Chihuahua, Chih.
“Todo lo que muchos dijeron que no iba a suceder nunca, ocurrió”: Pablo Hiriart en El Financiero.
Muchos creíamos que el Capitolio, la sede del poder estadounidense solo se vería vulnerada a través de la ficción…pero finalmente sucedió.
Sorprendentes imágenes fueron las que nos llevamos millones de espectadores, tanto presenciales cómo no presenciales ante el asalto a la sede del poder legislativo norteamericano esta misma semana en la capital estadounidense: Washington D.C. (Distrito de Columbia).
Este miércoles miles de simpatizantes trumpistas o quizá millones sin contar aquellos que no pudieron acudir a la toma del Congreso, fueron convocados por el todavía Presidente en funciones Donald Trump.
El motivo del mitin era nada más y nada menos que presionar a los senadores y a los congresistas ahí reunidos, quienes realizarían el escrutinio de los votos realizados por los delegados del Colegio Electoral que habían emitido su voto el pasado 14 de diciembre, tras las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre, en las cuales el candidato y mandatario Trump perdió frente a su rival por el Partido Demócrata: Joseph Biden.
El pasado miércoles 6 de enero, unas cuántas horas antes de la sesión extraordinaria del Congreso que llevaría al conteo de votos y a la posterior certificación del triunfo de Biden, Trump convocó a miles de simpatizantes de su plataforma política en un intento final por conservar la presidencia.
En aquel discurso (incendiario como es de costumbre) aseguró que su administración no aceptaría los resultados de la pasada elección presencial y además afirmó que el vicepresidente y presidente del Senado estadounidense Michael Pence, tenía en su facultad la decisión de detener el conteo de votos del Colegio Electoral, ante una supuesta irregularidad en el conteo de los sufragios del voto directo o popular, generada por las autoridades electorales de los distintos estados de la Unión Americana en los cuales había perdido terreno su candidatura.
La victoria demócrata en el estado de Georgia, fue la gran sorpresa de la elección pasada. Ya que desde finales del siglo pasado se había convertido en un bastión republicano y conservador.
Mientras tanto, en un acto de sensatez o quizá en un empecinamiento por conservar su carrera política, Pence no obedeció a su jefe y aseguró en una misiva abierta al público y dirigida al Congreso, que dichas facultades no recaían sobre su persona de manera “unilateral”.
No obstante, Trump dijo sentirse “decepcionado” ante la negativa de Pence a reconocer el supuesto fraude electoral y movilizó a centenares de estadounidenses a marchar sobre las calles de Washington en dirección al Capitolio.
Las imágenes de lo acontecido como consecuencia de la irresponsabilidad política de un mandatario, ya han circulado en distintos medios y redes sociales a nivel internacional, apuesto a que el lector de estas líneas se sorprendió al igual que yo.
Diversos expertos y académicos sostuvieron que la destrucción fortuita en la sede legislativa se trató de un Golpe de Estado, pero a decir verdad, tan solo se trató de violencia electoral desbordada.
Un golpe a la estructura de un Estado carecería de la improvisación, desorganización y la falta de diversos actores tales como el Ejército o la Policía local como lo que vimos el pasado miércoles, para ser considerado como tal.
Sin embargo sea o no sea una intentona golpista, los hechos del miércoles son una muestra de la fragilidad de la democracia estadounidense y de la falta de ética y respeto hacia las estructuras de gobierno por parte del presidente Trump.
Una presidencia que sin duda será recordada por más de una generación. Este “miércoles negro” en la historia democrática estadounidense será motivo de estudio por parte de las generaciones actuales y venideras.
Vaya manera de comenzar 2021.