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Mantener ilegal el aborto, también es violencia

Mantener ilegal el aborto, también es violencia 24 de noviembre de 2018

Mariela Castro Flores

Chihuahua, Chih.

“Se pretende que es una intervención peligrosa, pero los médicos honestos reconocen que el aborto practicado por la mano de un verdadero médico, en una clínica y con las medidas preventivas necesarias, no comporta los graves riesgos que cuya existencia afirma el Código Penal. Por el contrario, bajo su forma actual es como hace correr grandes riesgos a la salud de la mujer”.

Simone de Beauvoir. El Segundo Sexo, 1949.



El próximo 25 de noviembre, de nueva cuenta, las reflexiones sobre la visibilización y la búsqueda de erradicación de las muy diversas formas en que las mujeres somos violentadas regresan. Quizá, los golpes visibles ya no sean lo que más requiera denunciarse porque golpear a una mujer ya posee un costo social y cada vez más, es considerado un acto abominable casi para toda la sociedad y aunque el consorcio del uso de la fuerza sigue inserta en una gran parte de los hombres que consideran tener derecho sobre el cuerpo de las mujeres con las que se relacionan a modo de ejercicio de control, existen otras violencias que por ser tan sutiles pasan casi inadvertidas, incluso, para quienes las padecen.

Nuestro derecho a una vida libre de violencia requiere instalar la reflexión en que cuando llevamos este reclamo a todos los espacios, no solo aludimos a que no queremos malos tratos físicos y/o verbales, hablamos de la reivindicación de un cúmulo de derechos que nos permitan el acceso a una vida digna y la dignidad también está colocada en la libertad de expresión y en la agencia de nuestros propios proyectos de vida basados en el deseo, anhelos y ambiciones y no en el mandato definido por el “deber ser”. En este sentido, el derecho al aborto libre, seguro y gratuito constituye parte fundamental para pensar en la condición de las mujeres y su maternidad como un condicionamiento social y sobre todo, sexual.

En todo el mundo las mujeres conscientes de esta realidad, salimos a la calle y trabajamos de modo cotidiano para hacer notar el poder fáctico del aborto y la urgente necesidad de legalizarlo, no solo para evitar la muerte de mujeres, criminalización y estigmatización, especialmente de las que se centran en los estratos más bajos de la sociedad, las que no tienen acceso a los servicios de salud y a las que se les niega la información objetiva y científica ya legal y disponible (NOM-046) para ejercer su derecho a un aborto, bajo ciertas condiciones como la violación.

Confrontamos también, que frente a debates religiosos y filosóficos que conllevan falsas dicotomías, nos anteponemos con realidades empíricas que constatamos a diario por nuestra labor permanente que soportamos en estadísticas que patentan en lo concreto el grave riesgo de no vivir el aborto como el derecho que es, con todas sus implicaciones.

Dentro de la controversia que abraza al tema, su mayor producción (venida primordialmente de los supuestos grupos “próvida” que en realidad son antiderechos) que habilita abundantemente mitos y prejuicios nos demuestra que confrontar la experiencia de aborto entre mujeres de distintos estratos sociales supera la ficción, nos escuchamos y sabemos que estos mismos grupo construyen su discurso en su pretendida “defensa de la vida por nacer” pero son esos mismos que se benefician de la clandestinidad por ser dueños de los servicios privados de salud a los que si acceden las mujeres de clases altas o les pertenecen las franquicias de las adopciones a través de sus agencias que lucran con el cuerpo de las mujeres y su capacidad reproductiva, especialmente de las adolescentes tras un ejercicio de lavado de cerebro que involucra insertar miedos y culpas de profunda carga y animosidad moral devenidos de prejuicios religiosos. Nunca es objeto de su abulia discursiva mejorar la calidad de vida de las infancias o ampliar y mejorar los servicios de salud; al contrario, criminalizan a niños y niñas cuando padecen por la falta de oportunidades e inciden en prácticas delictivas. Por otro lado, médicos que se dicen “defensores de la vida” de acuerdo a su juramento hipocrático son los primeros beneficiados del jugoso negocio de los abortos clandestinos porque si bien puede ser que no los practiquen modo directo, si respaldan la práctica con su complicidad cuando son perfectos conocedores de que en las clínicas donde ejercen su profesión de forma privada, se realizan abortos clandestinos maquillándolos con otras causas clínicas a altos costos que reditúan abundantemente a sus colegas y a hospitales particulares. También, niegan la existencia de la violencia obstétrica que solo ejercen ellos mismos.

Al Estado, a la iglesia católica y a los partidos políticos no les preocupa que las mujeres aborten. Lo que desean es que sigan haciéndolo fuera de la ley; son ellos quienes se oponen a la educación sexual y a los programas universales de anticonceptivos eficaces y seguros y sobre todo, al derecho humano al aborto.

Por ser eso, un derecho humano, cualquier mujer es libre de decidir su ejercicio o no según sus propias creencias.

Si es ilegal, es clandestino y es violencia de género. Punto.

Porque los derechos de las mujeres importan:

#AbortoLegalYa y #SeráLey







marielacastroflores.blogspot.com

@MarieLouSalomé

*Foto de portada propiedad de https://www.reproduccionasistida.org/aviso-legal/#hiperenlaces

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.