Chihuahua, Chih.
Era impensable, hace algunos años, que pudiésemos siquiera elevar unas frases tan críticas sobre la actuación del primer gobierno emanado de la izquierda mexicana, que así se autodenomina, y con razón, pues una buena cantidad de los principales dirigentes y, sobre todo, de los militantes de la izquierda electoral, se agruparon alrededor del hoy presidente López Obrador.
Una de las frases que más se usaban, en el pasado remoto, del antiguo régimen, para pedirle al adversario que jugara limpio (porque en ese añorado tiempo, aunque en muchas ocasiones es más producto de la imaginación y de lo deseable, que de lo real), que no jugara chueco.
Durante décadas esa fue la petición de los partidos de la oposición, y de cientos de miles, y luego, de millones de ciudadanos, que le exigían, gritaban y reclamaban, en todos los tonos, que el régimen jugara “limpio”, que no hiciera trampas, que no impulsaran y aprobaran leyes (dizque para mejorar el sistema electoral) y, a continuación, echar a andar toda la maquinaria del Estado Mexicano para violarlas.
Tales rutas del pensamiento se dirigen hoy, lamentablemente, a MORENA y al gobierno de López Obrador.
Se comportan de peor (o igual) manera que su ancestro en el gobierno federal, el PRI.
Hacen, o intentan hacer trampas en cada asunto importante del país y se olvidan de su pasado, de las expectativas despertadas a lo largo de un proceso histórico de millones de mexicanos que construyeron, lentamente, de a poco, lo que hoy es una realidad, que un militante emanado de un partido de izquierda se alzara como presidente de México.
No hace mucho, la frase del candidato fue reproducida instantáneamente en todos los medios de comunicación en el estado.
Así lo dijo al llegar a Chihuahua en plena campaña electoral presidencial, en 2018, cuando el panista Javier Corral transitaba por su segundo año en el gobierno estatal: “Lo único que ha cambiado en Chihuahua es el color de las casetas”.
Efectivamente, las casetas de peaje carretero las habían pintado de azul, sustituyendo el rojo, o el verde que César Duarte y Reyes Baeza habían implantado en ellas los años anteriores, en lo que es una reiterada práctica patrimonialista de quienes llegan al poder.
Pero ganó López Obrador y el azul, o el rojo, o el verde, o el amarillo fueron cambiados, en todo el país, por el rojo-guinda de Morena.
Todo, la papelería oficial, la coreografía de las “mañaneras”, los sitios en internet del gobierno del tabasqueño; bueno, hasta la ilegal propaganda desplegada con motivo de la revocación de mandato lleva el color del partido fundado por López Obrador.
Todo es una simulación.
Los dirigentes de las organizaciones aparecidas con motivo de la consulta, apenas unos cuantos días atrás se desempeñaban en alguna dependencia, estructura partidista o gubernamental de Morena.
Y tienen como eje central de sus mensajes la acusación en contra del INE, la de no efectuar, dicen, una adecuada difusión de la revocación de mandato.
No tienen empacho en mentir descaradamente.
Así, el exdiputado federal, Ulises García, uno de los más cercanos colaboradores del delegado federal en Chihuahua, Juan Carlos Loera, ha aparecido como uno de los principales dirigentes en Chihuahua de la agrupación “ciudadana”, “Que siga la democracia”, y lanzó la mentira de que el INE se opuso a que la fecha de la consulta fuera la misma que la de las elecciones federales del año pasado.
No es el único que miente de esa manera. Todos los principales actores morenistas lo hacen. Tanto el presidente López Obrador, como la Jefa de Gobierno de la CdMx, Claudia Sheinbaum, se quejan de que el INE les restringe su “derecho” a impulsar la revocación de mandato; se quejan de la existencia de una persecución porque les impiden hacer propaganda.
Sus palabras son repetidas, hasta textualmente, por miles de seguidores en todo el país.
Mienten.
La legislación que norma la consulta de revocación de mandato fue redactada, impulsada y aprobada por las mayorías legislativas de Morena.
Si esa regulación es lo restrictiva que se le critica, obedece a que así la concibieron los actuales gobernantes federales; se cuidaron de que nadie tuviese libertad para debatir acerca de la revocación de mandato, sólo el INE.
Es el colmo: La redactan, la aprueban y cuando el órgano electoral aplica la ley que impulsaron ¡Acusan al órgano electoral de “restringirles” sus derechos!
Mienten.
Se quejan de que no hay suficiente difusión de la consulta, pero se cuidan de no expresar que para revocarle el mandato a un gobernante, esto tendría que surgir del reclamo ciudadano.
Por eso no hay una extendida campaña orientada a revocarle el mandato a López Obrador, porque no hay un extendido impulso ciudadano para echarlo del cargo; tiene, eso sí, amplios sectores de la población en su contra, pero que no llegan al grado de lanzarse en un esfuerzo de esa dimensión.
Pero los morenistas acusan a los partidos de oposición de no hacer esfuerzos orientados a ese fin, se les olvida que ahí se encuentra la otra parte de la clase política y no se van a empeñar en un esfuerzo que nada les redituará, ellos, los de la oposición, esperan los siguientes procesos electorales.
El presidente y sus repetidores argumentan que la revocación de mandato es un instrumento de la democracia participativa y que debieran ir a votar todos los mexicanos “para ponerlo en práctica” y despliegan, sin rubor, todos los recursos a fin de impulsar la mayor participación posible.
Es de locos: Los que quieren que siga López Obrador, llaman a votar desesperadamente; y los que rechazan al presidente, ni se despeinan en ese objetivo.
Así, Morena y López Obrador llevan al cabo la partidización del instrumento del que le faltaba apropiarse la clase política mexicana.
Si en el pasado, luego de “ciudadanizar” diversas organizaciones autónomas, particularmente los órganos electorales, los partidos lanzaron una brutal y victoriosa ofensiva -para ellos, claro está- para apropiarse de ellos, ahora el morenaje se apropia de la revocación de mandato y lanza al total de sus diputados locales en la CdMx y a una parte de los locales, en lo que es el súmmum de la simulación política pues pidieron licencia “para actuar como ciudadanos”.
Y esa ofensiva la encabeza el mismísimo presidente, en un sexenio en el que, al fin de cuentas, será recordado -como muchos de los anteriores- por el caudal de mentiras lanzadas desde la tribuna presidencial.
En ese descarado intento de violar todas las reglas electorales, para imponer las propias -como antes, como siempre-, en pleno proceso electoral de la revocación de mandato decidieron cambiar la regla de que los funcionarios públicos -del presidente de la república para bajo- tenían prohibido hacer propaganda oficial, al tiempo que inundan al país de groseros anuncios espectaculares, cuyo financiamiento esconden.
Querían que nada impidiese al tabasqueño difundir sus logros gubernamentales.
Se les olvidó -peor si no es así y pretendieron doblegar a los magistrados electorales- que una vez iniciado un proceso electoral, no se pueden cambiar las reglas y en estos momentos no solo el de la revocación de mandato está en curso, sino, también, la elección de seis gobernadores.
¿Porqué aprobaron una ley restrictiva para la revocación de mandato? ¿Acaso no es desquiciante que si un grupo de ciudadanos, inconformes con la actuación de un gobernante, no pueda ventilar sus argumentos, en oposición a los que enarbolaran los seguidores de aquel?
¿Porqué prohibieron los debates? ¿Porqué le dejaron, solo, al organismo electoral la facultad de efectuarlos?
¿Acaso el objetivo de la aprobación de tal legislación no tenía como objetivo el de la actual consulta y en el fondo se encuentra la disputa presidencial del 2024?
¿Y qué, además, los gobernantes federales -y también los demás- no tengan restricciones para participar y hacer propaganda gubernamental en los procesos electorales?
¡Cuántas mentiras!
Son como las lanzadas por el presidente con motivo de la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles.
Más allá de la verdadera capacidad de ese aeropuerto para resolver el grave congestionamiento aéreo de la CdMx ¿De veras está terminado?
Hace décadas, el presidente Echeverría inauguró un gran plantel escolar, exactamente en los límites de los estados de Baja California y Baja California Sur, en medio del semidesierto. No había, ni pueblos, ni estudiantes, ni nada ¿De qué servía, a quien? A nadie.
Así ahora ¿A quién le sirve un aeropuerto que en este momento está seriamente incomunicado y que, precisamente por eso, todavía, las empresas aéreas no han programado más vuelos desde ahí? ¿Porqué inaugurarlo antes de terminarlo?
Porque el AIFA no está terminado, le falta el otro componente principal de cualquier instalación de este tipo, la comunicación terrestre a los centros de población.
¡Ah, perdón, es que se me olvidaba que tenemos consulta y había que propagandizarlo y despresurizar al presidente de los problemas generados por integrantes de su primer círculo laboral y familiar!
Que es extremadamente valioso haber terminado las instalaciones aeroportuarias, no hay duda; pero pudieron lucirse extraordinariamente si lo hubiesen entregado con todas las vialidades en funcionamiento y no exponerse a que al día siguiente de la apresurada inauguración ya era una “instalación fantasma” con un puñado de vuelos y pasajeros.
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Fuente de citas hemerográficas recientes: Información Procesada (INPRO)