Los reblandecimientos del voto duro

Los reblandecimientos del voto duro 27 de julio de 2018

Leonardo Meza Jara

Chihuahua, Chih.

En las elecciones presidenciales del 2006 y el 2012 el fenómeno del voto duro se manifestó todavía con una presencia considerable: los panistas, los priistas, los perredistas, los panalistas, etc. eran agrupamientos de ciudadanos que tenían claras una militancia partidista y una simpatía electoral que se traducían en votos asegurados.

Antes del 2018, para los partidos de izquierda o de derecha, el voto duro parecía ser un voto asegurado, un voto blindado sobre cualquier posibilidad de viraje ideológico o de traición política.

Las elecciones del 2018 están marcadas por un reblandecimiento y una fluctuación cuantitativa y cualitativa del voto duro, y por ende de la simpatía y la militancia.

Lo que llevó al triunfo de Javier Corral en las elecciones del 2016 fue una alianza fraguada a partir de la participación política de Unión Ciudadana. Lo que le permitió ganar la elección del 2018 a López Obrador fue una alianza encaminada a partir de un movimiento que no se constituye todavía como partido en términos ideológicos y programáticos. En torno al triunfo de Corral y el triunfo de López Obrador no hay una militancia o una simpatía fuertes traducibles al voto duro. Los triunfos de Corral y López Obrador son parte del fenómeno de la fluctuación del voto, bajo una lógica que amerita ser analizada mucho más allá de la mera alternancia en un régimen democrático.

Los priistas arraigaron su voto duro en una estructura electoral presupuestalmente aceitada lo mismo por las finanzas electorales que por las finanzas gubernamentales. Otra parte del voto duro del priismo siguió estando en los sectores obrero, campesino y empresarial, aunque de forma disminuida. Los ríos de dinero que los priistas han invertido en las elecciones han sido el motor de un voto duro que se desmorona de manera estrepitosa después del 2018. El voto duro del priismo ha sido un voto pragmático fijado en los intereses de poder y de dinero. El voto duro del priismo se desintegra a la par que se desintegran las vías de financiamiento de ese partido. En los años por venir, lo que vaya quedando del voto duro priista será el voto residual de una militancia y una simpatía que fueron artificiosamente infladas por el dinero y la corrupción.

El voto duro de los panistas tuvo un clímax en las luchas electorales de la década de 1980, cuando ese partido luchaba por la democratización del país y por el bien común que procuraba una justicia social conservadora. El voto duro del PAN de finales del siglo XX estaba todavía cargado de una enorme dosis de romanticismo político, fijado en el ideario de Gómez Morín. Bastaron dos décadas para que el romanticismo de voto duro panista se convirtiera en pragmatismo o en fracaso. La operación política tejida por Ricardo Anaya alrededor de su candidatura, cimbró al voto duro del panismo que todavía no termina de resquebrajarse. En el 2018 el voto duro del PAN se fragmentó, y no hay garantías de que el próximo nombramiento de la dirigencia nacional de este partido lleve a la sanación de las rupturas. Aunque el triunfo aplastante de López Obrador es un factor que puede retroalimentar a la postura opositora del panismo, y por ende a su voto duro.

El voto duro de la derecha y el voto duro de la izquierda se perfilan hacia una polarización y una confrontación entre el panismo y el morenismo en los años siguientes.

El voto duro del Partido Nueva Alianza, es un voto del neocorporativismo sindical que tenía que ver directamente con los cerca de 80 mil comisionados que el SNTE mantuvo en sus oficinas hasta antes de la reforma educativa peñanietista. Esos cerca de 80 mil comisionados se encargaban de mantener en funcionamiento a la maquinaria electoral del Panal para garantizar un voto duro estable. Pero con la reforma educativa los miles de comisionados pasaron a ser unos cientos. A su vez, el voto duro del Panal fue roto por el descontento de los maestros ante la reforma educativa y por la alianza que los operadores de Gordillo tejieron con la candidatura de López Obrador. Al perder el registro, el voto duro del Panal, que era un voto de un solo dígito en los porcentajes electorales, se desintegró.

Esto último no significa la desaparición de una fuerza electoral anclada en la organización sindical de los maestros. En adelante se verá si los grupos políticos al interior del SNTE tienen la capacidad de reconstruir al voto duro del Panal, si forman otro partido o se convierten en apéndice de otra agrupación política.

Desde 1980 hasta la fecha, el voto duro de la izquierda pasó de una fuerte militancia ligada a la izquierda histórica del siglo XX a una militancia fraguada en el aliancismo del PRD y de Morena. El voto duro de la izquierda de finales del siglo XX es un voto aliancista que se ve reflejado en la composición fluctuante de Morena. También en la izquierda, el voto duro quedó atravesado por dosis de romanticismo ideológico y dosis de pragmatismo en la operación política. Entre lo romántico y lo pragmático, el voto duro de la izquierda en México es un voto inestable.

El PRD tuvo un voto duró que se deslizó hacia Morena en las elecciones del 2018. Morena no tiene todavía un voto duro bien definido, tampoco tiene un perfil ideológico y político claro. El voto duro morenista está en un proceso de transición en cuanto a su consolidación ideológica y su cuantía en el número de militantes y simpatizantes.

El triunfo de Morena fue generado por la presencia de un voto flotante, derivado del hartazgo ciudadano y de una serie de escisiones que se convirtieron en alianzas. El sexenio de López Obrador será un laboratorio de reproducción y sostenimiento del voto duro que tendrá la izquierda electoral en México.

En Chihuahua, el bastión del posible voto duro morenista es Juárez, un islote ideológico y político que en tres décadas mutó del priismo hacia el panismo, que regresó al priismo, que le abrió las puertas a una candidatura independiente que no era tan independiente, y que ahora se define por el morenismo. La historia del voto en ciudad Juárez en las últimas décadas, es una historia de vuelcos y extrañezas.

Algunas conclusiones pueden plantearse al analizar el llamado “voto duro”:

- El voto duro puede modificarse abruptamente en determinadas coyunturas y bajo ciertas condiciones, tal como sucedió en las elecciones del 2018.

- El voto duro es mucho más que un voto romántico, es mucho más que un voto ideologizado. Es un voto que está en juego bajo las inercias y los hechos pragmáticos de las coyunturas políticas

- El voto duro no es un voto plenamente solidificado. El proceso electoral del 2018 nos mostró las fisuras, los resquebrajamientos y las fluctuaciones del voto duro.

- El voto duro tiene en sus mismos adentros un territorio no sólido, un territorio inestable y gelatinoso que se ve reflejado tanto en su composición ideológica como en sus implicaciones pragmáticas

- Todo lo anterior nos lleva a pensar en los mecanismos de reblandecimiento del voto. Los primeros procesos electorales del siglo XXI en México, son un escenario para analizar los mecanismos a partir de los cuales el voto pierde su dureza.

Leonardo Meza Jara

Maestro, escritor y analista político.