Chihuahua, Chih.
Cuestionado en varias ocasiones, a lo largo de la entrevista otorgada a los analistas de Milenio Tv, el candidato del PRI, José Antonio Meade, desechó que la “marca PRI” fuera un obstáculo para su eventual triunfo a la presidencia de la república.
En todos los casos respondió que él era el que estaría en la boleta, que su experiencia, trayectoria, capacidad y estudios efectuados, además de sus conocimientos serían los que estarían en el debate.
En ningún momento refutó que “la marca” fuera la mala, sólo repetía que él sería el presidente y que por eso estaba en la boleta. Nadie más.
No solo eso. Garantizó que con la llegada de René Juárez a la presidencia del Comité Nacional del PRI estaba asegurado el relanzamiento de su campaña y que, sin duda, su candidatura sería la triunfadora.
Sin embargo, la campaña presidencial del PRI no prende; son numerosos los cuadros políticos que han abandonado, no el partido, pero sí las actividades político-electorales, además de que muchos de sus electores han optado por otras candidaturas.
Se presume que la mayoría están migrando sus preferencias hacia el candidato de Morena y que un buen número, como ocurrió en 2006, votarán por Ricardo Anaya pues ideológica, y hasta políticamente, tienen más coincidencias con el partido de la derecha mexicana que con el de las izquierdas.
Pero no basta con postular un candidato “ciudadano”. Las formas de hacer política de un partido no pueden cambiar de la noche a la mañana. Cuando se trata de una agrupación política de más de 70 años, más difícil aún. Y menos posibilidades tiene si su práctica principal ha sido clientelar y patrimonialista.
Sorprende, además, que el equipo de campaña y la dirigencia misma no se hayan percatado de lo equivocado de la estrategia de la campaña.
Es probable que se deba a la novatez del núcleo dirigente:
El candidato nunca había participado en campaña alguna; no ha desempeñado cargos de elección popular, toda su vida profesional es como funcionario público; el presidente del partido, Enrique Ochoa, era otro novato en las lides políticas, tampoco había sido candidato a puesto alguno, menos iba a saber de la operación electoral y el coordinador de la campaña, Aurelio Nuño, impuesto por el presidente Peña Nieto, para asegurar el control de la campaña y el candidato, sólo había hecho campañas al calor del gobierno y la vastedad de recursos económicos en el Estado de México.
Al sobrevenir el cambio de dirigencia, pareciera que sólo saben hacer política electoral del mismo modo que antes. Llegaron ofreciendo la regularización de 5 millones de vehículos internados irregularmente -los chuecos- al país, pero, solo si Meade gana, en una operación que no es otra cosa que una artimaña para “motivar” al electorado a votar por sus candidatos.
Así, no basta con que llegue el ex secretario de Hacienda a la presidencia si sus formas de hacer política y sus operadores estarán haciendo lo mismo que, ahora, en plena campaña, la mayoría de los electores están rechazando masivamente.
Los detractores de López Obrador afirman, para desacreditar sus elevados rangos de simpatía popular, que el 30 o el 40% del electorado no piensan como él.
Pero el verdadero rechazo es al régimen.
Si damos por válidas el promedio de las encuestas realizadas hasta ahora, resulta que ¡Alrededor de 85 de cada 100 electores están rechazando “la marca” PRI!
Estamos frente a una elección referendista: Votar o no por la continuación del régimen actual.
¿Qué sigue a eso, si fuera derrotado?
No lo saben, ni siquiera, los candidatos de la oposición -leal o no, como Anaya, o abiertamente opuestos, como López Obrador- pues influirá determinantemente para ello el resultado de las elecciones de diputados y senadores.
De ahí lo equivocado de la estrategia de la campaña, tanto de Meade, como de Anaya, en centrarla en el ataque a López Obrador pues éste aparece como el candidato más “antisistema”. Ha provocado la reacción contraria, pues cada vez que lo atacan, dejan de lado que se está votando por la continuidad o no del régimen y su actual representante, Peña Nieto.
En tanto, el PRI hace lo mismo y solito cae en la trampa: Si Meade estuvo en Hacienda ¿Por qué no inició desde entonces esa legalización de chuecos? ¿Por qué no le pide al presidente Peña que lo haga ahora, en plena campaña electoral, a ver si les sirve para evitar la muy segura catastrófica derrota del 1o. de julio?
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