Chihuahua, Chih.
Para los honestos, lo más terrible es la calumnia.
Para los deshonestos, lo más terrible es la verdad.
Jodorowsky
Tiene sentido hablar de correlación de fuerzas cuando un actor social y político -los empresarios- han capturado la atención, han acaparado la interlocución con el gobierno.
El modelo de poder gestado en la era tecnocrática quedó definido en la negociación casi exclusiva de los grandes empresarios y sus cúpulas con el gobierno de turno. Un gobierno para los empresarios. Un país de corporativismo único. Hablar de la correlación de fuerzas acaso no es un resabio de la lucha de clases cuando el poder económico ha extinguido el poder de otras fuerzas sociales.
Qué ha sido de la fuerza organizada de los asalariados para negociar, orientar, sugerir al poder político. Está postrada, aplastada y, en algunos casos, resistiendo.
La CNTE, en primer lugar, y el Sindicato de Trabajadores Minero-Metalúrgicos de la República Mexicana, el sindicato de Mexicana de Aviación y el SME golpeados a mansalva.
Del otro lado está la proliferación de sindicatos blancos al servicio de las empresas. Los líderes de sindicatos nacionales del sector energético, electricistas y petroleros para precisar, convertidos en empresarios sui géneris, cuyo negocio es administrar el contrato colectivo para su enriquecimiento personal.
Las organizaciones campesinas siguieron un derrotero paralelo de decadencia. Cancelado el reparto de tierras, los líderes agrarios trataron de orientar a sus bases hacia el empoderamiento productivo, pero se transformaron en administradores de las demandas de los productores, negociando partidas presupuestales con los diputados y ejerciéndolos sin fiscalización efectiva. Otra forma bastarda de emprendimiento.
La hegemonía empresarial prescindió de la correlación de fuerzas al quedar inutilizados los competidores. La reconfiguración del sistema apuró la democracia electoral. Los partidos quedaron enchufados al presupuesto y se desentendieron de consolidar su base social y extenderla.
El dinero público fue una tentación, un veneno que los separó de la sociedad civil entendida en su sentido clásico. Se entiende porqué el triunfo de MORENA en 2018: con menos recursos se dedicó a formar una base para esa coyuntura electoral.
Se acabó la lucha de clases dentro de la Constitución e inició la ciudadanización sin detallar en qué consistía.
Murió la sociedad civil gramsciana y, como sucedáneo, surgieron las organizaciones civiles. Sin corregir el aparato público, ni fortalecer la división de poderes, surgieron los organismos públicos autónomos. Así se justificó la “ciudadanización”. Los entes autónomos, fundados sobre el desprestigio de los gobiernos, como la piedra angular sobre la que se acomodaría el Estado, el mercado y el ciudadano/consumidor.
Pero no ha sido así: asesinatos y desaparecidos por la mano de la violencia criminal, incrementos en el presupuesto de egresos de la federación que estimularon la corrupción antes que promover el desarrollo.
La desigualdad imperturbable.
La ciudadanización, como acción y como discurso, se empañó con el sentimiento de desprotección que impera entre los ciudadanos.
Salud y larga vida
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH
@profesor_F