Marea guinda

Marea guinda 7-VI-22

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

“Mira la morena que me tiene alborota’o

Brinca, salta, baila como un trompo de medio la’o..”: Emmanuel, Corazón de Melao (1999).

Tal y como lo auguraron diversas encuestas en la víspera de los comicios del pasado domingo, la coalición gobernante, encabezada por MORENA, ha sido la gran vencedora de las elecciones. De seis entidades que se encontraban en disputa (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas), el partido guinda (acompañado del PT, Verde y Nueva Alianza en algunos casos -en el caso oaxaqueño, iban coaligados con el emblemático Partido Unidad Popular-) ha vencido contundentemente en cuatro de ellas, resultando derrotado en tan sólo dos entidades. 

A pesar de que los números están a favor de Morena y aliados, contradiciendo la tesis de la “gran victoria opositora”, existen datos que debemos apuntalar, pues, a pesar del consabido avance de MORENA en el centro/sur del país y el sureste -donde se han tornado, desde ya, la fuerza dominante, reduciendo a la oposición como no se veía desde la década de 1980-, hay cuestiones que debemos considerar, pues, a mi juicio, factores como la geografía y el nivel de aceptación presidencial incidieron en los eventuales triunfos.

Comenzando con el caso de Hidalgo y Oaxaca, la primera entidad fue, desde la década de 1930, una especie de “granero del tricolor”. Ahí se generaron cacicazgos que detentaron el poder político por decenios, destacadamente el de las familias Rojo y Lugo (Bartolomé Vargas Lugo, Jorge Rojo Lugo, Adolfo Lugo Verduzco y Humberto Lugo Gil, entre otros), los cuales tuvieron influjo sobre los gobernantes contemporáneos, destacadamente Jesús Murillo Karam, Manuel Ángel Núñez Soto y Miguel Osorio Chong. 

Pues, el pasado domingo, ese largo reinado tricolor parece haber llegado a su fin, de la mano del senador con licencia, Julio Menchaca, quien derrotó contundentemente a la secretaria general del CEN del PRI, Carolina Viggiano. 

Sin embargo, la situación es más compleja de lo que parece pues lo que parece una victoria colosal de MORENA por sobre el otrora poderoso tricolor, aunque lo es, tiene asegunes. 

Destaca la presencia del gobernador hidalguense, Omar Fayad, quien, no obstante ser priista de cepa (tiene una larga hoja de servicios, tanto en el ámbito local como en el federal), tuvo un muy buen entendimiento con el Presidente López Obrador, desde la victoria del mismo, en 2018. 

Aunque, como comentamos en este espacio, el PRI tuvo un buen desempeño en Hidalgo en las elecciones municipales de 2020, al parecer el carácter de Fayad tuvo algo que ver. 

Algunos comentaristas nacionales refieren que el gobernador de Hidalgo buscaba que Israel Félix -su delfín y ex secretario particular- fuese el candidato del PRI a la gubernatura. Sin embargo, al no tener apoyo -y hasta darse enfrentamientos- de Alejandro Moreno (a la sazón líder tricolor), aparentemente no tuvo rol en la elección; aunque extraoficialmente se menciona que poseía simpatías hacia Julio Menchaca, quien a la postre se tornó en el ganador. 

Si a ello le agregamos que el ex líder tricolor, Humberto Moreira, salió del ostracismo para hablar bien de Menchaca, tenemos lo que podemos configurar como la crónica de una victoria anunciada.

En el caso de Oaxaca, es un estado que no conoció la alternancia hasta 2010, vía el aliancista Gabino Cué. Sin embargo, la división de las izquierdas en 2016, facilitó el arribo de Alejandro Murat al gobierno de la antigua Antequera en diciembre de ese año. 

A pesar de la antigua cercanía del vástago Murat con el grupo Atlacomulco (Peña Nieto y sus aliados), ha logrado tener un buen entendimiento con el gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador. Tanto, que el Presidente ha viajado varias veces a la entidad sureña, y ésta ha recibido considerables apoyos y recursos. 

En tanto, la popularidad presidencial ha permanecido cuasi incólume, mientras el combativo magisterio oaxaqueño (de la sección 22 de la CNTE) ha sido relativamente tolerante respecto a otras gestiones; hecho inédito respecto a tiempos anteriores (en los tiempos de Gabino Cué, la confrontación fue más la excepción que la regla). Probablemente, todos estos factores confluyeron para que la victoria de Salomón Jara se diera como “pan y mantequilla”, pues, desde que comenzaron las campañas, se mostró como un puntero imbatible (¡ni toda la oposición unida hubiera logrado ganarle).

El caso Quintana Roo es semejante. El Presidente López Obrador ha mantenido su popularidad en la Península de Yucatán -empujado, quizás, por el desarrollo del Tren Maya-, lo cual llevó a Mara Lezama a ganar de manera contundente, no obstante sus claroscuros como alcaldesa de Cancún. 

Empero, así como la vieja geografía parecía dividir contundentemente los linderos de Aridoamérica y Mesoamérica, lo mismo se visualizó respecto a la popularidad de MORENA y el Presidente. 

Mientras el “Sur profundo” se pintó de guinda, vislumbrándose una nueva hegemonía; en el norte, si bien hubo victorias, no fueron tan contundentes como las obtenidas en la parte meridional de la república. Ejemplo de esto es que la victoria de Américo Villarreal, en Tamaulipas, no fue tan holgada como se esperaba, pues ¡ganó con ocho puntos de diferencia a lo sumo! realizando una carrera parejera con el “Truco” Verástegui hasta el final. 

Si en Hidalgo, Oaxaca y Quintana Roo se dieron victorias de dos dígitos, Villarreal pudo apenas sacudirse a su adversario. 

De manera semejante, Durango se resistió a sumarse a la 4T. Si bien, al principio, parecía que se sumaría a la ola guinda, a la mera hora la popularidad de la oposición fue creciendo, logrando que el médico priista, Esteban Villegas, propinara una sonada derrota a la abanderada de la oposición, Marina Vitela. 

En cuanto a Aguascalientes, podemos destacar que las izquierdas tuvieron un crecimiento notable -en una entidad donde, históricamente, no había pintado- lo cual es plausible; pero el electorado hidrocálido dio un mensaje de continuidad y de una reticencia a virajes, en un punto en el cual el sexenio parece haber arribado a su cenit. 

Finalmente, concluiré con una interrogante. 

Oficialmente se conoce a MORENA como un partido de izquierda, pues ése es el carácter con el cual se constituyó. Sin embargo, habrá que preguntarnos ¿Ahí donde MORENA venció, gobernará la izquierda? 

Digo porque si bien Salomón Jara es izquierdista de toda la vida; no es el caso de Américo Villarreal y Julio Menchaca, priistas hasta 2015 y 2017. Mientras Mara Lezama fue militante fundadora de Morena en Quintana Roo.

¿Con rumbo claro? Habremos de verlo. Se discute si se está constituyendo una nueva hegemonía, pero eso es motivo de análisis para una colaboración posterior.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.