La protesta como herramienta pedagógica.

La protesta como herramienta pedagógica. 25 de junio de 2017

Mariela Castro Flores



“Nadie en el mundo, nadie en la historia, ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores.”

Assata Shakur. Mujer militante de las Panteras Negras.



El pasado día 19 del presente mes en la ceremonia de graduación del Colegio de Bachilleres docentes de esa institución colocaron mantas en las que exigían la destitución de la directora general Teresa Ortuño Gurza. Estas, previamente fueron exhibidas en las oficinas de la dirección general.

Directores de los diversos planteles hicieron lo propio manifestando su apoyo a la señora Ortuño.

“Manifestar” ese es el verbo clave, porque además es un derecho.

Las redes sociales como barómetro de la percepción social expresaron opiniones sobre todo criticando las acciones tomadas por ambos bandos, señalando: “había sido de mal gusto empañar la foto de los alumnos a la que tenían derecho por ser un día importante para ellos…”; algunos alumnos calificaron como “falta de respeto” lo que “les hicieron sus maestros” y agregaron “sentirse ofendidos” porque en sus fotos y video aparecerán las y los docentes con las playeras que tenían como consigna: “Fuera Teresa Ortuño”.

Más allá del siniestro giro que está dando la educación en el estado (empresarial y privatizador), es preocupante que el ultimo bastión a conquistar por las corruptoras políticas del pensamiento acrítico en las y los jóvenes hayan tenido éxito puesto que no hay otra explicación para que alumno(as) no se sientan parte de un conflicto del que son parte a pesar de que están egresando.

Para empezar, independientemente de la postura política que se asuma en la manifestación, ejercer un derecho jamás es una falta de respeto; cuando un alumno así lo considera es porque no fue educado, fue alienado por la institución a la que pertenece. No podemos negarlo y si queda duda, preguntémosle a cualquier adolescente si desea o no tener derechos; manifiestan saber que profesores y maestras están protestando por los suyos pero que eso no los debe perjudicar.

Ojala pudiéramos desde el respeto de todas las partes (incluidos alumnos y alumnas) entrar al debate de hasta dónde entran en conflicto la exigencia de nuestros derechos con la esfera de comodidad personal de quien aparentemente no se siente parte de una problemática que a toda la sociedad atañe. En la escuela no les están enseñando a formar parte y se ha dejado totalmente de lado –en el Colegio de Bachilleres- construir una visión ética, cívica y humana.

El alumnado (esperamos no todos) están asumiendo la perspectiva de las élites que es conservadora y que apunta al consumismo, a la falta de compromiso por el otro y fortalece la visión individualista del ser y que anula la vida en comunidad desconociendo que desde las diversas luchas se nos genera el sentido y modo de ver la vida.

La verdadera falta de respeto a los derechos humanos de las juventudes la está cometiendo el gobierno estatal con su política ultramontana en materia de educación nulificando su criterio, negándoles la oportunidad de ser críticos de su realidad para poderse convertir en agentes activos para su transformación y para muestra un botón: el día de hoy jóvenes de nivel medio y medio superior estarán concentrados en el Gimnasio Rodrigo M. Quevedo para el arranque del “Reto del Chihuahua Azul”, -las y los bachilleres con el logotipo del gobierno estatal al hombro- que se implementa como respuesta al reto de la “Ballena Azul”, ambos consistentes en una serie de “retos” diarios.

El asunto es que están constituidos desde una visión adultocéntrica de lo que se supone se espera de jóvenes de entre los 12 y 16 años. Es decir, se ha diseñado como un sistema de premio-castigo (falta de reconocimiento) por personas adultas que además, no cuentan en su equipo con digitólogos o diseñadores de contenido con perspectiva de juventudes que pudieran hacer atractivo el malogrado programa.

Su principal impulsora: Maru Campos, que en voz de Rosa María Hernández (directora del Cappsi) afirma: “…estos retos son planteados de manera sencilla (como si los jóvenes no supieran manejar plataformas digitales) con una plataforma sicológica enfocada hacia el autoconocimiento y la aceptación (nada de resolver la violencia estructural) para entrar en contacto con el medio ambiente y la naturaleza y así mejorar las relaciones en la escuela, en casa y colonia donde viven… (se sigue la visión estigmatizante de la criminalización de las y los jóvenes)”. O sea, adolescentes frívolos y sin voluntad que se comporten como adultos chiquitos que sean maleables y obedientes al sistema que no los reconoce ni los pretende empoderar porque no quiere verlos con voz propia porque seguro, podrían representar un peligro.

El adultocentrismo es eso que se traduce de forma directa en la interacción entre jóvenes y adultos con efectos como la rigidización de las posiciones o formas de pensar adultas frente a la ineficiencia de instrumentos psicosociales con los que se cuenta para relacionarse con personas jóvenes a razón de que las personas adultas poseen únicamente referentes propios centrados en las vivencias personales para aleccionar sin tomar en cuenta otras perspectivas.

Los alcances son enormes y están en todos lados, en nuestra cotidianidad y en todas las formas que tenemos de relacionarnos. Para el caso que nos ocupa, la subordinación y el sometimiento hace creer a las y los jóvenes que una manta con una consigna arruina su foto de graduación cuando bien podría aportarles detalles y elementos para definir el momento histórico del que forman parte en la construcción de su identidad, sea cual fuera la posición política a la que quisieran sumarse, porque una manta desplegada en una sociedad injusta, frente a un acto de desigualdad es un acto de dignidad.

Cualidad que antes los definía.

(Que el gobierno estatal a través de sus políticas educativas no les robe también la rebeldía).



marielacastroflores.blogspot.mx

@MarieLouSalomé

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.