La ira de varios de los conductores de los noticieros de Radio Fórmula, en contra del dirigente de Morena, Andrés López Obrador, en la mañana del lunes anterior, develaba algo que parecía superado luego de las aciagas horas postelectorales del 2006, el linchamiento mediático en contra de un candidato opositor.
El enojo, a la luz de las filias y fobias desatadas por la controversial vida política del tabasqueño, era justificada; su partido, Morena, amanecía el día después de las elecciones disputando el triunfo en la más importante de la jornada, la del Estado de México (Edomex).
A pesar de quedar en el tercer lugar, por el número de votos, en Veracruz, sus triunfos municipales en la zona petrolera (Poza Rica, Minatitlán y Coatzacoalcos) y la capital, Jalapa, lo convirtieron en la principal fuerza de oposición en esa entidad.
Sus otros dos candidatos, Armando Guadiana en Coahuila, y Miguel Navarro Quintero en Nayarit, obtenían el 12% de la votación y se colocaban en la tercera fuerza de esas entidades, rompiendo, de esta manera, la polarización existente en las elecciones a gobernador en las que sólo los dos partidos punteros de la elección tienen posibilidades reales de competir.
Claramente están lejos en ambas entidades pero la aportación en votos, para la elección presidencial es invaluable.
Y ese es el principal resultado de la jornada del domingo anterior, su influencia en la elección del próximo año. No hay lugar a la duda, a pesar de que el PRI haya ganado la gubernatura mexiquense, sus resultados muestran claramente el deterioro de las preferencias electorales; también, las bajas calificaciones otorgadas al gobierno de Peña Nieto, factores que en conjunto lo hicieron perder la mitad de los votos alcanzados en las elecciones de seis años atrás.
A su vez, el PAN, no obstante los aspectos favorables de varios de sus resultados, en general sufre, también dio notable decremento de sus cifras electorales y obtuvo un desastroso cuarto lugar en el Edomex.
Frente a eso, los resultados de esta última entidad y en Veracruz ratifican a Morena en la punta de las preferencias electorales presidenciales.
Aún deberemos esperar las resoluciones de los tribunales electorales, existen suficientes indicios que demuestran la validez del aserto inicial: Fue una elección de Estado.
Según los resultados parciales del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), de los 45 distritos electorales en los que se emitieron votos para Gobernador en el Estado de México, Alfredo Del Mazo, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganó en 20, Delfina Gómez de Morena ganó en 21 y en los votos extranjeros, pero hubo siete distritos en los que Del Mazo se impuso por más de 20,000 votos.
PRD ganó los tres distritos electorales del municipio de Nezahualcóyotl y Josefina Vázquez Mota (PAN) ganó solamente un distrito electoral, en Naucalpan.
Alfredo Del Mazo se impuso en 20 distritos electorales. La diferencia total fue de menos de 170,000 votos pero hubo 11 distritos en los que superó a la candidata de Morena por más de 10,000 votos. Coincidentemente, esos distritos son preferentemente rurales, y entre éstos, los más pobres.
Para la picaresca nacional, algunos de ellos son de antología. En una elección extremadamente reñida, en la que la diferencia entre Del Mazo y Delfina Gómez es menor a los 170 mil votos, en Valle de Bravo la diferencia a favor del priista frente a la morenista es de 55 mil 849 votos; en Tejupilco, de 48 mil 470; en Ixtlahuaca, de 46 mil 325 votos de diferencia, Atlacomulco, 40 mil votos; en Jilotepec, de 36 mil; Almoloya 21mil y Huixquilucan, de 20 mil 500 votos de diferencia.
La elección fue, efectivamente una elección de Estado. Del Mazo lo dijo en el cierre de campaña: “En esta elección se juega el futuro del PRI”. Estaba cantado, era un llamado a todo el priismo a echar toda la carne al asador. Así lo hicieron.
Tuvo razón el candidato priista, el PRI utilizó todas sus armas en la elección mexiquense, todo el peso del gobierno de la república, todo el presupuesto del gobierno local; hicieron alarde de recursos económicos, especialmente en las zonas más deprimidas, cosa que ha llevado a Morena a centrar la anulación en alrededor de 5 distritos en los que, confían, que si se anulan podrían revertir el resultado, pues ahí el PRI obtuvo la friolera de 400 mil votos.
La sorpresa, la caída de Josefina Vázquez Mota, quien obtuvo apenas un poco más del 11% de los votos y el cuarto lugar de la contienda.
El candidato del PRD, Juan Zepeda, sorprendió pues obtuvo más de un millón de votos y casi el 18% de la votación. Quizá la mejor explicación para esa votación es que una parte del electorado, no plenamente identificado con las posiciones de izquierda, pero sí de oposición al PRI y que, ante la caída de la candidata del PAN, optó por el perredista.
La conclusión es lapidaria para el PRI, la mitad de los votantes mexiquenses optaron por las agrupaciones de izquierda y dos tercios de los electores se oponen a ese partido. Pero también debiera llevar a reflexionar a los dirigentes del PRD. Si desean mantener el perfil de izquierda -que muy pocos electores le adjudican aún- deberán buscar la alianza con Morena, bajo el entendido que el candidato con posibilidad de triunfar, no hay de otra, es López Obrador.
Esa también es una lección para el perredismo. Hasta el último minuto se negaron a declinar la candidatura de Zepeda en favor de Delfina. Su argumento es que era mejor candidato el perredista, pero a escasos días de la elección es una regla de oro de elecciones competidas, es que el mejor es quien lleva la delantera en las simpatías, ahí ya no hay criterios subjetivos.
El resultado fue tajante en ese sentido, la morenista casi duplicó la votación del perredista.
Pero la suma de los votos obtenidos en las 4 elecciones, balance que de frente a la elección presidencial es el necesario realizar, es que el PRI, a pesar de obtener los triunfos (hasta ahora) en dos gubernaturas, es el partido que más votos perdió respecto de las elecciones anteriores y se quedó, solamente, con alrededor de 2 millones 900 mil votos (que son la mitad de los obtenidos seis años atrás), frente a los 2 millones 600 mil de Morena y los 2 millones 200 mil del PAN.
Sólo que, tanto el PRI como el PAN, sus resultados fueron en alianza, el tricolor con el Verde Ecologista, PANAL y PES; y el PAN, con el PRD, salvo el Edomex.
La pérdida de votos para el PRI es impresionante en el Edomex, rebasa el 1 millón 100 mil votos menos. En Coahuila perdió 350 mil votos, cantidad superior a los 340 mil obtenidos en esta elección; es decir, perdió más de la mitad de los votos del 2011, de una elección a otra.
En Nayarit ocurrió cosa semejante, el PRI perdió la mitad de su votación. En 2011, Roberto Sandoval obtuvo 220 mil 508 votos, 45.74 por ciento, ahora Manuel Cota, al perder la elección, sólo recibió 130 mil.
A su vez, el PAN perdió más de 100 mil votos en Coahuila. Pasó de 422 mil 296, obtenidos en la elección anterior, a poco más de 330 mil.
Balance tan negativo para el PAN lo atenúan los resultados municipales pues gobernarán las alcaldías (las más importantes) de Boca del Río, Córdoba, Martínez de la Torre, Papantla, Tierra Blanca, Tuxpan y Veracruz, en ese estado; además de Tepic, Bahía de Banderas y Santiago Ixcluintla, en Nayarit, y de Ciudad Acuña, Monclova, Sabinas y Torreón, en Coahuila.
A cambio, perdió el llamado “corredor azul” en el Edomex, es decir, los municipios conurbados con la Ciiudad de México. Los perdió a manos de Morena.
Así, el PRI llegará al 2018 con 15 gobernadores; PAN, 12, y PRD, 4. El restante es Manuel Velasco, del Verde, que llegó de la mano del PRI a Chiapas.
Los mandatarios priistas gobernarán a 40.7 millones de ciudadanos, 48% del padrón electoral, frente a los 27.8 millones del PAN, el 31.3%.
En 2012, el PRI gobernaba 21 estados, entre ellos la entidad con el mayor padrón electoral -Edomex- (11.3 millones de ciudadanos), Jalisco (5.7 millones) y Chiapas (3.4 millones). (Nota de Jesús Aranda, La Jornada, 8/VI/17).
A su vez, el PAN gobernará a 5.5 millones en Veracruz (tercer padrón más grande del país); 4.3 millones en Puebla y 4.2 millones en Guanajuato. (Ibídem).
Frente a tal situación, la postura del gobernador chihuahuense, el panista Javier Corral pareciera ser, a la vista de la concepción no rupturista, la más razonable, ir en un bloque opositor, aunque descartando, dice, a López Obrador, y sólo se le podría considerar dentro de ella si “él quisiera entrarle a un verdadero esquema de transición del país yo no lo descartaría como un actor de ese acuerdo. (Nota de Georgina Saldierna, La Jornada, 9/VI/17).
El problema, para esta postura, es que la mayoría del electorado está optando por el rupturismo, y eso representa el tabasqueño.
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