Chihuahua, Chih.
El PRI es mucho más que un partido político. El PRI es una parte de la historia de México que aún persiste de formas variadas. La sobrevivencia y la persistencia del PRI es histórica y cultural.
En estos términos, tendríamos que hablar de la metamorfosis no del PRI, sino del priismo. Después de la revolución mexicana el PRI se instituyó como una cultura política que terminó convertida en el priismo.
Como cultura, como forma de vida política, el priismo va más allá del PRI.
Estamos hablando de un conjunto de costumbres y tradiciones en las formas de hacer política que están ligadas a la corrupción y la ruindad, que se han instalado más allá del PRI.
Las fronteras del PRI como partido tienen límites precisos en términos institucionales. Las fronteras del priismo son imprecisas y se desplazan a veces de formas inauditas. En su persistencia por cerca de un siglo, el priismo es históricamente cultural y ha construido incluso un lenguaje de la corrupción y la transa en México: cañonazos de 50 mil pesos, cochupo, mordida, chayote, concertacesión, etc.
La persistencia y la transformación histórica del priismo van mucho más allá de los cambios de siglas.
En 1929, este partido nació con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR). En su refundación, en 1938, tomó el nombre de Partido de la Revolución Mexicana (PRM). En 1946, este partido tomó su nombre actual: Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La persistencia histórica del priismo tiene que ver con la habilidad de los priistas para transformarse y sobrevivir.
Tal parece que todos los políticos en México llevan un pequeño priista en sus adentros.
Entre las décadas 1980 y 1990, con los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, el priismo pasó del nacionalismo revolucionario al neoliberalismo. Durante las elecciones de 1988, un conjunto de priistas encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador, pasaron de las filas del PRI a la izquierda que se instituyó, primero en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y después en Morena.
Lo anterior nos lleva a afirmar que las metamorfosis del priismo son variadas y que una parte de estas transformaciones ideológicas, políticas y fácticas, están directamente relacionadas con la historia de la izquierda en México.
En la coyuntura electoral del 2021 se identifica la última metamorfosis del priismo. Es evidente el éxodo de numerosos priistas a otros partidos políticos. Decenas de priistas son candidatos por otros partidos a gubernaturas, presidencias municipales, sindicaturas y diputaciones locales y federales. Es posible afirmar que en estas circunstancias el PRI es un cadáver político, aunque en el futuro cercano este partido seguirá siendo un sobreviviente del siglo XX mexicano.
Lo que persiste con empuje es el priismo, la cultura política heredada por el PRI que se aloja desde hace tiempo en otros partidos políticos. Estamos hablando del priismo (de los priistas) que después de abandonar al PRI se ha alojado en el PAN o en Morena y que han comenzado a ocupar espacios de poder cada vez más significativos.
En las elecciones de Chihuahua en 2021, la metamorfosis del priismo trae consigo una metamorfosis del PAN y de Morena. Hay muchos indicios del duartismo de Maru Campus. En caso de que el PAN gane las elecciones a la gubernatura en Chihuahua, se abre la puerta para un retorno del priismo de César Duarte, con toda la carga de negatividad que esto representa.
En el caso de Morena en Chihuahua, los nombramientos de candidatos cuya procedencia es el PRI, dejan abiertos un conjunto de ramales que posibilitan la persistencia del priismo.
El PRI disminuye y se debilita, pero el priismo sobrevive mientras se recoloca y se transforma. Queda claro que una parte de la Cuarta Transformación (4T) en México está atravesada por las transformaciones históricas del priismo en México.
Las metamorfosis del priismo que están directamente relacionadas con las transformaciones de la izquierda mexicana en las últimas cuatro décadas, pueden ser entendidas como una anomalía histórica o como una realidad trágica para esta fuerza política.
La perdurabilidad histórica del priismo resulta inevitable para una izquierda que ha construido una relación de odio y de amor con todo lo que significa el PRI. Por un lado, los militantes de Morena lanzan consignas de odio contra la corrupción heredada del priismo. Por otro lado, los mismos militantes de Morena procuran guardar silencio mientras aceptan a regañadientes a una genealogía priista que comienza a tomar fuerza en este partido.
Entre el rechazo y la aceptación, entre el odio y el amor, conflictivamente el priismo se transforma, mientras la política mexicana se trastorna.