Mal de amor

Mal de amor 26 de febrero de 2024

Alfredo Espinosa

Chihuahua, Chih.

“La despedida es más que una dulce pena; nos separa de alguien a quien estamos soldados”: Diane Ackerman

1.- El amor posee una naturaleza salvaje. Cuando pretendemos asirlo se escabulle; encerrarlo en nuestro corazón y nos esclaviza, controlarlo y en sus manos nos convierte en marionetas tristes. Cuando nos abandona, conocemos de su ferocidad tanto como un amputado insensato que alguna vez midió fuerzas contra el ferrocarril.

De pronto, los que estaban soldados, se oyen decir con perplejidad: Ni yo mismo sé quien soy sin ti. Fuiste mi casa y yo la tuya, y sin embargo, al darle vuelta a la página somos unos desconocidos. Te descubro otra, hermosa todavía, pero ya incapaz de mirar en tus ojos los resplandores de la medianoche ni beber de tus labios el licor que me hacía decirte “eres mía, soy tuyo”.

De nadie es la culpa: se detuvo la máquina fabuladora del amor, y henos aquí, mirándonos, desnudos en toda nuestra mísera y esplendorosa humanidad.

El espectáculo más triste del amor es el desamor. Es el momento en que Pablo Neruda escribió: “Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos”. Ya no son aquellos que podían reparar sus corazones lacerados por las adversidades de la vida; ahora se teme que esas mismas manos sean para nosotros zarpas homicidas. No es orgullo; ya nada tienen que perdonarse, simplemente ya no son aquellos que sus corazones amaban.

Ahora `pueden entender esta inútil trigonometría algebraica de poética contundencia:

Los que se aman son dos

y cuando se suman 

son uno: dos mitades 

Desdicha: la mitad

partida en dos

2.- Los lobos merodean y cazan al cervatillo herido, de igual manera que las buenas personas que desinteresadamente regresan a la oveja a su redil, o curan y salvan a la gacela perdida. ¿Serán lobos quienes rematan a la presa extraviada, o samaritanos que, en sentido contrario, la rescatan para auxiliarla y curarla?

3.- Todo equilibro es precario entre dos personas autónomas; todo lazo se fragiliza si alguno de los dos lo tensa insensatamente. La pareja presuntamente madura puede ser sorprendida en cualquier momento por una demanda insatisfecha, por una tentación, por un inesperado ataque contra sus fortalezas, por un arrobamiento inesperado. Una mirada, apenas, una sonrisa, un desliz, pueden convertirse en una catástrofe. La dicha que a otro (a) se da, es la desdicha para uno (a). Y recuerden que los golpes más demoledores los recibimos, no de nuestros enemigos, sino aquellos que amamos.

Quizá la sabiduría más honda a la que puede arribar una la pareja es la de conocer que el amor fluye transformándose constantemente, pero por desgracia las criaturas que unió en su nombre no logran, frecuentemente y en su abrumadora mayoría, adaptarse con la rapidez y eficiencia que requiere ese río de corrientes insólitas que es el tiempo y sus accidentes. Y eso abre una hendedura que presagia la separación de los amantes.

Nuestra antigua naturaleza, relata Platón, no era la misma que ahora. En un principio los hombres eran el uno y el otro, juntos y unidos, y poseían una forma circular. Un día, Zeus, - según Aristófanes en su célebre alocución en “El Banquete” de Platón - queriendo castigar al hombre sin destruirlo, lo cortó en dos partes y desde entonces, “cada uno de nosotros es símbolo de un hombre, una mitad que busca en otra mitad, su símbolo correspondiente”. Para curar la antigua herida, Zeus, tras haberla infligido, envió a Amor: “Pues Amor es el más filantrópico de los dioses, al ser auxiliar de los hombres y médico de las enfermedades tales que, una vez curadas, habría la mayor felicidad para el género humano”.

El amor es el rastro de una laceración. Se busca al otro para que consuele, para que repare daños, para que complete y complemente. 

El amor no puede elegirse: se da. Y cuando se da, traspasa el cuerpo deseado y busca el alma.

El amor es una serie de fenómenos que no son decididos por la pareja sino por el tiempo, el lugar y la circunstancia en los que se vive. El amor viaja en trenes rápidos o en barquitos de papel, pasea en ruedas de la fortuna o se tira del bongee. Nadie puede adivinar si siendo apacible o adrenalinofílico podrá ser más perdurable o intenso. 

¿Y cómo nos tocan las llamas del averno? Donde se presume de fortaleza, ahí está la debilidad: Dos que se poseen y respiran el mismo aire, en una salida, en una bocanada, pueden encontrar un aire más fresco y perfumado; dos que se unen sin asfixiarse están expuestos a los riesgos propios de prolongar las distancias y las separaciones. Las hendiduras se pueden transformar en abismos. O un modo desesperado por captar  luz. 

Aquello que los unió será lo mismo que los separe. 

4.- ¿Hasta que la muerte nos separe? ¿De qué muerte estamos hablando? Ya no es necesario que una de las dos personas muera para que se deshaga la pareja, sino sólo es necesario que perezca aquello que los unió y que no es necesariamente el amor.

Ante la amenaza de la pérdida de la pareja las personas desencadenan sus estrategias de lucha para retenerlo, recuperarlo o para prepararse a vivir sin esa valiosa posesión. La persona que intuye o se percata que su pareja se involucra con el (la) amante recurre a reafirmar el convenio de la posesión. 

En las mujeres la victimización es la actitud más socorrida, y la mayor de las veces, es auténtica. La mujer cae en depresiones y otras enfermedades, en celotipias, y en trastornos de la imagen corporal que la impulsan a meterse al gym, a la cirugía plástica, a los salones de belleza, a la religión y al esoterismo, a las artes adivinatorias, etc., y sin abandonar su tradicional papel de víctima, no tardará en agredir al supuesto verdugo pasándole las facturas de sus males, atándolo, dificultando sus actividades. 

La unión de dos que deciden unirse en un rito sagrado lo hacen para siempre, y aún si la muerte los separa, los planes divinos son trascenderse en la generación de los hijos. Hay una sensación de eternidad en esas uniones. Por eso la ruptura amorosa es una brutal discontinuidad del ser y la separación de los amantes puede ser vivida como una muerte.

"El silencio de la literatura psicoanalítica sobre la separación amorosa es tanto más sorprendente cuanto que el dolor producido por ella corresponde a uno de los más terribles que podamos soportar, si acaso lo podemos soportar como seres "normales". "El extrañamiento lento tras el distanciamiento mutuo es un largo y penoso proceso, comparable a una enfermedad crónica...", Igor Caruso, La separación de los amantes.

5.- Pese a que el amor siempre descarrila “Porque – escribe André Maurois- la enfermedad llamada amor pone en conflicto a nuestra inteligencia consciente y nuestra voluntad profunda”, el amor es como subirse al juego más emocionante y peligroso del parque de diversiones: cuando estás en el vértigo juras que no volverás a hacerlo, pero al bajarte buscas de inmediato la fila para volver a vivir esa experiencia aterradora y emocionante. Con el amante te ilusionas y comienzas de nuevo el alegre desfile hacia la desgracia o a una nueva felicidad.

**Los libros de este autor, Alfredo Espinosa, se encuentran a la venta en Librería Kosmos, a un lado de las Fuentes Danzarinas.

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