Chihuahua, Chih.
A mi madre, Patricia Herrera Martínez.
¿Qué es lo qué podría diferenciar a una madre palestina, de una madre israelí, o a una madre qué vive en México de otra que habite en los Estados Unidos?.
Las diferencian muchas cosas, como la situación geográfica, los usos y costumbres, así cómo el idioma que utilizan, pero comparten el instinto maternal, el cariño, el cuidado y el aprecio por los hijos que no conocen barreras geográficas ni distinción o clases sociales.
Así como el dolor que sufren las madres, es un sentimiento universal que recorre el mundo entero.
Tan sólo imaginemos qué el dolor qué experimenta una madre mexicana cuando su hijo se encuentra desaparecido o lamentablemente haya fallecido a causa de la lucha contra el crimen organizado, es el mismo dolor que experimenta una madre palestina bajo la cruenta ocupación israelí, o una madre israelí qué observa como la confrontación armada deja tras de sí una estela de muerte y sufrimiento con su vecina Cisjordania, al igual qué el sentimiento de dolor y frustración que pudiera sentir alguna madre estadounidense qué perdiera a su hijo cómo consecuencia de la drogadicción o de la violencia causada por la industria armamentista, misma que actualmente se encuentra con muy débiles restricciones o regulaciones, sin control alguno.
En este ejercicio de imaginación también podríamos observar el dolor de las miles de madres hacinadas en carpas de la ONU, cuyos hijos no han conocido el mundo más allá de los campos de refugiados en los conflictos que asuelan al mundo entero, pese a los devastadores efectos de la pandemia del coronavirus.
Ni siquiera en este 10 de mayo, el calvario de las madres migrantes se detendrá o dará tregua a los esfuerzos humanos por alcanzar una mejor vida.
Ser madre en un mundo amenazado por la sobrepoblación, el cambio climático, las guerras y las crisis económicas es el reto más grande para nuestra especie.
Ya que ser madre es en sí un trabajo y una responsabilidad cada vez mayor, las madres de las generaciones actuales y próximas llevarán la enorme responsabilidad de guiar a quienes tomarán nuestro lugar, una vez que no estemos pisando esta tierra con la suela de nuestros pies.
Por lo tanto considero que el día de las madres, más que una fecha donde predomina la mercadotecnia y la cursilería, representa a modo de homenaje a aquellas mujeres (lamentablemente invisibles), que se encargan de preservar y conservar el destino de nuestra especie.
El peso del futuro pesa sobre los hombros de las madres como en los de sus hijos.
Nací a finales del siglo pasado, por lo tanto soy parte del pasado pero también soy parte del futuro.
No obstante, está historia no terminará con mi generación o con la siguiente, la extensa crónica del pueblo humano ha logrado sobrevivir más tiempo por el cuidado y la atención materna, qué por la forja de la espada, la sangre, el fuego y la violencia ejercida principalmente representada por la ambición de los grandes imperios de la antigüedad.
En la antigüedad, las mujeres eran respetadas al ser aquellas que colmaban de vida, hoy nuestro desprecio para con la mujer se refleja en la violencia machista y en otras expresiones que atentan contra su integridad, muchas veces las mujeres se encuentran sin protección o amparo de la ley.
Por lo tanto recordemos a las mujeres invisibles no sólo el 10 de mayo, si no todos los días.
Nuestro futuro depende de ellas, ya que son los guardianes del presente y del futuro.