Chihuahua, Chih.
El hecho es brutal. Innegable. Está documentado de manera puntual no sólo en las notas de prensa que lo trataron cuando era noticia fresca, sino que se puede consultar en el sitio oficial www.gob.mx/presidencia, en video y audio, y su transcripción está disponible en la sección de “versión estenográfica de las conferencias mañaneras”. Así que, como dicen en mi tierra, “ni para dónde hacerse”.
El hecho, pues, fue que Andrés Manuel López Obrador confesó en público el 26 de mayo pasado, que tomó dinero del extinto Fondo Nacional para Desastres Naturales (FONDEN), que él mismo había dado la orden para desaparecerlo, sacarlo de circulación y extinguir sus funciones de instrumento financiero enfocado en proporcionar suministros de auxilio y asistencia ante situaciones de emergencia para responderle a la población afectada por un fenómeno natural.
Es decir que, para el 26 de mayo, el FONDEN ya no existía, aunque, de manera sorpresiva, supimos por boca del propio mandatario, que sus fondos monetarios estuvieron guardados, esperando nada más que al señor se le ofreciera en qué gastarse el dinero remanente.
¡Y se le ofreció!
El presidente de México detalló que para la compra de la refinería de Deer Park en Texas, se usarán recursos del Banco Nacional de Obras y Servicios (Banobras) y del Fondo Nacional para Desastres Naturales (FONDEN). En conferencia de prensa, el mandatario dijo que se destinarán 30 mil millones de pesos de Banobras y 7 mil millones del FONDEN. “Hay 17 mil mdp que se conservaron para el FONDEN; de esos ya se comprometieron 10 mil mdp por las inundaciones en Veracruz y Tabasco, pero los 30 mil mdp de Banobras están ahí y se entregan a Pemex. Con ese dinero se paga la refinería y se inicia la construcción de una planta coquizadora en Tula”, añadió.
De plano, el presidente nos cree a todos desmemoriados, o piensa que, nada más porque él lo dice, tiene que ser escuchado y aceptado sin ningún reparo ni oposición.
¿De veras? ¿Pagar una refinería en Texas con el dinero otrora destinado a paliar los efectos de los desastres naturales? ¿Se vale?
No. No es correcto. Porque de acuerdo con el proyecto que fue votado y aprobado en septiembre en la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública –controlada por una avasalladora mayoría morenista–, y en octubre aprobado en el pleno legislativo de San Lázaro, los fideicomisos que desaparecieron contaban con recursos por 36 mil 058 millones de pesos, mismos que deberían ser transferidos a la Tesorería de la Federación.
¿Y ese dinero, esos fondos con que contaban los fideicomisos, en qué se iban a usar, según el presidente y los diputados morenistas? La Tesorería de la Federación debía reasignarlos para “atender los efectos económicos de la pandemia de COVID-19 y para financiar los programas sociales del gobierno”.
Nunca dijeron que era dinero para dejarlo ahí, obsequiosamente, para cumplir el antojo del momento del señor presidente.
El pasado 8 de octubre, la Cámara de Diputados aprobó la extinción de los 109 fideicomisos, y el 21 de octubre el Senado ratificó la reforma para su eliminación. Pero, ojo, un día antes, el huracán Delta amenazaba con entrar a las costas. El mismo día en que el Sistema Meteorológico Nacional anunció que el Huracán “Delta” categoría 4 tocaría tierra en Quintana Roo, el 8 de octubre pasado, los integrantes de la Cámara de Diputados aprobaron en lo general el dictamen que propone la extinción del FONDEN que hasta este año contaba con 3,800 millones de pesos, junto con otros 108 fondos y fideicomisos como parte del dictamen que suscribió el grupo parlamentario de Morena.
Estos legisladores tomaron como base el documento que les envió López Obrador y que ellos pasaron igualito, sin restarle ni ponerle un punto ni una coma ni para corrección ortográfica.
Así, de manera servil, repitieron como loros los endebles argumentos que utilizó López Obrador para tratar de justificar el fideicomicidio a rajatabla.
Cada año en México, los desastres naturales provocan en promedio la pérdida de 700 millones de dólares y 100 vidas humanas -de acuerdo con datos del Cetro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED)-, sin embargo, el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) que destinaba recursos a las afectaciones generadas por estos fenómenos, está liquidado.
Por otra parte, mientras que la sequía se abate sobre el país de manera que casi el 90 por ciento del territorio nacional se ve afectado por la falta de lluvias en diferentes grados a lo largo de las diferentes regiones, el gobierno federal rehúye el combate a este flagelo.
Para efectos prácticos, el hecho de que las presas y lagos de Guanajuato, el Estado de México y Michoacán, así como las presas que se utilizan para riego en Tamaulipas, la Comarca Lagunera, Sinaloa, Sonora y, entre otros, Chihuahua, se hayan abatido a niveles de escasez alarmante, no hace ninguna diferencia en la actitud del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El protagonista principal de la “cuarta transformación” no acude pronto, pero ni siquiera acudirá tarde en auxilio de las víctimas, porque ni la sequía ni las inundaciones catastróficas están entre sus prioridades.
Ya se ve claro. De la 4T sólo se pueden esperar mentiras, maniobras sucias y desprecio ante el sufrimiento del pueblo. Urge cambiar este gobierno. Que el pueblo emprenda la tarea de sustituir todo lo viejo e inoperante, y se decida a colocar en su lugar a verdaderos representantes de los trabajadores de nuestra patria.