Chihuahua, Chih.
Lo que parecía improbable meses atrás, tanto que en diversos momentos hizo dudar al equipo de la alcaldesa capitalina con licencia, de la posibilidad cierta de alcanzar la candidatura, se hizo realidad.
Acompañada de los dirigentes nacionales del PAN y del PRD, Marko Cortés y Jesús Zambrano, respectivamente, Maru Campos se registró como candidata del PAN al gobierno de Chihuahua.
A esa posición llegó con el apoyo de la mayoría del panismo local y nacional y en abierta confrontación con el gobernador Javier Corral, quien, tercamente y, aparentemente sin sustento real, insistió hasta el último momento en poner tras las rejas a quien desde años atrás señaló como aliada del ex gobernador César Duarte.
Concediendo que hasta el mes de junio del 2018 Corral decidió no denunciar a Campos, porque la necesitaba para ganar las elecciones en la capital, tanto para las diputaciones, como para la presidencia municipal, pero, de tener en la mano las pruebas en contra de Maru ¿Porqué no la denunció inmediatamente, en el curso de su segundo período?
¿Porqué se esperó hasta tener encima los tiempos electorales de la disputa al gobierno del estado?
De haber tenido las pruebas documentales que incriminaran a Maru Campos se hubiera ahorrado los numerosos sinsabores que sin duda ha pasado, la mayoría de ellos a manos de los jueces que una y otra vez tuvieron que ceder ante las indudables fallas en las denuncias presentadas por la Fiscalía General del Estado y que, sensibles antes los nuevos tiempos políticos, actuaron con una mayor independencia, respecto a la conducta previa con la que actuaron muchos de ellos ante las exigencias del gobernador Corral, especialmente en lo referente a las denuncias que presentaron en contra de funcionarios del gobierno de Duarte.
Así, el fiscal Peniche le falló a su jefe en la tarea más importante -en la óptica del gobernante del nuevo amanecer- incluso por encima de la que la sociedad chihuahuense esperábamos cumpliera cabalmente, la de proporcionar la seguridad reclamada tan persistentemente por quienes han estado sometidos a los vaivenes del crimen organizado a lo largo de los últimos 13 años y que han colocado a Chihuahua en el top 5 de los homicidios, a nivel nacional, durante los últimos 15 años.
Javier Corral está a punto de culminar su mandato y lo hace de la manera que menos se imaginó, incluso de manera totalmente contraria a la que esperaba pues Corral se soñó con ser el gobernador que pusiera tras las rejas al ex gobernador Duarte y a los secuaces que él señaló, con lo que alcanzaría el calificativo de ser el gobernador que de manera ejemplar combatiera la corrupción y eso le sirviera como escaparate para acceder a la candidatura a la presidencia de la república en 2024.
En algún momento también se soñó en ser el gobernador que combatía la corrupción, incluso con sus compañeros de partido, hasta el grado de denunciar a quien aparecía lidereando las encuestas electorales y que pertenecía a su partido.
Hoy todo eso es historia, salvo las muy extrañas excepciones -las de Francisco Barrio, el ex gobernador que fue su guía, y la del ex candidato presidencial, Ricardo Anaya- el resto de las figuras panistas se han pronunciado en favor de Maru Campos, quien ha galvanizado las simpatías a su favor, tanto, que prácticamente todas las encuestas la señalan como favorita para alzarse como la triunfadora de las elecciones gubernamentales.
En buena medida ese lugar obedece a la torpe campaña de Corral en contra de Maru Campos pues la hicieron aparecer como víctima de los intentos del gobernador Corral por encarcelarla.
No lo logró y obtuvo el efecto contrario.
El balance para Corral no podía ser peor: Ni Duarte está en una cárcel chihuahuense, y Maru es la candidata del PAN al gobierno de Chihuahua, y puede ser la gobernadora.
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