Chihuahua, Chih.
Tras la agresión padecida por la locutora de La Ranchera de Cuauhtemoc 89.7 FM, Brenda Chacón, por el dueño del grupo radiofónico, Israel Beltrán Montes, luego de hacerse viral en redes sociales y los principales medios de comunicación, no dejo de pensar en la violencia laboral ejercida y cómo ésta trasciende al campo de lo simbólico para seguir perpetuando la idea de que la voz del conocimiento no se escucha en femenino y si una mujer es la mensajera, siempre termina siendo cuestionada.
Es evidente que está agresión no ha sido la única y por la reacción de Brenda se nota que éstas son constantes, que las agresiones machistas de este sujeto son permanentes. No necesito ser testigo presencial.
Por mis años detrás de los micrófonos sé que esto es verdad, que es posible y que es una práctica común que se encuentra normalizada.
He tenido la enorme fortuna de generar mi presencia en grupos radiofónicos en los que la misoginia no es el vector principal, las mujeres han sido jefas de noticias y han encabezado las emisiones más importantes de los informativos, además de que en mi casa, Aserto, por su director siempre he sido vista y reconocida como lo que soy: una valiosa integrante del equipo de analistas; sin embargo, por temas coyunturales y cuestiones de mi expertise suelo ser invitada a otros medios en los que colegas, amigos, conductores, me cuestionan desde la provocación facilona, el sarcasmo obsceno y el chiste barato, todo en nombre de la libertad de expresión y lamentándose de que la corrección política les limite cada vez más su hacer y decir y ven en mí la representación de la pérdida de sus privilegios, tal como lo hizo Beltrán Montes con Brenda, al restregarle en la cara el lenguaje incluyente.
A lo largo de los años he tenido que hacerme de herramientas para responder a estos intentos de callarme la voz y de que mi voz pierda potencia política.
Hoy, una sola broma (sexista y/o misogina) no la dejo sin respuesta, porque al hacerlas el objetivo es restarle seriedad a lo que expreso, que no se me preste atención o sea observado como algo de poca importancia o como nada relevante.
Solo quiénes se cruzan conmigo sin conocerme se atreven a hacerlas porque saben que quedarán exhibidos en su misoginia en el mismo momento.
No solo Beltrán Montes es el del problema, es que la mayoría son ellos.
Este sujeto, dos veces diputado federal, dos veces diputado local, alcalde del municipio de Cuauhtémoc y senador suplente, ha acumulado poder a lo largo de los años y este creció exponencialmente a la par de su fortuna personal por sus relaciones con el ex gobernador #CesarDuarte de las cuales se vió muy generosamente beneficiado, por eso la impunidad de sus dichos, excesos, abusos y agresiones, por saberse intocable; el problema es que cualquiera que tenga en su ser un resquicio de machismo detrás de un micrófono se convierte en un macho habilitado a violentar desde el poder que la palabra masiva otorga.
Por eso celebro que Brenda se haya ido, porque al defenderse, lo hizo por todas, y hoy, nos ha dado la posibilidad de hacer visibles las violencias que mujeres comunicadoras enfrentamos.
Siempre, cuando le respondo a machos y misóginos detrás del micrófono lo hago pensando que siempre hay alguien que escucha, que ese alguien es mujer y que al igual que Brenda, podemos responder porque la autodefensa es nuestro legítimo derecho.
En este tiempo debería ser inconcebible que tengamos que seguir luchando el doble o el triple por ser reconocidas como interlocutoras válidas, por fortuna cada vez menos; por eso se hace urgente y necesario acompañar a Brenda, primeramente para que su arrojo no le cueste su carrera, integridad o la vida y, segundo, porque con su determinación nos abrió una puerta.
Depende ahora de todas las demás dejarla abierta.