Chihuahua, Chih.
“Las relaciones con Estados Unidos no nos perjudican, ni nos benefician.. sino todo lo contrario”: Luis Echeverría Álvarez, ex Presidente de México (1970-1976).
El día de hoy, Luis Echeverría Álvarez, quien fuera Presidente de la República de 1970 a 1976, llega a su primer siglo de vida. Reafirma, así, su status del ex mandatario mexicano más longevo (superando por 20 años al panista Vicente Fox, quien, en julio de este año, arribará a las ocho décadas de vida); Salinas (74), Zedillo (70) y su sucesor, Felipe Calderón (quien en agosto cumplirá 60 años).
De manera semejante, LEA es también de los ex políticos más longevos a nivel mundial, superando al polémico ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger (98 años); al ex Presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter (97); a la Reina Isabel (96) y al ex mandatario brasileño, Fernando Enrique Cardoso (90).
De su generación y su gabinete, ya no todos sobreviven, aunque aún siguen activos figuras polémicas como Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Bartlett, Ignacio Ovalle y Augusto Gómez Villanueva (todos activos políticamente, y sólo el último sigue perteneciendo al PRI).
Hablar de Echeverría implicar abordar un personaje complejo, con muchas luces y sombras.
Fue tan polémico su actuar, que hasta dentro de lo que era su partido, el PRI, cuenta con muchos detractores –destacando el grupo relacionado con la tecnocracia y el neoliberalismo, que capturó al tricolor a partir de la década de 1980-; y en la izquierda no es un personaje muy querido, sobre todo por su contradictorio actuar, no obstante la proximidad ideológica que, a mi juicio, tuvo con esta corriente política durante su gestión.
Puedo decir que Echeverría tuvo una meteórica gestión, que le permitió ser Presidente de México siendo relativamente joven (a los 48 años).
Tras comenzar su carrera como secretario particular del Gral. Sánchez Taboada, fue, sucesivamente, subsecretario de gobernación (durante el sexenio de Adolfo López Mateos); Gobernación (durante el último año de la gestión de López Mateos y toda la de Díaz Ordaz, hasta ser ungido candidato), para, luego, llegar a Los Pinos en 1976.
Después de esto, Echeverría cumplió dos características que vienen a ser un parteaguas: hasta ahora, ha sido el último ocupante del Palacio de Cobián en llegar a Los Pinos (López Portillo era Secretario de Hacienda; y sus sucesores, ocuparon, todos, la extinta Secretaría de Programación y Presupuesto, otrora emblema de la tecnocracia) y, también, uno de los primeros mandatarios que jamás ocupó un cargo público antes de arribar a la Presidencia (pues Díaz Ordaz había sido Senador; así como Adolfo López Mateos; mientras Miguel Alemán y Ruiz Cortines se habían distinguido por ser gobernadores de Veracruz, previo paso a la política nacional).
Curiosamente, esta tendencia se rompió hasta cuando se dio la transición, pues Vicente Fox había sido diputado y gobernador de Guanajuato; y Enrique Peña Nieto fue gobernador del Estado de México; siendo la excepción Felipe Calderón, quien, aunque llegó a ser diputado, lo fue por la vía de la representación proporcional.
Como esgrimo en la primera parte de este artículo, la trayectoria de Echeverría está llena de claroscuros.
Su paso por Gobernación, y hay quienes le adjudican la responsabilidad por los hechos ocurridos en 1968; así como en la marcha del “Jueves de Corpus” (magistralmente retratada en “El Bulto” de Gabriel Retes), el 10 de junio de 1971.
Sin embargo, él siempre ha negado esa responsabilidad, no obstante que alguna vez fuese imputado por diversos delitos, durante el gobierno de Vicente Fox (2000-2006).
A contrapelo de Gustavo Díaz Ordaz, quien abiertamente reconoció el involucramiento de su gobierno en el ’68, Echeverría no lo hizo así. En una entrevista brindada a Rogelio Cárdenas Estandía, recopilada a manera de libro, el ex Presidente refiere que él no tenía el manejo de dichas tareas; mientras, el triste devenir del “halconazo” se lo atribuye al entonces regente del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez.
De hecho, los chivos expiatorios del sexenio en cuestión, para castigar tan lamentable suceso, fueron el propio Martínez; además de Julio Sánchez Vargas, a la sazón titular de la extinta Procuraduría General de la República (PGR, hoy FGR).
En el mismo tenor, a Echeverría se le atribuye también la represión que hubo contra las juventudes, la disidencia política y las izquierdas, con los cuales tuvo una relación contradictoria. Si bien lamentó, en uno de sus discursos de asunción, a los jóvenes caídos en el ’68; integró a algunos de ellos al régimen en turno (destacadamente a Francisco Javier Alejo y Sócrates Campos Lemus) y, en el ámbito internacional, tuvo una buena relación con los gobiernos de Fidel Castro, Salvador Allende y Leonid Brezhnev; en el interior, las guerrillas fueron perseguidas, y tuvieron en la Dirección Federal de Seguridad (DFS) un brazo político para apaciguar las disidencias.
Por otro lado, su relación con la prensa fue compleja también, sobre todo con los medios de comunicación críticos.
Durante algún tiempo tuvo cierta tolerancia al Excélsior de Julio Scherer –conocido por su talante crítico-; no obstante, en el ocaso de su sexenio, se dio una especie de golpe de estado, perpetrado por Regino Díaz Redondo, en el cual estuvo confabulado el gobierno federal, que dibujó la terrible problemática como un “pleito entre ejidatarios y particulares” donde no estaba inmiscuida la libertad de expresión.
No obstante, a pesar de que toda esta estela de controversiales acciones, han dejado mal parado al gobierno de Luis Echeverría, puedo considerar que sí hubo hechos positivos.
En este renglón, esgrimo que, durante este sexenio se apoyó a la educación, pues se construyeron diversas escuelas: como la UACJ; además de haber sido creado el CONACYT y se construyó el nuevo Colegio Militar en la Carretera a Cuernavaca en la Ciudad de México.
Además, durante la administración en cuestión, se profundizó el programa nuclear mexicano (que había sido comenzado desde el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines), comenzando a barajarse la idea de la construcción de la actual nucleoeléctrica de “Laguna Verde”.
Como cereza en el pastel, se podría decir que hubo grandes proyectos en la época referida (comienza la gestación de Cancún y Bahía de Banderas).
Empero, algunos no se cristalizaron por la mala ejecución de los mismos, porque a la postre resultaron inviables, o por la crisis que terminó hundiendo al final de su administración, pues la estabilidad monetaria que primó durante casi tres sexenio, vino a romperse, justamente, cuando Echeverría decidió alterar los cimientos del desarrollo estabilizador y hacerlo compartido.
Habría que ver cómo trata la historia contemporánea a Echeverría. Los neoliberales deslizaban que él y su sucesor (José López Portillo) eran “irresponsables y populistas que habían llevado al país al endeudamiento y a la decadencia”.
Esto mismo ¡Estuvo a punto de ser incluido en los propios libros de la SEP! Empero, un reclamo enérgico del ex Presidente, sació aquellos ánimos.
Sin embargo, los tiempos parecen haber cambiado. Para la 4T, los villanos de la historia son los tecnócratas y, a contrapelo de parte de la vieja visión de la izquierda –que criticaba al PRI en su conjunto-; la narrativa obradorista sólo critica al PRI neoliberal, pero dice poco del nacionalismo revolucionario.
Si lo viésemos así, quizás Echeverría quedara exculpado, pues el propio López Obrador comenzó su carrera política en el PRI setentero.
Además, como todo cambia, habría que ver si el ex Presidente sigue siendo priista a estas alturas de su vida; puesto que el PRI en el cual le tocó militar, era muy distinto al contemporáneo.
Aunado a ello, gente cercana a él ha laborado en este gobierno, destacadamente su viejo secretario particular (Ignacio Ovalle); Manuel Bartlett (CFE) y Porfirio Muñoz Ledo.
Quizás Echeverría sienta más cercanía con AMLO (y con MORENA); que con Alito Moreno y el PRI que confabula alianzas con sus adversarios de antaño. Pero eso difícilmente lo sabremos.
Aquí solamente anotamos los hechos, y nuestras opiniones, tratando de ser objetivos. Esta es mi humilde opinión.