Chihuahua, Chih.
Lo más sustantivo de la izquierda mexicana en los últimos 50 años está definido por la lógica electoral. Con la reforma electoral de 1977 en México, esta fuerza política se institucionalizó y colocó su ideario en la búsqueda del poder a través del voto. La izquierda que había mantenido su participación en la clandestinidad del Partido Comunista Mexicano, la guerrilla, las luchas sindicales y otro tipo de organizaciones populares, fue conducida hacia el territorio electoral bajo la promesa de la transición democrática en México. Desde entonces, esta fuerza política ha caminado a través de los laberintos electorales.
Las elecciones en México, cuya premisa es la transformación del país a través de la democratización, tienen la forma de un laberinto que se ha convertido en un encierro. Este laberinto electoral está formado por instituciones, procedimientos, leyes y votos que se apilan, formando muros y pasadizos elección tras elección.
La idea del “laberinto” puede rastrearse hasta la mitología griega a partir del mito de Teseo y el minotauro. En la literatura y las ciencias sociales, diversos autores han usado a la idea del “laberinto” en sus escritos. Octavio Paz señaló los laberintos existenciales e históricos del mexicano en el libro “El laberinto de la soledad”.
Esta misma idea fue usada por Claudio Lomnitz para significar a la cultura y la ideología del mexicano (“Las salidas del laberinto. Cultura e ideología en el espacio nacional mexicano”, 1995). En este artículo, la idea del laberinto se emplea como una analogía para pensar al territorio ideológico, político e histórico en el cual está atrapada la izquierda mexicana y la política en general.
Quien entra a un laberinto se encuentra rodeado por una serie de muros y pasadizos que significan un encierro. Pero los caminos que se abren a través de los pasillos del laberinto hacen posible que el encierro no se convierta en una captura definitiva. El laberinto nos permite pensar en la salida del encierro.
Alguien que está atrapado entre cuatro paredes percibe que el encierro es definitivo en el espacio de su captura. Lo que está detrás de las paredes solo puede ser recordado o imaginado. Cuando se está encerrado entre cuatro paredes, pensar la existencia del otro lado de los muros termina convirtiéndose en una angustia. Psicológicamente, el encierro entre cuatro paredes es una de las formas más reales de la angustia.
Pero alguien que está atrapado en un laberinto formado por muros y pasadizos que no traen consigo un encierro definitivo, vive la posibilidad de seguir avanzando hacia adelante, hacia un futuro alternativo que puede conducir a la salida del laberinto. El tiempo del laberinto es un tiempo que corre hacia adelante, que históricamente se desplaza hacia la posibilidad de salir del encierro.
Los laberintos electorales de la izquierda en México han tenido momentos que se asoman a la posibilidad de una salida.
El primero de estos momentos tuvo lugar en 1976, cuando el líder histórico de la izquierda mexicana, Valentín Campa, participó sin registro en la elección presidencial. En aquel entonces, Valentín Campa obtuvo casi un millón de votos que tuvieron que ser anulados. El Partido Comunista Mexicano no era todavía reconocido como una institución política que podía participar formalmente en las elecciones. La Ley que permitió la participación electoral del Partido Comunista Mexicano fue aprobada un año después.
Las elecciones de 1979 fueron el segundo momento que permitió atisbar una salida al laberinto electoral de la izquierda. Mediante la figura de la representación proporcional concebida a través de las candidaturas plurinominales, el Partido Comunista Mexicano logró colocar a 18 diputados en el Congreso Federal. Desde ese entonces, las elecciones y los votos se convertirían en la inercia que ha regido los destinos de la izquierda en México.
Los otros dos momentos que han dibujado la posibilidad de una salida del laberinto electoral para la izquierda tuvieron lugar en la elección de 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas, y en la elección de 2006, con Andrés Manuel López Obrador. En estas dos ocasiones la izquierda partidista en México estuvo muy cerca de salir del laberinto, al asomarse al triunfo en la elección presidencial.
Las elecciones del 2018 son otro momento en el cual se atisba una posible salida del laberinto electoral para la izquierda partidista en México. El proceso electoral en curso permite identificar algunos indicios del laberinto en el cual está encerrada la izquierda.
Sin lugar a dudas la consistencia más densa de los muros y pasadizos que le dan forma al laberinto de la izquierda, está determinado por las fuerzas vivas del neoliberalismo (los empresarios y los organismos económicos nacionales e internacionales). El encierro de la izquierda en un laberinto ideológico, político e histórico, está trazado por las limitaciones impuestas por el triunfo parcial del neoliberalismo en el siglo XXI. Los muros y pasadizos de este laberinto han adelgazado ideológica y políticamente a la izquierda hasta llevarla a la postura de la socialdemocracia.
Esta postura está marcada por los distanciamientos del marxismo. La izquierda ideal del neoliberalismo es la izquierda reformista que abandona al marxismo y que evita criticar o dislocar a los principios ideológicos y políticos del neoliberalismo. De forma directa o indirecta, la socialdemocracia o tercera vía, trae consigo una disolución ideológica y política de la izquierda. Este es el mayor triunfo del neoliberalismo en el siglo XXI.
Queda claro que los muros y pasadizos del laberinto electoral de la izquierda mexicana han sido definidos por fuerzas que le son externas a esta fuerza política. En el caso específico de la elección del 2018 es notorio que algunas de esas fuerzas que antes eran distantes y externas a Morena, han sido interiorizadas a través de una serie de alianzas con segmentos del priismo, con un partido de la ultraderecha religiosa en México y con una parte sindicalismo corporativo encabezado por Elba Esther Gordillo.
En las elecciones del 2018 hay una serie de muros y pasadizos que la izquierda de Morena ha construido para sí misma en una serie de jugadas pragmáticas. Esta cuestión estará limitando la posibilidad de transformar al país en caso del triunfo de Andrés Manuel López Obrador. En el laberinto electoral del 2018, la política de alianzas de la izquierda partidista mexicana ha trazado una serie de muros y pasadizos que dificultarán el avance del programa de gobierno en caso del triunfo.
Lo anterior, nos lleva a deducir que los laberintos de la izquierda no están sujetos estrictamente a la lógica electoral, sino que estos laberintos se extienden hasta el momento en el que se ponen en marcha los programas de gobierno. En caso de un triunfo, el laberinto se estará desdoblando desde lo electoral hasta el momento del ejercicio del poder.
Estamos hablando de un laberinto que lo mismo puede bloquear el arribo de la izquierda al poder, que bloquear un ejercicio de gobierno que trace cambios de fondo en la organización económica, política y social de un país o una región del mundo. Los casos de Brasil y Argentina, en donde la izquierda ganó las elecciones presidenciales y las perdió posteriormente, son ilustrativos en este sentido. Los muros y los pasadizos del laberinto van trazando los avances, los estancamientos y los retrocesos políticos de la izquierda.
Es muy posible que los laberintos en los cuales está atrapada la izquierda en México se muestren con mayor densidad y dificultad en el momento de ejercicio del poder. Los laberintos electorales de la izquierda en los años de 1988, 2006 y en las elecciones del 1 de julio del 2018, serán mucho menos densos y complicados que el laberinto que se irá trazando para la izquierda partidista en caso de llegar a la presidencia Andrés Manuel López Obrador.
Todos los que hemos militado en la izquierda, deseamos que Morena y el lópezobradorismo no vayan a extraviarse en los laberintos electorales o poselectorales. Aunque ya hay indicios de algunos extravíos en este sentido.
Sin lugar a dudas, el único hilo de Ariadna que nos queda para ir trazando las salidas de estos laberintos, es la ética que se manifiesta como indignación ante cualquier forma de injusticia. La ética bajo la forma de la indignación y la resistencia seguirá siendo el camino de mayor luminosidad para avanzar en los laberintos de la izquierda.