Chihuahua, Chih
“Hay muchos que en política solo hacen una pequeña excursión, como amateurs, y otros que la consideran y eso es para ellos, como un accesorio de importancia secundaria. Pero para mí, desde mi infancia, fue mi carrera, mi misión”: Alcide De Gasperi. Ex Primer Ministro Italiano (1946-1953).
Abro esta colaboración con una frase de Alcide De Gasperi, adalid de la democracia cristiana italiana, debido a que, el pasado sábado, se honró la memoria y el legado de un personaje cuya trayectoria discurrió en un espectro ideológico semejante al del finado Primer Ministro Italiano; me refiero al ex alcalde de Chihuahua (1983-1986) y ex líder del PAN, don Luis H. Álvarez, cuya trayectoria fue honrada en los muros del Congreso Estatal, a seis años de haber pasado a mejor vida.
A este respecto, las fuentes periodísticas consignan que la gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos, describió a don Luis como uno de los arquitectos de la democracia en México. Más allá de cuestiones ideológicas, esto es cierto, pues a don Luis le tocó recorrer, por años, las denominadas bregas de eternidad, para, en su madurez, poder ver cristalizado el propósito por el cual había luchado a lo largo de su fecunda existencia.
Empresario oriundo de Ciudad Camargo, don Luis desarrolló parte de esta faceta en Ciudad Juárez, llegando a presidir la Cámara de Comercio.
Años después, en la década de 1950, surgieron sus intereses políticos, cuando fue, sucesivamente, candidato a gobernador (1956) y a Presidente de la República (1958), enfrentándose a Teófilo Borunda (a la sazón mandatario estatal) y a Adolfo López Mateos (ex Presidente de México).
Su lucha no fue fácil. En aquel tiempo, el oficialismo, encarnado en el viejo PRI, funcionaba como una maquinaria electoral de estado y, en palabras del sociólogo Pablo González Casanova, “enfrentarse al PRI equivalía no enfrentarse a un partido, sino a la fuerza gubernamental en su conjunto”.
Pues don Luis, como un joven idealista, recorrió tempranamente aquellos caminos. En la década de 1950, marchó incluso, a la Ciudad de México para denunciar el proceso electoral que se había dado en el estado de Chihuahua.
Si, en la década de 1980, el “verano caliente” fue un parteaguas, don Luis ensayó algo semejante ¡decenios antes de que la voluntad popular se opusiera a los designios oficiales!
Al igual que el Dr. Salvador Nava y Arnoldo Martínez Verdugo, quienes desde la izquierda se opusieron al despotismo y abrieron la cancha electoral; don Luis se consolidó como un temprano precursor.
Posteriormente, en la década de 1980, su largo y sinuosa lucha pareció comenzar a dar frutos. Tras varias derrotas electorales, finalmente logró ser electo Alcalde de Chihuahua en las elecciones de 1983.
Cabe destacar, fue el primer Presidente Municipal de oposición de esta tierra, pues, hasta ese entonces, los priistas habían gobernado de manera consecutiva (y lo volvieron a hacer hasta 2004, cuando Juan Blanco se alzó con la victoria) y ningún otro partido había logrado conquistar el ayuntamiento.
De acuerdo a algunos de sus biógrafos, sus bonos le daban para disputar la candidatura a gobernador. Empero, en una elección interna, fue vencida por la (entonces) estrella emergente de AN: el alcalde de Juárez con licencia, Francisco Barrio.
No obstante, al visualizar el devenir fraudulento que tendrían los comicios, don Luis se puso en huelga de hambre en el Parque Lerdo. El impacto que tuvo aquel suceso fue tan fuerte que Heberto Castillo, un gran líder de la izquierda mexicana, vino al estado a convencer a Álvarez de que levantara la huelga, pues su salud estaba en riesgo y la democracia en México seguía siendo una asignatura pendiente que le correspondía a todos.
Tras su paso por la alcaldía, fue dirigente nacional del PAN (1987-1993). Su paso por la máxima dirigencia de su partido fue controversial, pues, aunque con su dirigencia se logró la consolidación electoral del PAN, algunos críticos le espetaron el haber pactado con el salinismo para lograr ese crecimiento, pues la bancada de AN apoyó las reformas neoliberales del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).
Al mismo tiempo, durante su gestión, se desprendió del PAN buena parte del sector demócrata cristiano que no estaba a favor del devenir neoliberal. Entre quienes defeccionaron estuvieron connotados militantes como Bernardo Bátiz (quien acabó confluyendo en las izquierdas y fue Procurador del DF durante la gestión de Andrés Manuel López Obrador), Jesús González Schmal (que tuvo un acercamiento semejante) y el ex líder del PAN, y precedesor de don Luis, Pablo Emilio Madero, quien acabó abrazando la causa del sinarquismo en la década de 1990.
En tanto otros, como José Ángel Conchello (ex líder del panismo en la década de 1970, y emisario del Grupo Monterrey) permanecieron en el seno del partido, pero conservando un talante crítico.
A pesar de aquellos claroscuros, la gestión de don Luis logró lo que ninguno de sus predecesores: ganar dos gubernaturas (Chihuahua y Baja California) y recibir otra con motivo de una concertacesión (Guanajuato).
Su lucha por la democracia avanzó, pero aún no terminaba. Pues mientras la derecha pudo ganar elecciones desde principios de 1990; la izquierda no podría alcanzar tal objetivo hasta finales de dicho sexenio, cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó la Jefatura de Gobierno del DF (1997) y Ricardo Monreal hizo lo propio con Zacatecas (1998) ¡Transición llena de luces y sombras y complejos acuerdos!
Finalmente, don Luis siguió trabajando hasta el final de sus días. Ya en el foxismo fue Comisionado para la Paz en Chiapas; así como titular de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y representante del gobierno federal en Juárez, durante la gestión de Felipe Calderón (2006-2012).
Ya no le tocó presenciar la tercer alternancia en el estado, pues, cuando Javier Corral ganó las elecciones de 2016, él ya no se encontraba entre nosotros. Empero, su largo y fecundo legado había rendido frutos, y parecía tener raigambre en su terruño querido.
En suma, considero que don Luis H. Álvarez contribuyó, con creces, a construir el sistema democrático del cual gozamos hoy día. ¡Incluir su nombre en el Congreso Estatal, es un acto de justicia histórica! Así como, en su momento, el Presidente López Obrador hizo bien en incluir en la Rotonda de los Mexicanos Ilustres a Arnoldo Martínez Verdugo y a Othón Salazar; las y los diputados han actuado en consonancia al honrar la memoria de don Luis.
La democracia se construyó desde diversas trincheras ideológicas ¡Honor a quien honor merece!