Chihuahua, Chih.
En la política, la construcción de un muro es mucho más que un distanciamiento o un resguardo, es mucho más que una cerrazón o un encierro.
Un muro es una estrategia de guerra. El acto de levantar murallas puede entenderse como un acto político de guerra. Foucault reinterpretó la sentencia de Clausewitz al afirmar que: “La política es la continuación de la guerra por otros medios”.
En las decisiones de la política se dejan ver acciones que en el fondo son estrategias de guerra. Los orígenes históricos de las murallas están íntimamente relacionados con decisiones de guerra, que tienen por objetivo proteger determinados territorios ante la incursión o la invasión del enemigo.
La Muralla China, cuya construcción se extendió durante varios siglos, es una de las arquitecturas de guerra más emblemáticas en los intentos por protegerse de los ataques enemigos. En la Edad Media, alrededor de los castillos se levantaron murallas o fosas para proteger los territorios de un reinado político ante las incursiones de guerra.
El acto de colocar un conjunto de muros metálicos alrededor del Palacio Nacional puede interpretarse como un acto que se traslada del territorio de la guerra al territorio de la política.
Junto con el muro metálico que se despliega alrededor del Palacio Nacional el 8 de marzo del 2021, se anuncia el despliegue de 1,500 mujeres policías para proteger el edificio desde el cual despacha Andrés Manuel López Obrador.
El lenguaje político de guerra es evidente en los hechos. Aunque no quedan claras las dimensiones de la guerra abierta o encubierta que ya tiene lugar entre el lópezobradorismo y el feminismo.
En el discurso de López Obrador y de una gran parte de la miltancia de Morena, se dejan ver una serie de contradicciones ante los reclamos del feminismo.
Por un lado, se afirma que la 4T y Morena han acompañado e impulsado las demandas del feminismo. Por otro lado, ha quedado manifiesto el bloqueo ante las demandas del feminismo por parte del ejecutivo federal, de Morena, del congreso federal y de algunos congresos locales.
Las relaciones que se han establecido entre el gobierno lópezobradorista y el feminismo es uno de los territorios más contradictorios y más paradójicos para la izquierda que ha asumido el poder.
Las decisiones que ha tomado el lopezobradorismo ante el feminismo y sus reclamos, han sido un conjunto de equivocaciones que han llevado a una ruptura de facto, que desde luego tendrá repercusiones que van más allá de lo meramente electoral.
Por lo pronto, por parte del gobierno de López Obrador, no hay indicios de que en el corto plazo se vayan a tomar decisiones para dar un viraje en las maneras de entender y tratar los reclamos del feminismo en México.
El distanciamiento y las confrontaciones que se han dado entre el lópezobradorismo y el feminismo, han ido en aumento a lo largo del último año.
Aquí cabe hacerse algunas preguntas que no han sido respondidas con claridad:
¿En términos ideológicos y políticos, de qué tamaño es el distanciamiento y la confrontación abierta, entre el gobierno de López Obrador y el feminismo?
¿En los más de tres años que le restan al actual gobierno federal, la intención es darle continuidad al distanciamiento y la confrontación abierta con el feminismo, que han tomado la forma de estrategias de guerra?
¿A partir de este distanciamiento y esta confrontación, cuáles serán los efectos en el corto y mediano plazo en lo electoral y más allá de lo electoral, para la izquierda en México?