Chihuahua, Chih.
I.- No es lo mismo perder una elección por un margen reducido de votos, que perder por una cifra abultada que se vuelve una derrota avasalladora. El triunfo de Claudia Sheinbaum en las elecciones de 2024, es una derrota descomunal para la oposición.
No es lo mismo una sola derrota política, que dos, en un corto tiempo. La primera derrota política de la oposición tuvo lugar el 2 de junio, la segunda sucedió el 10 de septiembre, con la aprobación de la reforma al poder judicial. Para cualquier fuerza política, administrar y sobrellevar las derrotas suele ser muy costoso, cuando las heridas son cuantiosas y profundas.
Lo que refleja el asalto violento al Senado por parte de los trabajadores del poder judicial y los opositores, es una impotencia política que se manifiesta como: una consigna gritada, una puerta que se rompe, un territorio que se ocupa por la fuerza, pero de forma momentánea, circunstancial.
La oposición no tuvo la capacidad de ganar los espacios legislativos suficientes para detener las reformas del plan C, y la fuerza que lograron acumular les alcanzó para irrumpir en el Senado y tratar de detener una reforma, que terminó siendo aprobada.
La resistencia opositora ante la reforma al poder judicial llegó a su clímax de manera violenta, en adelante vendrá el reflujo de este movimiento. Los movimientos suelen ser como las líneas de un electrocardiograma, que llegan a puntos máximos de resistencia y movilización, y que posteriormente se desgastan y descienden.
¿Cuál será el futuro cercano del movimiento que resistió ante la reforma al poder judicial, que creció durante los meses de agosto y septiembre y, que llegó a su clímax y derrota el día 10 de septiembre de 2024? Los trabajadores del poder judicial, los priistas, los panistas y los integrantes de la marea rosa, apenas están aprendiendo el arte de la disidencia, la resistencia y la movilización.
Este es un arte profundamente conocido por el lópezobradorismo, desde finales de la década de 1980 hasta la fecha.
Andrés Manuel López Obrador fue el artífice de una lucha de larga duración histórica, que lo convirtió en un disidente empecinado, un resistente aguerrido y un constante movilizado.
De hecho, estas tres cualidades del lópezobradorismo son parte de las formas de hacer política en la 4T y Morena, que se reflejan en la manera de impulsar la reforma al poder judicial. Resulta sorprendente el aprendizaje de los operadores del lópezobradorismo, que se refleja en el triunfo electoral del 2024 y la operación para viabilizar la reforma al poder judicial en un corto tiempo.
Nunca la izquierda había acumulado tanto poder en México y, nunca este poder había tenido tanto peso en sus efectos.
Ante la astucia y la capacidad política que han mostrado los operadores del lópezobradorismo, Maquiavelo parece ser un niño de pecho. Eso se refleja en los mecanismos para hacerse del voto del senador Miguel Ángel Yunes Márquez que fueron puntualmente relatados en la columna de Ricardo Rapahel de esta semana (“Yunes será el traidor”, Milenio, 9 de septiembre de 2024).
Estas pudieran ser las peores formas de hacer política, pero son evidentemente funcionales en un país como México, donde el poder se ejerce más allá de la formalidad de las leyes y las instituciones.
II.- En las coyunturas históricas como la que vivimos actualmente, la izquierda mexicana en el poder ha tomado dos posturas contrastantes, que conducen a dos caminos diferentes:
- Una postura de moderación y condescendencia, se identifica en la decisión tomada por Lázaro Cárdenas en 1940, cuando se nombró como candidato a presidente al mesurado Manuel Ávila Camacho, y no al radical Francisco J. Mújica. Aquella decisión cardenista y sus efectos, han sido valorados negativamente a partir de los análisis realizados por Adolfo Gilly en el libro “La revolución interrumpida” (1971).
- Una postura radical y de confrontación, que se manifiesta en la coyuntura actual. El candidato a la presidencia de México en 2024 no fue el moderado Marcelo Ebrard, sino la radical Claudia Sheinbaum. La forma de operar del lópezobradorismo para hacerse de la mayoría calificada en el congreso federal, no fue mesurada ni equilibrada, sino que fue ventajosa y avasalladora. La manera en que se operó la reforma al poder judicial, no fue condescendiente ni negociadora, sino que fue astuta y aplastante.
La izquierda lopezobradorista ha manifestado una significativa capacidad para hacerse del poder y acrecentarlo, en la formación de una hegemonía que por lo menos, se extenderá a lo largo del sexenio que apenas inicia.
Entre la moderación y la radicalidad, el lópezobradorismo ha optado por forjarse a partir de una radicalidad que no ha mostrado todos sus dientes todavía.
Entre la tibieza y el fragor de las batallas políticas, la izquierda partidista en México ha trazado una lucha que llega hasta un sexenio que arde en llamas en su parte final.
Entre la ingenuidad política y la astucia maquiavélica, el lopezobradorismo muestra una carcajada que retumba con fuerza en los oídos de una oposición, que no sabe todavía cómo administrar su derrota.