Chihuahua, Chih.
La historia del hombre sobre el planeta tierra se define por dos variables que se han ido modificando a lo largo del tiempo. La primera de estas variables es la intensa actividad humana en la búsqueda por aprovechar y controlar la naturaleza. La segunda variable es la lucha del hombre contra los integrantes de su propia especie, en el siglo XXI esta lucha está atravesada por múltiples factores: lucha de clases que se diluye como lucha político-partidista, luchas geopolíticas, luchas de género, luchas étnicas, luchas en torno a las preferencias culturales entre las formas de vida diversificadas (buchones contra hipsters, nacos contra virreyes, etc.).
La primera variable está definida por la idea moderna del progreso indetenible. Esto puede rastrearse a partir de la construcción de grandes ciudades y grandes edificios a lo largo y ancho del planeta tierra. Los espacios que antes fueron parte de la naturaleza, han sido urbanizados, la propiedad y el cuidado de estos espacios urbanos es ahora responsabilidad de los hombres.
En su afán por asentar el dominio humano por sobre la naturaleza, los seres humanos se han atrevido a construir ciudades en territorios sísmicos y volcánicos, en las orillas de arroyos y ríos que en algún momento pueden desbordarse y arrasarnos, en lugares que pueden ser devastados lo mismo por tornados que por huracanes.
Cuando la naturaleza sacude al planeta tierra bajo la forma de huracanes (tal como acaba de pasar en los países del mar Caribe) o sismos (el caso de los terremotos de septiembre en el sur México), queda demostrada la debilidad de los seres humanos ante las fuerzas de la naturaleza. Pero una de las tareas más insistentes del hombre moderno es mostrar que tal debilidad no existe, que los hombres podemos sobreponernos ante cualquier adversidad de carácter natural o cultural. El mito moderno que narra la lucha triunfante del hombre en contra de las adversidades de la naturaleza, está presente en las películas apocalípticas promovidas y difundidas desde Hollywood.
Obsesionado por progresar, por impulsar el desarrollo de la economía, por adecuarse a las formas de vida basadas en los avances de la ciencia y la tecnología, el hombre ha establecido una relación utilitarista y sesgada con la naturaleza. Esto es una forma de alienación. Los temblores que recientemente sacudieron algunos estados del sur del país, van dibujando a un hombre confrontado con la naturaleza, un hombre que lucha contra las adversidades de la naturaleza. El uso de tecnologías para prevenir los desastres naturales (las alarmas sísmicas) y tecnologías para sobreponerse a las afectaciones causadas por estos desastres (las herramientas de reconstrucción social y arquitectónica), es un indicio de la soberbia humana que pretende dominar los destinos del planeta tierra desde hace dos siglos.
De cualquier forma y en cualquier momento, el hombre ha de sobreponerse a la naturaleza, ha de vencerla, y para ello seguirá siendo necesaria la creación incesante de artefactos culturales y tecnológicos. En el planeta tierra, la presencia del hombre ha de suplir a la presencia de la naturaleza, hasta encontrar el último resquicio del progreso, hasta que la promesa y la utopía lleguen al éxtasis de la ideología, hasta que la historia humana pueda llegar a convertirse en paraíso.
La segunda variable, la lucha del hombre contra los integrantes de su propia especie, ha sido narrada por la literatura y por la historia. El hombre no ha dejado de luchar contra los integrantes de su misma especie, y si no existe alguna confrontación a la vista, es necesario entonces crearla e inducirla. Aunque muchas veces esto último no es necesario.
A partir de los recientes sismos, ocurridos el 7 y el 19 de septiembre, se han generado una serie de confrontaciones entre distintos actores, en diferentes lugares y de maneras diversas. La confrontación es el factor que define a los días que siguieron a los terremotos en México. La portada de la revista “Proceso” publicada el 10 de septiembre plantea con claridad lo que sucede en estos días y lo que sucederá en los meses siguientes: “Se inicia el proceso electoral 2018. Entre la confrontación y la tragedia”.
La antesala del proceso electoral del 2018 son dos terremotos y sus estragos, son las confrontaciones que se derivan de un desastre natural que se extienden hacia otros territorios humanos. El secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, abucheado por los rescatistas en las afueras de una fábrica de textiles que colapsó en la ciudad de México. El Delegado morenista de Xochimilco, Avelino Méndez, expulsado por los ciudadanos iracundos del pueblo de San Gregorio. Los reclamos de los habitantes del estado de Morelos ante los usos clientelares que el gobierno de Graco Ramírez pretende darle a los apoyos para los damnificados. La invención de una fábula mediática que destapa uno más de los montajes de la televisión mexicana, que convierte a los problemas sociales en talk show. El poder ciudadano de los rescatistas que se coloca frente al poder gubernamental de los marinos y los policías que participan en las labores de rescate. Los partidos políticos obligados a entregar las prerrogativas del 2018 para apoyar a los damnificados, más a la fuerza que por voluntad propia. El reclamo de apoyos que no llegan, que se tardan y que seguirán tardándose por muchos años más.
Hay quienes afirman que el escenario de la confrontación es el proceso electoral del 2018, pero la confrontación va mucho más allá de esa coyuntura. Es una confrontación entre la clase política y la ciudadanía. Es una confrontación entre un sistema social, político y económico excluyente, y una sociedad que emerge en los días posteriores a la catástrofe, desde las calles y las redes sociales.
Los reclamos hacia la clase política en los días posteriores a la tragedia son enfáticos. Por lo pronto, los integrantes de la clase política parecen escuchar y atender estos reclamos. Aunque sus acciones se van mostrando insuficientes. Es necesario que los compromisos de los políticos vayan mucho más allá de las finanzas electorales del 2018. Es necesario que los integrantes de la clase política vayan tomando el asunto con la seriedad que exigen los reclamos, que vayan extendiendo sus responsabilidades más allá de los sacrificios menores y las apariencias.
El fondo de la confrontación va mucho más allá de la lucha entre López Obrador y la mafia del poder, va mucho más allá de la lucha del Frente Amplio Nacional (PAN, PRD y MC) en contra de Morena y del PRI.
El fondo de la confrontación es un hartazgo que va resultando riesgoso para el futuro del país, que en estos momentos brota ante distintas tragedias que se entrecruzan: la tragedia de los terremotos, la tragedia de la violencia y los desaparecidos derivada del crimen organizado, la tragedia de la corrupción que parece convertirse en un asunto inexpugnable, la tragedia de una clase política que se muestra voraz e inepta.
El fondo de la confrontación es una historia que está por escribirse…