Chihuahua, Chih.
La crítica periodística suele ser lo suficientemente flexible para acomodarse a los intereses del poder. La labor de la prensa puede tener la talla de lo que ordene “La jefa” en turno, cuando las órdenes tienen como base el intercambio de favores mutuos.
Los lugares ensombrecidos del periodismo en México existen desde hace décadas, tal como narra la novela “El vendedor de silencio” de Enrique Serna (2019). En el ejercicio del periodismo se pueden poner a la venta los silencios o los ruidos, o cualquier otra cosa que pueda ser parte del mercado de las ideas políticas y mediáticas.
El gobierno de Javier Corral trazó una ruptura entre el poder político y el poder mediático. Aunque esta ruptura fue relativa. Corral tuvo a sus propios favorecidos, como el Canal 28 y El Heraldo de Chihuahua.
Con el gobierno de María Eugenia Campos, las relaciones entre el poder y la prensa local parecen retornar a la normalidad histórica: un manejo editorial lo más cómodo posible para los intereses del poder en turno y un tratamiento benévolo a los medios en cuestión del gasto público.
Falta dejar en claro el gasto público que el gobierno de María Eugenia Campos estará ejerciendo en los distintos medios televisivos, radiofónicos, periodísticos y virtuales. Aun así, se identifican indicios de un restablecimiento de la relación entre el poder político y el poder mediático en Chihuahua.
En un análisis de la línea editorial de varios medios y de algunas columnas políticas locales se identifica un viraje discursivo bastante notorio.
En su momento, la intervención de Corral en el manejo político del Supremo Tribunal de Justicia y de la UACH, fue señalada críticamente. De forma reiterada, a Corral se le criticó la falta de respeto a la división de poderes y su intromisión en el manejo de los asuntos de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
En los últimos días, el intervencionismo evidente del ejecutivo estatal en la UACH y en el Supremo Tribunal de Justicia, es incluso festejado por algunos medios y columnistas. Hay quienes celebran la “mano pesada” de Campos en el ejercicio de un poder invasivo, que no respeta la autonomía de la UACH, ni la división de poderes que debe existir entre las esferas ejecutiva y judicial.
Los medios y los columnistas que ayer lanzaron piedras en contra del intervencionismo de Corral en el poder judicial y en la UACH, hoy le colocan una corona a Campos y le lanzan loas, celebrando la reinstauración de un ejecutivo todopoderoso, que no respeta la autonomía ni la división de poderes entre las instituciones.
Detrás de los virajes del poder gubernamental, que se acompañan de virajes discursivos de los medios, se identifica la presencia de una sacralización del poder de una gobernadora que comienza a ser enaltecida sobremanera.
Lo que está en proceso es una sacralización del ejercicio del poder que recae en María Eugenia Campos y sus cercanos. Hay una ausencia de crítica, hay una serie de mecanismos de silenciamiento que evitan incomodar al poder en turno. A su vez, hay un ruido que enaltece el ejercicio de poder del ejecutivo estatal, con palmas y alabanzas que pueden ser más o menos intensas.
Es necesario entonces, hacer una crítica del proceso de normalización y restablecimiento de las relaciones entre el poder político (el gobierno de Campos) y el poder mediático (la prensa local). A su vez, se requiere criticar los mecanismos de sacralización del poder que comienzan a construirse en las relaciones entre el gobierno de Campos y la prensa local.
Todo poder requiere ser analizado y criticado desde su propia condición terrenal, entre sus luces y sus sombras. La crítica periodística tiene como uno de sus objetivos la des-sacralización del poder, sea cual sea su forma.
Un(a) gobernador(a) no es un santo(a) que se deba ser alabado(a) mediante los mecanismos de liturgia de la prensa.
El ejercicio del periodismo no tiene por qué quedar sujeto de algún manual de feligresía, para hincarse o lanzar alabanzas ante el poder en turno.