Lástima Rector y Corral. No  sueltan el poder

Lástima Rector y Corral. No sueltan el poder 18 de octubre de 2019

Francisco Flores Legarda

Chihuahua, Chih.

ALUMNO.

Cada ser me aporta una lección, pues con sus cualidades me muestra lo que se debe hacer y con sus defectos me enseña lo que no se debe hacer. Cuando me encuentro frente a un prisionero de su EGO, obsesionado en someter a su capricho a los demás, lo considero un tirano útil porque me da la oportunidad de luchar contra mis reacciones de antipatía y vencerlas. Aprender a amar a los enemigos, aunque éstos nunca me correspondan, es el mejor ejercicio para mi corazón.

Jodorowsky

 


Cuatro días después de la ocupación militar de Ciudad Universitaria, y luego de la andanada de descalificaciones desde el PRI en su contra, el rector Javier Barros Sierra renunció.

La nota principal de Excélsior del 23 de septiembre de 1968 dice: “Presenta su renuncia irrevocable el rector de la Universidad”. En el sumario de esa información se lee: “Barros Sierra dimite, instando a la cordura; ha tropezado con ‘incomprensión y encono’ de adentro y de afuera”.

Acompaña al anuncio de la renuncia una nota de opiniones en torno del hecho. Entre ellos, Leopoldo Zea, director de la Facultad de Filosofía y Letras; José de las Fuentes Rodríguez, líder de la Cámara de Diputados; Félix Barra, secretario del Sindicato de Profesores de la UNAM; Manuel Paulín, director de la Escuela de Ingeniería; Fernando Prieto, director de la Facultad de Ciencias; Octavio Hernández, diputado, y Manuel González Hinojosa, jefe de los diputados panistas.

Hoy hace 50 años, también en la primera plana de Excélsior se publicó la información de la retirada del Ejército de Tlatelolco después de la refriega del día 21. En esa misma nota se menciona que, en cuanto los soldados se retiraron de la Plaza de las Tres Culturas, un grupo de estudiantes se apoderó de ella

En el cuerpo de la información se menciona que hubo más de 800 personas detenidas en los últimos días.

La información relacionada con la violencia empezaba así: A excepción de incidentes sin importancia ocurridos en diferentes puntos de la capital, ayer la Ciudad de México estuvo en calma; el Ejército se retiró de la zona de Tlatelolco y la Secretaría de Gobernación anunció que hoy (23 de septiembre de 1968) expedirá una declaración en torno del conflicto.

La nota señala que alrededor de las 11 de la mañana, el Ejército retiró sus patrullas de la zona de Nonoalco-Tlatelolco y poco después varios oradores estudiantiles se adueñaron de la Plaza de las Tres Culturas y organizaron un mitin al que asistió un reducido número de personas. Otro mitin más, en la Alameda Central, fracasó. Los paseantes hicieron caso omiso de los oradores huelguistas que pedían al pueblo que se uniera a su movimiento.

Hoy hace 50 años, Excélsior publicó que en los separos de la Procuraduría del Distrito y de la Jefatura de Policía los agentes del Ministerio Público federales y del fuero común comenzaron desde temprana hora a interrogar a las 576 personas que fueron detenidas anteanoche en la zona de Nonoalco-Tlatelolco, donde ocurrió una zacapela entre granaderos y estudiantes.

Por lo menos, se lee en la información de la época, otras 300 personas más también habían sido detenidas el sábado último (21 de septiembre de 1968) durante los desórdenes ocurridos en otros puntos de la ciudad. Hasta el día 22, las autoridades no habían dado a conocer el número exacto de los capturados, pero se calculaba que era al menos de mil.

En el cuerpo de la nota sobre los hechos de violencia se publicó también un recuento de daños en distintas instituciones gubernamentales.

Hubo un conato de incendio en la oficina de pasaportes de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Las pérdidas se calcularon en un cuarto de millón de pesos. Hubo, además, unos 150 automóviles que sufrieron daños, mientras se encontraban estacionados en la zona de Nonoalco-Tlatelolco.

En la decimotercera delegación, el profesor Jorge Palacios Rebollar, subdirector de la Preparatoria 9, denunció destrozos por más de 20 mil pesos cometidos en el plantel, durante la noche del sábado anterior (21 de septiembre), por un grupo de individuos no identificados que asaltaron la escuela e hicieron disparos contra los vidrios.

Otra denuncia similar fue presentada en la segunda delegación por el profesor Moisés Hurtado González, director de la Preparatoria 7, de Zoquipa y calzada de La Viga. Hurtado González aseguró que en los primeros minutos de la madrugada del domingo 22 de septiembre de 1968, varios individuos entraron a la escuela, causaron destrozos y antes de huir balearon los cristales y la fachada de edificio.

En la información de hoy hace medio siglo se lee en el pie de una fotografía publicada en Excélsior, que durante todo el domingo 22 de septiembre de 1968, la policía estuvo evitando que estudiantes y curiosos se reunieran en las plazas y parques de la unidad habitacional Tlatelolco, lo cual originó pequeños incidentes.

Sobre la renuncia del rector Barrios Sierra, la información en primera plana señala: El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, ingeniero Javier Barros Sierra, informó anoche que renunció irrevocablemente a su cargo. El texto del escrito entregado al presidente de la H. Junta de Gobierno de la Universidad, ingeniero Antonio Dovalí Jaime, es el siguiente:

Ustedes conocen de sobra los últimos hechos que han afectado a nuestra casa de estudios. Sin necesidad de profundizar en la ciencia jurídica, es obvio que la autonomía ha sido violada, por habérsenos impedido realizar, al menos en parte, las funciones esenciales de la Universidad. Ello, independientemente del respeto al domicilio, en este caso a los recintos universitarios, basado en el artículo 16 de la Constitución, aunque este aspecto ha sido objeto de amplios debates y se han sostenido opiniones discrepantes. Me parece importante añadir que, de las ocupaciones militares de nuestros edificios y terrenos, no recibí notificación oficial alguna, ni antes ni después de que se efectuaron.

Cabe insistir en que la Universidad no engendró el llamado conflicto estudiantil, sino que éste repercutió sobre aquélla. A ningún hombre sensato escapará que no estaba en nuestras manos la solución del problema. Tan sólo podíamos, y así se hizo en las últimas semanas hasta el límite de nuestras capacidades, tal come fue en los dos años anteriores, cumplir con nuestro deber educativo. Repetidamente dijimos a los jóvenes que debían seguir, en sus luchas, los caminos de la razón, de la ley y del diálogo, sin incurrir en provocaciones ni en actos violentos. En esa tarea nos tropezamos con la incomprensión y aun con el encono de algunos, tanto adentro como afuera.

Ojalá, dicho sea de paso, que los estudiantes recapaciten ahora en su conducta y contribuyan, en la parte que les toca, a que se restablezca la tranquilidad pública, marco indispensable para el avance de la democracia y de la justicia de México.

Los problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción. Ésa ha sido mi norma constante de acción y el objeto de mi entrega total, en tiempo y energías, durante el desempeño de la rectoría. Mas la situación presenta ahora una nueva fase: estoy siendo objeto de toda una campaña de ataques personales, de calumnias, de injurias y de difamación. Es bien cierto que hasta hoy proceden de gentes menores, sin autoridad moral; pero en México todos sabemos a qué dictados obedecen. La conclusión inescapable es que, quienes no entienden el conflicto ni han logrado solucionarlo, decidieron a toda costa señalar supuestos culpables de lo que pasa, y entre ellos me han escogido a mí.

La Universidad es todavía autónoma, al menos en las letras de su ley; pero su presupuesto se cubre en gran parte con el subsidio federal y se pueden ejercer sobre nosotros toda clase de presiones. Por ello es insostenible mi posición como rector, ante el enfrentamiento agresivo y abierto de un grupo gubernamental. En estas circunstancias, ya no le puedo servir a la Universidad, sino que resulto un obstáculo para ella. En virtud de las consideraciones anteriores, me veo en la imperiosa necesidad de presentar a ustedes mi renuncia irrevocable como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, con la súplica de que sea aceptada de inmediato. Debo agradecer a ese honorable cuerpo universitario la confianza, la solidaridad y el estímulo con los que continuamente me honró.

También quiero dejar constancia de la colaboración y comprensión que obtuve siempre del Consejo y Patronato Universitarios; de los señores directores de facultades, escuelas e institutos, así como de los colaboradores nombrados por mí y de la gran mayoría de maestros, investigadores, funcionarios, estudiantes y empleados de nuestra institución. Por último, aprovecho el muy digno conducto de ustedes para expresar mis votos más fervientes por que nuestra Universidad logre superar en breve su actual crisis, como ha sabido hacerlo tantas otras veces”.

Compañeros de Derecho no permitamos se repitan los mismos actor. Maestros y alumnos no se dejen, recuerden el movimiento de 1989.

Francisco Flores Legarda

Analista. Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de UACH

@profesor_F