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Los saqueadores son los profetas del neoliberalismo

Los saqueadores son los profetas del neoliberalismo 4 de marzo de 2017

Leonardo Meza Jara

I

Las piedras se estrellaron contra los cristales, las puertas y los grandes aparadores de los supermercados y tiendas de autoservicio fueron lapidadas. Las manos y los cuerpos que lanzaron esas piedras siguen siendo una muchedumbre, una colectividad imprecisa, que se extendió a lo largo de varios estados del centro del país: Veracruz, Puebla, Estado de México, Hidalgo… El saqueo vino enseguida y llegó a televisarse en vivo, por las redes sociales o por la prensa.

Personas vaciando los estantes de los productos básicos, cargando aparatos electrodomésticos, tratando de escabullirse ante los policías que intentaban detenerlos. Aquello era una orgía cuyas raíces más próximas pueden rastrearse hasta los pasadizos del neoliberalismo. El saqueo como forma de pillaje ha tomado un rostro al que hay que desentrañar.

Las grandes compañías trasnacionales saquean los recursos mineros de nuestro país y de otras naciones en América Latina. Las compañías petroleras y de explotación del gas, recién tienen abiertas las puertas en México para apoderarse indiscriminadamente de los hidrocarburos. Las grandes cadenas comerciales se apropian de los territorios urbanos y se aprestan a saquear los bolsillos de los consumidores.

Y aunque la legalidad de los saqueos de las empresas y consorcios, tiene un soporte en diversas leyes primarias y secundarias (tal como lo refieren las reformas neoliberales emprendidas durante los gobiernos priistas y panistas de 1980 hasta la fecha), son éticamente cuestionables y políticamente debatibles.

El fondo ideológico de los saqueos, es la apropiación y explotación de bienes materiales e inmateriales para producir y acumular riqueza de manera incesante, hasta el último televisor que pueda ser saqueado, hasta el último yacimiento petrolero que pueda ser explotado, hasta el último tramo de las finanzas públicas que puedan ser robadas con la intención de acrecentar una fortuna personal o familiar. La lógica es la misma: saquear para tener más o para enriquecerse.

Uno de los rastros neoliberales más nítidos que surge con las recientes movilizaciones en contra del gasolinazo en México: es la figura del “saqueador”, que requiere ser y pensada a profundidad.



II

Hay una serie de figuras que han irrumpido en la historia reciente, son actores cuya composición se enreda entre diversos hilos que deben ser analizados en un tejido complejísimo: entre lo histórico, lo político, lo ideológico, lo social, lo económico, lo psicológico, etc.

Algunas de estas figuras son la del político, el empresario, el ciudadano, el consumidor, el protestante, el migrante, etc. Estas figuras resultan confusas y es complicado, pero no imposible, establecer sus cualidades específicas. Por ejemplo, la figura del ciudadano se cruza de manera trágica con la del consumidor.

¿En las primeras décadas del siglo XXI, alguien es más ciudadano que consumidor o más consumidor que ciudadano? ¿Cuándo se deja de ser ciudadano para ser consumidor o a la inversa? Con las figuras del político y el empresario sucede lo mismo.

El caso de Carlos Slim resulta emblemático en estos momentos en México, es un empresario que parece comenzar a tejer hacia una posible candidatura a la presidencia del país en 2016. Los empresarios desean ser políticos, tal como lo hace Donald Trump y como lo hizo el Chacho Barraza en Chihuahua en el proceso electoral local de 2016.

Y los políticos desean ser empresarios, tal como César Duarte lo hizo al convertirse mediante artimañas y actos de corrupción en uno de los mayores impulsores y socios de Unión Progresa en Chihuahua. Estamos hablando de figuras que como actores y sujetos, se ubican en encrucijadas de traslapes e imprecisión, pero no en pantanos de indefinición. Desde luego que en estas figuras cabe la presencia de la ambigüedad y de la vaguedad, pero eso no debe llevarnos a pensar en ellas mediante conceptos o metáforas interpretativas que pretendan alzarse de manera cerrada y totalizante.

Tal es el caso de Zigmunt Bauman, que ha intentado teorizar a nuestra era a partir de la metáfora de “lo líquido”. Aludiendo a Bauman, con toda facilidad pudiéramos decir que, teniendo estas figuras un comportamiento “líquido” y “no sólido”, “maleable” y “circulante”, pasan de un lado a otro y se ubican en un plano de indefinición.

No es así, no tiene por qué serlo. La figura del “saqueador” no tendría por qué ser conceptualizada de manera totalizante a partir de la metáfora de “lo líquido”, que trae consigo una postura relativista.

Lo que aquí se atisba es que, los procesos a través de los cuales los sujetos pasan de ser ciudadanos a ser consumidores, o de ser empresarios a ser políticos, etc., no se definen de manera determinante a través de la metáfora de “lo líquido” de Bauman, que implica mutación y disolución. Más bien, lo que está detrás de los trocamientos (cambios) de estos procesos de dobles o múltiples actores, dobles o múltiples jugadas, dobles o múltiples territorialidades, son maneras de esconderse y escabullirse.

Lo que define a la figura del “saqueador” es esta condición de esconder y escabullir, de procurar darle continuidad al saqueo, sin dejarse ver y sin dejar que se vean sus estragos.

Esa cuestión queda delatada con las movilizaciones que tuvieron lugar en los primeros días de enero de 2017 en algunos estados del centro del país. Los saqueadores fueron filmados y sus actuaciones quedaron registradas en imágenes con una desnudez que amerita ser desentrañada a profundidad. La pregunta no es, ¿quiénes fueron estos saqueadores?, sino: ¿qué son estos saqueadores?, ¿cuál es su espacio de acción social, política y económica?, ¿qué los define en estos tiempos en que comienzan a desantrañarse los adentros del neoliberalismo?



III

Los saqueadores que fueron filmados suplantaron a la figura del ciudadano que buscaba una protesta social legítima ante el gasolinazo, y terminaron desvirtuando a la lucha por un México mejor. Los saqueadores se infiltraron a través de las redes sociales y de la movilización que terminó siendo manipulada, descalificada y criminalizada.

Su manera de operar fue subrepticia y jugaron un papel confuso: como causantes y como efectos del caos y la incertidumbre, como saboteadores del espacio de lo social, lo político y lo económico.

Los saqueadores operaron tras cortinas de humo, entre la confusión y el caos. ¿Qué es lo que está detrás de una masificación negativizada en el saqueo que fue filmado en los días recientes, en medio de la incertidumbre y el caos inducidos, que terminaron desvirtuando y criminalizando a la protesta social?

¿Quién es el que saquea a quién? ¿Quién era el afectante y quién el afectado? ¿Dónde se localizan las fronteras entre el derecho (lo jurídico) y lo justo (lo social, político y ético)? El mandamiento neoliberal va quedando desnudo en su rapacidad desbocada: saqueaos los unos a los otros, porque el botín no es infinito, aunque lo parezca.

Lo que hay que desentrañar, entonces, son los mecanismo a través de los cuales se esconden y escabullen la figura del saqueador y el acto del saqueo, que como signo histórico dan a notar el fondo de un abismo que se manifiesta como crisis de nuestra civilización.

Los saqueadores son los profetas del neoliberalismo. Los estantes vacíos, las tiendas y centros comerciales desordenados y saqueados, son el mundo que sigue, cuando los recursos naturales comienzan a agotarse y la lucha por un pedazo de lo que sea, se convierte en el pan de cada día…

Leonardo Meza Jara

Maestro, escritor y analista político.