Chihuahua, Chih.
La tragedia de los asesinados por las fuerzas policiacas y militares y los estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos desde la fatídica noche del 26 de septiembre, tres años atrás, es el vivo retrato del régimen que los mexicanos hemos padecido a lo largo de un poco más de 70 años.
La precisión de la fecha de tal aserto la podemos ubicar en el momento en que el Gral. Lázaro Cárdenas dejó el Palacio Nacional. Muchos podrán argüir que este régimen nació con el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario. Sostengo lo contrario, los gobiernos emanados del conflicto armado, incluso el de Venustiano Carranza, hasta el de Cárdenas, debieron sortear a decenas de miles de mexicanos armados, entrenados y fogueados en la guerra y animados por las consignas revolucionarias de aquellos años, fuente de los cuales lo fue en grado extremo el Partido Liberal Mexicano.
Y no sólo los sortearon, gobernaron con ellos, en medio de las contradicciones propias de un movimiento revolucionario. Con los años, y el poder, una nueva clase política encumbrada, el nuevo régimen se delineaba poco a poco, -y a veces a pasos acelerados, destacadamente en el gobierno de Miguel Alemán, el primer antecedente de Carlos Salinas- en rumbo contrario al de la Revolución Mexicana.
Así, en la CTM fueron expulsados, por oleadas, los militantes y dirigentes del Partido Comunista y los congregados alrededor de la figura de Vicente Lombardo Toledano.
A golpes y balazos fueron impuestos los dirigentes sindicales del nuevo régimen, los llamados charros sindicales; de ese modo fueron expulsados y/o encarcelados los dirigentes de los sindicatos de ferrocarrileros, de petroleros, del magisterio y miles de dirigentes agraristas de todo el país.
Años después, sobre todo en Guerrero, una región tradicionalmente generadora de guerrilleros, de todas las épocas, desde los tiempos de la colonia española, el rechazo de la población al régimen se manifestó de una y mil maneras, hasta el punto de la guerra.
Y esta no es una frase. En las décadas de los 60’s y 70’s la mayor parte del territorio y de la población guerrerense fue sometida a un conflicto bélico. Acá el pueblo, allá el gobierno.
Ahí estrenaron, antes que en Sudamérica, la eliminación de guerrilleros o de activistas mediante el método de tirarlos al mar desde el aire.
En la segunda mitad del siglo anterior, la normal rural Raúl Isidro Burgos, la de Ayotzinapa, formó una pléyade de maestros comprometidos con las causas sociales más sentidas de la población. Tal espíritu iba acompañado de una sólida formación magisterial; no en balde de ahí emergieron los dirigentes guerrilleros más connotados de México, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez que, atención, su primera intención no fue lanzarse a la guerrilla, sino que fueron arrojados a esa forma de lucha por un régimen incapaz de enfrentar de otro modo a los integrantes de la oposición.
Las tropelías, los abusos, los asesinatos y el encarcelamiento practicados por los gobernantes guerrerenses; en plena sincronía con los presidentes de la república, empujaron, al igual que en esos mismos años a los asaltantes del Cuartel Madera, en Chihuahua, (aprovecho para saludar a Paco Ornelas, aquí presente, único sobreviviente de esa gesta) a la vía armada como única solución para enfrentar a un régimen autoritario que ya había golpeado salvajemente a maestros, ferrocarrileros, médicos, estudiantes y campesinos en todo el país.
De ahí proceden los muertos y desaparecidos de hace tres dolorosos años. Continuadores de sus ancestros, los jóvenes estudiantes normalistas se habían convertido en uno de los sectores sociales más incómodos para la clase política gobernante; la que había cambiado, ahora con la incorporación de los emanados del PRD, la mayor parte de cuyos dirigentes y candidatos ganadores de las elecciones locales procedían del PRI, los que habían avasallado al interior del perredismo a la antigua izquierda comunista y socialista. Lo hicieron con el apoyo decidido del grupo de Jesús Ortega, Los Chuchos, quienes se habían entronizado en la dirigencia nacional y en la mayor parte de las estatales desde una década atrás.
Sostener que esta tragedia es el súmmum del país no es una frase; la ruta de los estudiantes esa noche es la ruta del tráfico de heroína, actividad de la que no es ajeno el ejército mexicano; el trasiego se hace en camiones de transporte foráneo; los jefes de las policías municipales de todos los municipios de la región son militares en activo o retirados. Estos últimos, a pesar de su retiro, para incorporarse a tareas policiacas requieren la aprobación del Secretario de la Defensa Nacional.
En la zona existían alcaldes priistas y perredistas. Entre ellos no había diferencias mayores en la forma de gobernar. Al igual que en el resto del país, los Chuchos llevaron a López Obrador, en la campaña presidencial, para aprovecharse de su arrastre electoral, subirse a las candidaturas plurinominales y luego correr a firmar el Pacto por México.
¿Qué diferencia hay en las supuestas investigaciones realizadas por el gobierno de México en esta terrible desaparición, y las realizadas después de las matanzas en Guerrero en la década de los 70’s?
Ninguna.
¿Qué diferencia hay entre Jesús Murillo Káram, el Procurador de la “verdad histórica” de Ayotzinapa y la supuesta incineración de los estudiantes, y el procurador aquel que inventó a la bruja Paca y los restos mortales que hasta la calaca nos presentaron, del todavía desaparecido diputado priista Manuel Muñoz?
¿Cómo desligar al presidente Peña Nieto, en su decisión de expulsar a los investigadores del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), miembros de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, y la del presidente Miguel de la Madrid, cuando rechazó la ayuda internacional en el sismo de 1985?
¿Y la de la conducta de los principales medios de comunicación de aquel entonces con la de ahora?
Exacto, ninguna.
Lo mismo ocurre con la conducta del gobierno de Peña Nieto, sólo que no solamente la sociedad mexicana ha cambiado, sino también la del resto del mundo, para eso ha servido la formidable herramienta que es la internet, mediante la cual se ha desarrollado una gigantesca gama de plataformas de comunicación, comúnmente llamadas “redes sociales”.
Pero, además, el viejo régimen está golpeado, no sé si moribundo, sería un atrevimiento asegurarlo, pero de que ha perdido innumerables fuentes del poder es una realidad y, aspecto fundamental, ha perdido la posibilidad de controlar la información, de ahí el destacado papel, sí, de las redes sociales, pero fundamentalmente del equipo de Carmen Aristegui y de Proceso, la revista fundada por Julio Sherer.
Presentaron sólidas investigaciones periodísticas que fueron develando la magnitud de la podredumbre, en el fondo de la cual se encuentran las disputas de los grupos de crimen organizado y la colusión con funcionarios públicos de los distintos niveles de gobierno y cuyas coincidencias se encuentran en el rechazo a los estudiantes de Ayotzinapa.
Probablemente muy pocos de estos sabían del enorme monstruo al que enfrentaban. El país, y sus padres primero, ya lo saben.
Pero en las contradicciones de la sociedad se incuban las posibilidades de que haya una vuelta más hacia la democracia, aquella, en la que la enorme desigualdad social existente desaparezca, la gesta de los jóvenes normalistas se ha convertido en uno de los argumentos centrales para que millones de mexicanos se sumen al rechazo de tan oprobioso régimen. El mismo que es el responsable de haber asesinado y desaparecido a jóvenes idealistas, revolucionarios, como los que ahora recordamos.
Muchas gracias.
*Panel realizado en la sede de Morena-Chihuahua, con la participación de Leticia Ortega, Mariela Castro, Gerardo Arturo Limón y el autor.