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Las niñas que son mamás

Las niñas que son mamás 9 de mayo de 2020

Mariela Castro Flores

Chihuahua, Chih.

Estamos en el umbral del día en el que llueven las felicitaciones por el día de las madres en el supuesto de que todas las mujeres que han parido deben celebrarlo, como si hacerlo en condiciones precarias o sin las mínimas que garanticen el bienestar de las mamás y las infancias fuera amable en nuestra sociedad, sobre todo si nos planteamos: cuando ambas partes son infantes ¿a cuál de las dos partes –madre y cría- se les debe garantizar el bienestar en primera instancia? La respuesta en automático sería que ambas, desde luego, pero reflexionemos un poco más, una niña que se convierte en madre, ¿posee las mismas posibilidades de desarrollo frente a las niñas que no lo son?

El embarazo infantil o las niñas madres, son un problema de salud pública de enormes dimensiones en todo el mundo y nuestro país no es la excepción. Primeramente, por el estigma que se les hace cargar a las niñas, se considera que son precoces y eso les merece todo abandono de la sociedad y por ende, no se dibuja la exigencia de cubrir sus necesidades elementales en términos de salud, educación y bienestar en general; por otro lado, tampoco (fuera de las organizaciones especializadas en la defensa de derechos humanos de las mujeres), se procura reivindicar sus derechos y menos considerar que son sujetas de los mismos, no se diga de los sexuales y reproductivos. En suma, las condiciones sociales son un coctel en el que la displicencia y la negligencia se adhieren a la misoginia de los sistemas jurídicos, educativos y familiares que les condena a la exclusión y permanente discriminación.

Este abordaje de que las niñas y adolescentes son las responsables de prevenir sus embarazos es especialmente lesivo porque esconde realidades brutales mientras se les obliga a saltar de la infancia o adolescencia a la adultez obviando etapas imprescindibles de la vida, por ejemplo, cuando a las niñas se les impone casarse, poco o nula posibilidad tienen de elegir si se embarazan o no y aunque en Chihuahua el código civil ya prohíbe este tipo de uniones, la práctica sigue socialmente prevaleciendo, sobre todo, cuando una menor “sale embarazada” se le confina a su hogar sirviendo a su agresor (que forma parte de su familia) o bien, casándola con quien la embarazó, que suele ser, de acuerdos a registros estadísticos oficiales, de edad mucho mayor. 

El embarazo infantil y adolescente es una grave falta de derechos humanos. A las menores embarazadas se les presiona para dejar la escuela, se les prohíbe el acceso a métodos anticonceptivos, se les oculta información valiosa para la prevención negándoles su derecho a la salud.

De acuerdo al INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, la tasa de morbilidad hospitalaria por hipertensión gestacional, preeclampsia y diabetes en 2016 fue de 261 por cada 100 mil mujeres de entre 15 y 19 años y de 17 por cada 100 mil de entre 12 y 14 años, para 2018, la carga de enfermedades por causas relacionadas con el embarazo, el parto y el puerperio representó el 1.8% del total de los años de vida saludables perdidos entre mujeres adolescentes de 15 a 19 años y el 1.3% entre las niñas de 10 a 14 años. 

Así mismo, el riesgo de mortalidad infantil es 50% mayor para hijos de madres niñas y adolescentes en comparación a los de las mujeres mayores de 20 años.  En México, entre 2010 y 2014, el grupo de niñas y adolescentes entre 10 y 14 años fue el que registró la mayor tasa de hijos con bajo y muy bajo peso al nacer, así como las mayores tasas de partos prematuros en comparación con las adolescentes mayores de 15 y las jóvenes mayores de 20.

Las niñas y las adolescentes no son mujeres ejerciendo su sexualidad libremente, menos aún, tomando decisiones conscientes sobre la misma. El ENSAUT (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición) registra indicadores como el IVSA (Inicio de Vida Sexual Activa) y la edad de la pareja, arrojando como dato que en niñas menores de 12 con embarazo sus parejas en un 92% cuentan con una edad de 15 a los 19 años. 

No se modifican los datos en niñas de 12 a 14: solo un 11% son niños de su edad quienes las embarazan, el resto son significativamente mayores y en un 4% son mayores de 255 años. Es decir, las niñas no deciden embarazarse, son violadas y en modalidad equiparada (Cópula no violenta [consentida] con menores de cierta edad).

La violencia sexual es la causa de mayor impacto en el embarazo de las niñas y adolescentes, pero esta afirmación se define más allá de la noción de las relaciones sexuales forzadas. Como la violencia de género implica un ejercicio desigual de poder, el consentimiento sexual es muy ambiguo sobre todo en contextos muy caóticos o violentos de los que resulta poco acceso a la justicia y en los que es muy sencillo que las estrategias de control, chantaje y manipulación emocional se presenten a lo largo de la vida iniciando en la infancia y vengan en paquete; por ejemplo, la coerción sexual utiliza las amenazas, el abuso emocional generando así un estado de vulnerabilidad en la persona afectada. Niveles altos de miedo, angustia y desesperación impiden no solo solicitar ayuda, también servicios de anticoncepción que permitan prevenir un embarazo no deseado.

Como conclusión podemos acotar que no se trata de niñas y adolescentes teniendo relaciones sexuales con otros niños y adolescentes, sino que son niñas siendo obligadas a tener relaciones sexuales con adultos mediante el uso de la fuerza (física, moral y emocional), el chantaje, la manipulación en un contexto donde el objeto de estigma y escarnio son ellas y no sus agresores sexuales, donde hay violencia en contra de las mujeres de forma generalizada y reina la impunidad.

El marco normativo oficial vigente posee suficientes herramientas legales para privilegiar el bien superior de las menores en las que se provee servicios médicos de interrupción de embarazo a través de la NOM046 con la que se busca ofrecer alternativas para la violencia sexual derivada de la situación de violencia, anteponiendo el derecho a la educación, al libre desarrollo y a una vida libre de violencia de género por sobre cualquier otro derecho, ajeno o propio vía el principio pro persona.

Las niñas y las adolescentes que son madres o lo serán pronto no tienen nada que celebrar frente a una sociedad que debería avergonzarse de mirar hacia otro lado cuando tolera las violaciones dentro del hogar y obliga a las menores a parir, forzándolas a un proceso de tortura y una vida de sueños rotos a la que es sumamente complejo sobreponerse.

Porque las niñas son eso, niñas, no pueden ser madres.

@MarieLouSalomé

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.