Chihuahua, Chih.
Tan sólo en cuestión de pocos meses, el coronavirus logró paralizar simultáneamente a todas las estructuras de la civilización moderna, algo que no se había visto con anterioridad; ni si quiera en los grandes conflictos bélicos del siglo XX o de principios del actual.
El principal motivo se lo debemos a la globalización actual, ya que nuestro sistema económico, político y financiero es sostenible únicamente por medio del movimiento rápido y constante entre las diversas regiones y latitudes del mundo en un sólo sistema multilateral.
No es de sorprender que la pandemia global que golpeó tan severamente a las cadenas de producción de bienes y servicios, afecte tan gravemente a nuestras vidas, comunidades y bolsillos.
Hoy en día nos encontramos viviendo una pesadilla en carne propia: la pesadilla del Covid.
La pregunta que quizás todos deberíamos plantearnos, sería cómo podemos sacar provecho a esta crisis mundial sin precedentes (y no, no digo que nos haya caído como si fuera un anillo colocado en nuestro dedo).
Personalmente considero que la crisis del coronavirus se convirtió en una oportunidad ideal para plantear la sociedad que queremos trazar, poniendo en marcha nuestras metas e idealizar nuestro esfuerzo, para después materializar sociales más justas e igualitarias.
En lo que respecta a un nuevo sentimiento de "idealismo" en crisis como la del coronavirus, una sociedad post-coronavirus no necesariamente podría desembocar de pronto en una sociedad utópica o idealista, sin embargo, podemos comenzar a desplazar nuestros pies rumbo a aquella sociedad justa e igualitaria por la que hemos luchado tanto tiempo cómo miembros de una misma especie.
Nuestros padres han luchado en aras de mejores condiciones de vida e igualdad, sus padres lucharon, los padres de éstos lucharon y los padres de los patriarcas de cada generación lucharon por conseguir o al menos tratar de realizar una versión mucho más brillante de sus época, en una especie de sueño generacional que trasciende épocas y edades.
Soñar es una actividad inherente al ser humano, ya que es una actividad que realizamos todo el tiempo, aquel acto está presente en todas las obras materializadas de la actividad y de la producción humana, no sólo artísticamente hablando.
También dicha actividad se encuentra reflejada en el paso de la modernidad y de la igualdad en nuestras vidas y la huella que han dejado en nosotros, así cómo en las leyes, tratados y documentos que garantizan una vida plena para todas las personas, sin distinción alguna.
El sueño de una sociedad ideal es mucho más antiguo que la sociedad utópica que describieron los antiguos griegos, como un ideal de lo bello y lo bueno de la compleja existencia humana.
La utopía está en el horizonte, quizás nunca la alcancemos pero no dejaremos de pensar y soñar con ella.
Una frase del escritor latinoamericano, Eduardo Galeano, evoca el sentimiento humano por materializar una sociedad idealizada con libertad y justicia social.
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar".
Una vez que despertemos de esta pesadilla coronavírica, la "patada" que nos despierte no será amigable, pero nos traerá de vuelta y sobre todo nos ayudará a colocar de vuelta los pies en la tierra.
La colaboración humana es la única manera de salir adelante, sin patriotismos ni nacionalismos exacerbados o explotados hasta el agotamiento.
Hay un viejo refrán que menciona que "dos cabezas piensan mejor que una", pero que pasaría si fueran más de siete mil millones de cabezas puestas en marcha, pensando más como especie que cómo miembros de una misma nación o tribu.
Las cosas se complicarán en el mundo y no sólo en nuestro país, después de este caos vendrán las otras pandemias, cómo la del desempleo ocasionado por el cierre de negocios y de la paralización de la vida industrial y de los mercados financieros, así como un subsecuente aumento en el caso de enfermedades mentales ocasionadas o agravadas , como consecuencia de las duras condiciones de la reclusión o confinamiento durante la cuarentena (que por cierto se prolongó por más de sesenta días).
El despertar no será sencillo, todos los gobiernos, sin importar el partido que se encuentre tomando las riendas de cualquier país o región pudo tomar el asunto entre cartas.
Como si se tratara de un asunto sobrehumano, la pandemia pudo más que los hombres y mujeres que gobiernan a su pueblo.
El mundo no estaba preparado para librar una "guerra" contra un enemigo infeccioso e invisible.
Los sistemas médicos y de hospitalización a nivel mundial también colapsaron y el ciber espacio, que no conoce de barreras o fronteras, se llenó por completo de información de dudosa autenticidad, perjudicando incluso más que aquel agente patológico que surgió a finales del año pasado.
La reconstrucción del orden globalizador que nos regía se encuentra en marcha, mientras continuamos despertando de un mal sueño.
La escena evoca a la escena inicial de una de mis películas favoritas, en la cual, Cobb, el líder de un equipo dedicado a la "extracción" de sueños con fines de espionaje corporativo, ideó una proyección casi perfecta de la realidad para introducirse en el subconsciente de un influyente empresario de un monopolio energético.
Después de percatarse que la realidad que veía no era verdadera, por algo tan insignificante como el material de una alfombra colocada en el suelo, el empresario Saito despierta del sueño artificial provocando el colapso de su estructura.
Como acto seguido los miembros del equipo deben abandonar el sueño y despertar por medio de una "patada", que los devuelva a la realidad presente.
Para poder regresar, la silla en la que se colocaba Cobb es inclinada para caer en una tina con agua helada.
El regreso a nuestra realidad de antaño será similar al proyectado por la cinta "El Origen" (2010), ya que en cuestión de meses seremos nosotros quienes caeremos en una tina con agua fría para despertar de un sueño o en nuestro caso de una verdadera pesadilla.
Debemos estar preparados para los duros tiempos que se avecinan y no mirar hacia atrás, ya que nuestro pasado jamás volverá.
Estamos ante el comienzo de un nuevo tipo de civilización moderna, más sofisticada y con modalidades a distancia.
Hemos visto el aumento de la educación virtual en línea, el uso cada vez mayor de redes sociales y plataformas virtuales como Zoom, que permiten la comunicación a distancia y el ascenso de la economía de baja interacción (Low Touch Economy), que permite actividades y transacciones económicas a distancia con el sólo "click" de un dedo.
No obstante, también podría ser un futuro con los riesgos que implica la modernidad.
También veremos el ascenso de partidos y líderes políticos que culparán a la globalización o al sistema económico de los errores cometidos durante la pandemia, utilizando viejas tácticas como el proteccionismo o el nacionalismo económico.
Factores que podían desembocar en una desglobalización, además se encuentra el riesgo de una sociedad con mayor vigilancia y paranoia derivada de la desinformación y el pánico de la crisis del coronavirus.
Una vez acabada la contingencia global, el mundo se encontrará en una especie de síndrome de estrés postraumático.