Chihuahua, Chih.
¿Cuánto
hay que dejar de ser
para ser?
Jodorowsky
Cuando se lanzó la propuesta de la reforma política de José López Portillo, uno de los beneficios esperados fue el de persuadir a los ciudadanos de no recurrir a métodos violentos. Eran tiempos en los que no se había enfriado la guerra sucia, el sindicalismo independiente estaba en auge con la vanguardia de los sindicatos universitarios. La UNAM fue vandalizada por la policía capitalina con la luz verde encendida por el rector de ese entonces (Guillermo Soberón Acevedo asistido por el regente Carlos Hank González y el secretario de gobernación Jesús Reyes Heroles)
La reforma y las que se sucedieron en alcance político realmente lograron su objetivo. Fue por el lado económico que se descompuso la convivencia entre los mexicanos. La reducción de la intervención del Estado en la economía recomendada por los organismos económicos internacionales abrió el espacio para la incursión de las empresas criminales, la llamada delincuencia organizada. La reforma política palideció ante las reformas económicas. La violencia proliferó en la permisividad del libre comercio, capitalismo primitivo diría Marx.
Ya entrado en firme el neoliberalismo, la violencia se convirtió en parte del paisaje nacional.
Todavía peor, se hizo sistémica con la alternancia en el gobierno federal. Vicente Fox apostó a no meterse con el crimen organizado. Felipe Calderón declaró una guerra sin consultar a los mexicanos y la violencia se incrementó. Enrique Peña Nieto se montó en la inercia decretada por Calderón. El país adquirió fama de violento.
El sufrimiento infligido a los mexicanos, por la economía y el crimen, fue revocado en las urnas en las elecciones de 2018.
Pero hay grupos privilegiados que se niegan a dejar la senda de martirio a la que se sometió a la mayoría. Organizaciones formales como la Confederación Patronal de la República Mexicana, dirigida por Gustavo Adolfo ¿Hitler? o de Hoyos, que se proponen derrocar al gobierno de López Obrador, sin base social activa, que recurren a la formación de membretes de la sociedad civil como DICE, al cual nadie o muy pocos respaldan.
El grupúsculo FRENAA, que sin exhibir a sus financiadores recurre a la violencia verbal y promueve el golpismo. O la organización que se dice feminista, que también recurre a la violencia verbal y además a la física con actos de vandalización.
Un feminismo muy oportunista, que se monta en víctimas reales. Feminismo no exhibido antes y que emerge con orientación antiAMLO.
Alegando una sociedad patriarcal opresora que hace tiempo dejó de operar en sus contenidos originales. Lo que actualmente rifa es el elogio del macho alfa, que empodera el liberalismo económico y las series que hacen apología del crimen. Postulaciones que efectivamente lesionan la integridad de las mujeres.
Ya ni mencionar a los compañeros de viaje, que se dicen liberales, pero a las primeras están dispuestos a rendirse a los fascistas (Italia, Alemania, Chile, para mentar casos históricos) que están a modo para echar abajo la paz gestada en el marco de un México incluyente y justo.
Cabe apuntar el desmoronamiento moral de las comunidades religiosas, impotentes para producir escrúpulos que inhiban conductas antisociales. Digno de investigación sociológica que interrogue las dominantes comunidades católicas de Colima, Guanajuato, Jalisco y Michoacán y el fortalecimiento del crimen organizado en el centro occidente de México ¿No que muy católicos?
La paz está amenazada.
Salud y larga vida