La SEP, la pandemia y las trampas neoliberales del rezago educativo

La SEP, la pandemia y las trampas neoliberales del rezago educativo 29 de junio de 2021

Leonardo Meza Jara

Chihuahua, Chih.

I.- El “rezago educativo” es un dispositivo que fue inventado el siglo pasado. Este dispositivo es una de las creaciones más exitosas del neoliberalismo, y tiene como base un ideal educativo que está formado por un conjunto de indicadores numéricos para señalar los rezagos (retrocesos, faltantes, limitaciones, etc.) o logros (éxitos, progresos, avances, etc.) de un alumno, un grupo, una escuela o una nación en su conjunto. Más que resaltar los logros, el neoliberalismo se preocupa por subrayar lo que no se ha logrado, que se traduce en el que-hacer de lo futuro. De esta forma, las vidas de las personas se determinan por lo-que-falta-por-hacer, que se inventa y reinventa continuamente. Una de las principales cualidades de la utopía neoliberal asume que: Lo-que-falta-por-hacer nunca está dicho, ni realizado por completo. 

La idea de “mejora educativa” que está íntimamente relacionada con la idea de “rezago educativo”, busca evidenciar lo que no se ha hecho todavía, lo que nos indica que los actores educativos se quedan a deber a sí mismos y nos quedan a deber a todos. Si hay un conjunto de discursos que han elaborado teórica e ideológicamente la presencia de un “rezago educativo”, si los ciudadanos y las sociedades creen que falta mucho por hacer para “mejorar la educación”, lo que sigue es construir las formas para que los actores educativos se ocupen al respecto. Los dispositivos neoliberales de la educación acorralan el tiempo presente, pero acorralan sobre todo el tiempo futuro. La utopía del neoliberalismo que predetermina las vidas presentes y futuras de los sujetos, ha sido tecnificada a través de conceptos como el de “rezago” o “mejora”. 

Lo que no queda claro, es: ¿Cuánto de la vida de un alumno o de un padre de familia queda capturada por los dispositivos del “rezago” y la “mejora”?  ¿Cuántas horas de trabajo de los maestros quedan atrapadas en estos dispositivos evaluadores que exigen un desempeño que se duplica o se triplica? ¿De qué formas las vidas de los alumnos, los padres o los maestros se juegan bajo una lógica de ganancias o pérdidas que tienen una fundamentación capitalista? 

Los mecanismos del “rezago” y la “mejora” se inscriben en la lógica capitalista de las ganancias (logros) y las pérdidas (rezagos) que deben ser subsanadas materialmente, pero sobre todo humanamente. Detrás de esta lógica capitalista hay una deuda. En la educación, el “rezago” y la “mejora” se traducen en una deuda de lo que falta por hacer y mejorar. Después del “rezago educativo” que se estará generando a partir de los efectos de la pandemia, queda una deuda por cobrar. La forma de esa deuda material y humana se traduce en los esfuerzos extraordinarios que los maestros, alumnos y padres de familia tendrán que-hacer en los meses y años siguientes para recuperar lo rezagado.

 


II.- En este momento una pregunta clave es la siguiente: ¿Dónde quedó el rezago educativo después de más de un año de pandemia? El rezago está oculto y no puede verse con facilidad. No hay insumos de información suficientes para identificar con claridad los alcances del rezago heredado por la pandemia. Las decisiones tomadas por la SEP en los últimos meses procuran ocultar el rezago educativo, en documentos como el “Acuerdo número 16/06/21”. En este Acuerdo emitido por la SEP, se pretende regular “las acciones específicas y extraordinarias relativas a la conclusión del ciclo escolar 2020-2021, en beneficio de los educandos de preescolar, primaria y secundaria ante el periodo de contingencia sanitaria...” 

Aunque las cifras del rezago educativo se mostrarán de manera contundente después de que se apliquen las evaluaciones PISA, PLANEA y otras más. Hay cálculos que admiten que el rezago educativo en México es de cuatro años. El nivel de aprendizaje de un alumno de 3o de secundaria corresponde al logro de un alumno de 5o de primaria. Con la pandemia, las cifras del rezago educativo irán en aumento. 

Del “Acuerdo número 16/06/21” se desprende la decisión de no reprobar a los alumnos. El primer escondite donde quedará oculto el rezago educativo, es en la masa de los no reprobados. Desde luego que la decisión de no reprobar a los alumnos de primaria y secundaria, posee una fundamentación ética que tiene como propósito evitar la exclusión y la deserción educativa. Pero es también un escondite para depositar el rezago educativo presente y futuro. Quienes terminarán cargando con este rezago serán los maestros y los alumnos que estarán atendiendo o cursando un grado o nivel escolar que estrictamente no les corresponde.  

En el acuerdo analizado hay una clasificación de los alumnos(as) que se deriva de la realidad educativa generada por la pandemia. Según este documento, hay alumnos(as): “con los que se mantuvo el nivel de comunicación y participación sostenida”, “con los que se mantuvo un nivel de comunicación y participación intermitente” y, “con los que se mantuvo un nivel de comunicación y participación prácticamente inexistente”. En síntesis, los alumnos se clasifican en tres tipos. Quienes tuvieron un buen desempeño, al comunicarse y presentar evidencias de evaluación de forma permanente. Los que tuvieron un desempeño irregular, que algunas veces trabajaron y presentaron evidencias de evaluación, y otras veces no. Finalmente, se ubica a quienes se ausentaron del proceso educativo.  

Todavía no quedan suficientemente claras, las razones por las cuales los alumnos(as) tuvieron un buen o mal desempeño educativo durante la pandemia. Aunque en términos hipotéticos, se asume que los alumnos que contaron con menos recursos y menores apoyos (económicos, materiales, tecnológicos, pedagógicos, etc.) son los que forman parte de la segunda y la tercera clasificación referidas. Estos alumnos se estarán convirtiendo en los no reprobados, que estarán cargando con la mayor parte del rezago educativo derivado de la pandemia.  

El “Acuerdo número 16/06/21” es una estrategia administrativa, no pedagógica, para sobrellevar el rezago educativo. Al inicio del ciclo escolar 2021-2022, los maestros realizarán un diagnóstico para identificar el rezago que se acentúa en los alumnos de la segunda y tercera clasificación mencionadas. A partir de ese diagnóstico, los maestros diseñarán un plan de atención para atender el rezago. Después de lo más álgido de la pandemia, los maestros tendrán una doble (o triple) responsabilidad: diseñar y atender sus clases con los alumnos que en su proceso educativo no tienen problemas de rezago y que deben cubrir los aprendizajes del ciclo 2021-2022 y, elaborar un plan de atención alterna para los alumnos que deben recuperar los aprendizajes rezagados del ciclo 2020-2021 –y otros más-

¿Qué tipo de apoyos tendrán los maestros para desarrollar esta doble (o triple) tarea educativa? Por el momento, la SEP no deja en claro los apoyos que tendrán los maestros para enfrentar esta tarea que será demandante y problemática. El “Acuerdo número 16/06/21” tiene una lógica administrativa y un enfoque claramente tecnocrático. A partir de este documento, la SEP realiza malabarismos administrativos a la vez que abandona pedagógicamente a los maestros en la atención del rezago derivado de la pandemia. 

Tal parece que los maestros y los colectivos escolares estarán cargando solos con el rezago educativo postpandemia. El abandono educativo no recae únicamente sobre los alumnos y las familias que quedaron solos y sin apoyos durante la pandemia. El abandono educativo también se presenta cuando las autoridades educativas dejan solos a los maestros y los colectivos escolares, para que hagan lo que puedan con los recursos que tienen a la mano, al atender el rezago educativo.

 


III.- Un alumno rezagado es alguien cuyo nivel de aprendizaje está atrasado respecto a un ideal educativo. Hay niveles ideales de aprendizaje que los alumnos deben tener al finalizar un ciclo escolar o un nivel educativo. Estos niveles ideales se definen a partir de lo que en el currículo de educación básica se conceptualiza como: “aprendizajes esperados”, “estándares”, “competencias” o “perfil de egreso”. 

Al finalizar los diferentes grados escolares y niveles educativos, los alumnos deben lograr un desempeño que demuestre que cumplieron con los “aprendizajes esperados”, los “estándares”, las “competencias” y el “perfil de egreso” que están establecidos en el currículo de preescolar, primaria o secundaria. ¿Cómo se define el nivel de aprendizaje que los alumnos deben tener en un determinado grado o ciclo escolar? En base a tres factores sustantivos:

A) Los niveles de aprendizaje se definen a partir de los ideales educativos planteados por los estándares internacionales de la OCDE, el BM, la UNESCO y la OEA. Las inercias del neoliberalismo y la globalización han generado una estandarización educativa que resulta cuestionable.  Los logros de aprendizaje de los alumnos de una región con altos índices de desarrollo social, económico y cultural (en Monterrey o la Ciudad de México), son medidos de la misma manera que los logros de aprendizaje de los alumnos de una región con altos índices de marginación (en regiones indígenas de Chiapas o Guerrero). 

¿En términos pedagógicos, pero sobre todo en términos socioeducativos, es válido evaluar los logros de aprendizaje de los alumnos bajo una lógica de estandarización que no toma en cuenta las abismales diferencias económicas, sociales y culturales de la sociedad mexicana? Desde luego que no. Pero las inercias neoliberales de la evaluación conducen al territorio fatídico de la igualuación de los desiguales. En el fondo, esta maquinaria de evaluación neoliberal es anti-dialéctica, y parte de una suspensión de las variables económicas, sociales y culturales que tienen un peso determinante en los resultados educativos. 

B) Los logros de aprendizaje se miden en base a evaluaciones que se traducen en una numerología. La inercia evaluadora del siglo XXI ha ido construyendo un paraíso numérico, un “logos” idealizado de los números. Detrás de las evaluaciones educativas se dibuja una promesa utópica que está hecha de cifras y porcentajes idealizados. El cielo de la utopía educativa neoliberal es una danza de números en constante movimiento. De la misma forma en que los encantadores de serpientes hacer danzar a estos animales por encima de una cesta, los tecnócratas de la educación sacan cifras de la cesta de la investigación educativa y las hacen danzar al ritmo del neoliberalismo. 

Desde hace dos décadas se ha construido en México un enorme aparato de evaluación educativa, cuyo eje fue en su momento el Instituto Nacional de Evaluación Educativa. Pero más allá del INEE, lo que persiste es una inercia evaluadora que forma parte de una época y una lógica evidentemente neoliberales. La inercia evaluadora del siglo XXI, es una enorme maquinaria para medir cuantitativamente los rezagos y/o las mejoras educativas. El problema es que esta maquinaria pondera lo cuantificable (los valores matemáticos y estadísticos de lo evaluado) mientras procura olvidar lo no cuantificable (las vidas y los problemas concretos de los maestros, los alumnos y los padres de familia). 

C) Los niveles de aprendizaje se determinan también en base a las recomendaciones que especialistas en pedagogía, currículo, psicología y otras áreas del saber relacionadas con la educación, emiten al diseñar el currículo (los planes y programas, los libros de texto y otros documentos educativos). Las diversas áreas de saber que han surgido con la creación del territorio de la investigación educativa, han dado lugar a la formación de una intelectualidad que ha contribuido a la sofisticación y la complejización del currículo. En las últimas décadas, el currículo se ha sofisticado y complejizado de manera abrumadora. 

El currículo es un laberinto educativo y existencial, que captura los años de vida de los maestros, los alumnos y los padres de familia. Las formas de perderse en este laberinto curricular son diversas. Los especialistas en educación han construido una variedad de mapas (artículos, tesis, libros, etc.) con las indicaciones que consideran pertinentes, para que los actores educativos eviten perderse en los laberintos curriculares. Pero los mapas elaborados con este propósito, son un laberinto más. Cuando un laberinto se acumula sobre otro, las posibilidades del extravío aumentan significativamente. 

Lo que dejan ver las reiteradas y fallidas reformas educativas de las últimas tres décadas, son un conjunto de laberintos que se traslapan unos con otros.  La reforma educativa fallida de Carlos Salinas de Gortari, fue seguida por los intentos de reforma no consumados durante el sexenio de Vicente Fox, a lo que prosiguió la reforma curricular errónea del gobierno de Felipe Calderón y, que ha sido continuada por las reformas de los sexenios de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. 

Las reformas de los últimos sexenios son una cartografía del extravío educativo. Desde luego que ese extravío tiene una manufactura neoliberal. En este contexto surge la sombra del rezago educativo heredado por la pandemia. En términos educativos, los meses por venir no son nada alentadores. Hay veces en que la historia que sigue va tomando la forma de un desasosiego. Ojalá que los maestros, los alumnos y los padres de familia no se queden demasiado solos cargando con el rezago educativo. Ojalá que las autoridades, además de crear mecanismos administrativos para hacer malabares con el rezago, construyan apoyos pedagógicos que lleguen efectivamente hasta las escuelas. Ojalá que los abandonos educativos no se multipliquen, en este tiempo en el que hacen mucha falta los alicientes del acompañamiento y la solidaridad.