
Al día de hoy, “El Pepe” se ha retirado. Sin embargo, sus opiniones, siempre tan lúcidas, siguen ahí. Espero que su legado siga inspirando a las nuevas generaciones, quienes debemos de aprender de la congruencia y el idealismo de alguien como don Pepe Mujica; alguien quien, cual Lula, tiene mucho que aportar por la experiencia adquirida en el camino, no obstante no hayan acudido a las aulas, como diversos tecnócratas.
Por fortuna -y con sus claroscuros- veo en la actitud del Presidente López Obrador, visos del actuar de Mujica. Al igual que su homólogo uruguayo, AMLO también es un sujeto quien detesta el boato y la prepotencia, hecho que se agradece, en un país donde han abundado.
Sin embargo, creo que el Presidente debió convocar a su modelo de austeridad, a partir del convencimiento y no de la vía punitiva; pues, al día de hoy, su estrategia reduccionista le ha granjeado inconformidades con ciertos sectores.
Pero ese tema quedará para otra ocasión. Hoy celebro que sigan existiendo personajes a los cuales admirar. Y ellos, forman parte de esa estrecha lista (recordemos que Mujica estuvo como invitado al Primer Informe de Gobierno de AMLO).
El Uruguay ha dado grandes personajes como Mario Benedetti y Eduardo Galeano. Mujica es otro más que se une a la lista ¡Enhorabuena¡ ¡Salud y larga vida!