Chihuahua, Chih.
Pues vaya que se va conformando -para el gobierno de la 4T- lo que es ya un clásico: La tormenta perfecta; por un lado, las masivas concentraciones femeninas y los acontecimientos económicos y sanitarios, desatados por el coronavirus y la baja del petróleo.
La doble jornada del 8 y el 9M del fin de semana anterior, con una masiva afluencia de cientos de mujeres en la mayor parte de las ciudades mayores y medianas del país -con una sobresaliente concentración en la capital del país- se convirtió en uno de los principales dolores de cabeza para el presidente López Obrador.
Y se convirtió en eso, no porque la movilización tuviera como eje la oposición a su gobierno, sino porque, dolorosamente, no fue capaz de comprender la profundidad de las motivaciones que llevaron a decenas y decenas de miles de mujeres a repudiar, sí al machismo, sí a la desigualdad, sí, a la discriminación, pero, fundamentalmente, a la violencia.
Ya no la aguantan las mujeres, de todos los colores, de todas las clases sociales, de todas las creencias religiosas, de todas las preferencias sexuales, de todas las condiciones económicas, de todas las preparaciones académicas.
Fue impresionante constatar que, incluso quienes habían dado cuenta de ella, -de la violencia en contra de las mujeres- se quedaron -nos quedamos- cortos, porque la violencia desatada en contra de las mujeres (Y siempre será necesario recordar que se desata solo porque son mujeres) no es solamente en el ámbito público, sino, también, en el entorno privado y que, por desgracia, a veces es peor en la casa.
Eso fue lo que motivó fundamentalmente la afluencia de la mayoría de las mujeres a los actos del 8 y 9 de marzo, el de expresar su indignación, su rechazo, su impotencia, su desamparo ante una violencia desatada en todos los ámbitos de su vida.
Por esa razón, las movilizaciones del 8 de marzo fueron más impactantes que las del día siguiente, porque prevaleció más en el ámbito femenino el rechazo a la violencia que el de mostrarle a la sociedad mexicana la importancia de la participación femenina en la vida pública y laboral de la nación entera.
Por supuesto que en los días previos, los opositores al gobierno y los reaccionarios pretendieron adueñarse, apropiarse, montarse o dirigir tales jornadas.
Y así sucederá en todos los casos, algo que el morenaje no alcanza a comprender, ni a asimilar, que su oposición intentará capitalizar todas las expresiones de descontento hacia la 4T.
Ese es el papel de la oposición ¿Porqué se sorprenden de ello?
Al igual que Morena, los opositores al gobierno de López Obrador fueron sepultados por el alud verdi-guinda de las manifestantes; que desaparecieron, ante la masiva concentración, a las viejas dirigencias feministas y dieron pie a la aparición de una nueva dirigencia social, integrada casi exclusivamente por jóvenes; todas, irreverentes ante los poderes fácticos y formales, con una impresionante capacidad de elaboración teórica sobre las causas del feminismo, con un activismo verdaderamente impresionante y con un desprendimiento ejemplar.
Estamos ante el nacimiento de una nueva generación del liderazgo social, porque fueron capaces de contribuir a crear las condiciones para la masiva manifestación, debido a que sí supieron interpretar -porque lo hayan deducido, o porque son víctimas de algún episodio de la violencia denunciada- que posee algunas cualidades, muy diferentes, y no es una exageración asentarlo, indudablemente a las de los liderazgos del pasado pues no existen los afanes protagónicos, que rechazan los caudillismos y las pretensiones individualistas.
Es un liderazgo horizontal que no está sujeto a las formalidades de las antiguas formas de la lucha social.
Frente a eso, el liderazgo de López Obrador se desdibuja, preso de su rivalidad con la vieja clase política, que indudablemente existe y cuya principal manifestación es la de la mayoría de conductores y analistas de las principales cadenas de televisión, pero que, paradójicamente el principal proveedor de argumentos es, precisamente, el presidente.
Así, por ejemplo, el movimiento social -feminista- le arrebató el control de la agenda nacional, la que debió recoger y ponerla como parte de la propia de la 4T.
En lugar de ello, dijo que no modificaría los objetivos, ni la estrategia que se planteó en el tema de los derechos de las mujeres, precisamente cuando un día antes cientos de miles de mexicanas le gritaban cuales debieran ser los temas de las preocupaciones del gobierno federal.
Aún está a tiempo.
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