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Los informes y la miseria del poder

Los informes y la miseria del poder 6 de octubre de 2017

Leonardo Meza Jara

Chihuahua, Chih.

I.- Las puertas vigiladas por los guardias de seguridad del Palacio de Gobierno en Chihuahua son un dispositivo de inclusión y exclusión, son formas de estar cerca o estar lejos del gobernador Javier Corral al rendir su primer informe de gobierno. El acto de cerrar y abrir las puertas administra la entrada de algunos cientos de personas. Es la clase política más cercana del poder en turno en el gobierno estatal. Entre los de adentro y los de afuera, se traza una distancia que al paso del tiempo se convierte en una separación irresoluble.

El pase que permite la entrada es una invitación girada directamente por el gobernador. Algunos de los invitados guardarán aquella invitación como una evidencia notoria de su historia personal, una muestra de que fueron convidados del poder.

Para los invitados, hay una serie de recomendaciones sobre la ropa que deben vestir para acudir al evento. Si estas recomendaciones no se expresan por escrito o verbalmente, se hacen presentes de una u otra forma en el imaginario de los asistentes. La formalidad en el vestir es una evidencia de las aspiraciones estéticas de la política, es una evidencia de que la política aún sueña con la belleza y la perfección, aunque sea de esta forma tan frívola y banal. ¿Cuántos trajes tiene guardados un funcionario público en su clóset? ¿Cuántas camisas y pares de zapatos hacen fila para ser usados a lo largo de una carrera política? Para los integrantes de la clase política comprar un traje caro y mantener bien surtido el clóset es un asunto de primera necesidad, aunque el buen vestir se mantenga a distancia del buen servir.

En los informes de gobierno el poder se mira desnudo tal cual es. Y aunque el poder pretende mostrar su presencia y su fuerza de manera ostentosa, termina mostrando también su miseria. Estos eventos traen consigo la memoria histórica de las ceremonias suntuosas que los monarcas organizaron durante la edad media para mostrar el ejercicio del poder mediante reverencias y protocolos que debían seguirse al pie de la letra.

El montaje se organizó días atrás: las sillas acomodadas en el patio, la plataforma para ubicar el presídium de los miembros del gabinete, los lugares destinados a la prensa, las cámaras y bocinas para transmitir el evento, y el pódium que tomó el lugar central, el pódium que asemeja un altar y que terminará siendo mirado religiosamente por los cientos de invitados.

Después de pasar las puertas, los invitados se dieron cuenta que los lugares no se ocupan de manera azarosa, los lugares se asignan. Quienes tienen experiencia en esos eventos lo saben con claridad. Hay una planeación estricta para ubicar a los invitados en el lugar que les corresponde. Igual que se acomodan las piezas del ajedrez, los invitados ocuparon sus lugares mientras saludaron a los amigos y conocidos. Entre los asistentes se dieron pequeñas charlas, pero las palabras más notorias del evento fueron un monólogo seguido de aplausos y salutaciones, un monólogo que convirtió a los asistentes lo mismo en sujetos de utilería que en aduladores garantizados.

En el momento más esperado de la tarde surgió la voz del gobernador. Cuando Corral comenzó su discurso, el “nuevo amanecer” tomó la forma de las palabras que salieron de su boca durante una hora y 20 minutos, eran las seis de la tarde. Cuando Corral terminó su discurso la noche comenzaba a caer sobre la ciudad de Chihuahua.

II.- Hay algunos avances, eso es innegable. Corral dio cifras y evidencias de los avances en el ahorro presupuestal, el combate a la corrupción y el rescate del Vivebús. Pero lo que se mostró como avances es muy poco. Para medir los avances en el gobierno de Corral hay que poner, de un lado, la talla de lo prometido en la campaña del 2016, y del otro lado, la dimensión de los logros obtenidos. Durante la campaña, el actual gobernador pronunció discursos de un contenido prometedor y de un tono efusivo. Corral prometió demasiado y haciendo uso de sus habilidades oratorias, le imprimió a sus promesas aspiraciones de grandeza. Pero después de un año en el ejercicio del poder, el contraste ante las insuficiencias, los errores y los sesgos, resulta evidente. El desgaste del gobierno de Corral en el ejercicio de poder se va convirtiendo en una losa que resulta muy difícil de sobrellevar.

Los datos de las promesas incumplidas sobran y en estos días serán repasados por la prensa: el crecimiento escandaloso de la inseguridad pública, la aprehensión de César Duarte que comienza quedar a distancia de los poderes locales, la mejoría no lograda en el transporte público que contrasta con el aumento en el pasaje, el desorden educativo lo mismo en básica que en media superior y la promesa incumplida de la universidad gratuita, el intervencionismo del poder ejecutivo sobre los poderes judicial y legislativo, los actos de nepotismo evidenciados, la falta de obra pública y los estragos negativos sobre la economía local. Bajo la inercia de evaluar a los gobiernos en periodos de 100 días, seis meses o un año, los ciudadanos, los analistas políticos y la prensa local, no encuentran cifras ni evidencias de logros significativos en el gobierno de Corral. El tiempo de espera ha terminado y lo que sigue son los reclamos que se van acumulando unos sobre otros.

Quizá ningún gobernador había accedido al poder bajo un escenario tan adverso en lo tocante a las finanzas estatales, la inseguridad pública y la corrupción.

Pero de igual forma, ningún otro gobernador había accedido al poder con tantas promesas de por medio, con tantos anhelos ciudadanos que reclaman logros perceptibles. Las expectativas generadas por Corral salieron de su boca, en cada uno de los discursos emitidos durante la campaña de 2016. Después de un año de gobierno, el tiempo de espera y la falta de resultados comienzan a doblegar la confianza que miles de ciudadanos depositaron en la figura de Corral a través de su voto. Ya no hay más días que puedan concedérsele como periodo de gracia. Lo que se exige son resultados, pero los resultados se miran lejanos.

La figura del gobernador Javier Corral se convierte en presa de sus propias palabras y de sus propios anhelos. Cuando una gubernatura es ocupada por un utopista, la política se convierte en un territorio habitado de realidades que resultan adversas en muchos sentidos. Se lucha contra lo corto del tiempo, contra la insuficiencia de los recursos, contra la multiplicación y profundización de los problemas, contra los adversarios que harán hasta lo imposible por mostrar los errores.

Pero la más ardua de las luchas tiene lugar en la propia subjetividad de Javier Corral. Es una forma de mirarse al espejo que va encontrando las imperfecciones y roturas. Esos resquebrajamientos que esconden tras de sí los rastros de alguna oscuridad. Esos indicios que se evitan mirar porque reflejan lo que no se quiere ser, lo que no se dice frente al espejo y frente a los demás…

Leonardo Meza Jara

Maestro, escritor y analista político.