La izquierda sitiada

La izquierda sitiada 16 de diciembre de 2017

Leonardo Meza Jara

Chihuahua, Chih.

El concepto de “sitio” se usa comúnmente en el lenguaje de la estrategia militar. En términos militares, un “sitio” tiene lugar cuando un ejército es copado por todos los flancos en un territorio reducido. El ejército que está encerrado en un sitio tiene escasas posibilidades de sobreponerse al enemigo y derrotarlo, también tiene escasas posibilidades de escapar del territorio en el cual está encerrado. Uno de los hechos históricos más significativos en México es el sitio de Cuautla, durante la guerra de independencia.

En una de sus jugadas teóricas Michael Foucault invirtió el aforismo de Clausewitz, afirmando que: “La política es la continuación de la guerra por otros medios”. A partir de esta tesis, Foucault puso en claro que la lucha por el poder en el plano militar se extiende hacia el plano político de formas variadas.

Desde luego que la lucha militar y la lucha política son distintas, pero en los dos ámbitos las intenciones para hacerse del poder y ejercer un dominio resultan coincidentes. Tanto en el plano militar como en el plano político se busca la derrota de los adversarios, el sometimiento, el desplazamiento y la ocupación de territorios que pueden ser físicos o ideológicos.

Tomando en cuenta el planteamiento de Foucault, en este artículo, el concepto de “sitio” que se usa comúnmente en la teoría de la guerra, se desdobla hacia el ámbito de la política. En las últimas décadas la izquierda mexicana se encuentra bajo un estado de sitio ideológico y político.

La primera cualidad de este sitio tiene que ver con la hegemonía neoliberal a nivel mundial y en México de manera específica. La globalización y el neoliberalismo, que son fenómenos que suceden de forma simultánea y entrecruzada, han construido un dominio en todo el planeta en las últimas décadas. La izquierda mundial en su conjunto se encuentra sitiada por una serie de poderes fácticos en los órdenes económico, político y militar.

Ante esta dominación, desde el bloque de la izquierda se han construido los movimientos altermundistas que en América Latina se agruparon alrededor del Foro de Sao Paulo en la década de 1990. En esta parte no nos detendremos a trazar una radiografía de los poderes fácticos del neoliberalismo en el mundo y en México. El análisis más consistente y sintético del neoliberalismo elaborado desde México se puede leer en el libro “Historia mínima del neoliberalismo” (Escalante Gonzalbo, 2017).

La segunda cualidad del sitio bajo el cual se encuentra la izquierda mexicana de las décadas recientes tiene que ver con el régimen político de la democracia. La izquierda ha sido sometida a una serie de encrucijadas electorales en la lucha por el poder. El año de 1988 es un primer momento de esta encrucijada, cuando se cometió un fraude electoral evidente en contra de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la república. Las encrucijadas se repitieron en los procesos electorales del 2006 y el 2012, cuando se impidió la llegada de López Obrador a la presidencia de México, postulado entonces por el PRD.

En 1988, 2006 y 2012, las encrucijadas electorales en contra de la izquierda partidista se construyeron mediante la convergencia de una serie de poderes fácticos que bloquearon a esta fuerza política en su posibilidad de acceder a la presidencia de la república. Los integrantes del PRI y del PAN (el PRIAN), los empresarios, los consorcios mediáticos y otros actores, se convirtieron en un cerco que le impidió a la izquierda ganar la presidencia de México.

Lo que está sucediendo con MORENA en este momento político, lo que sucedió con el PRD a lo largo del sexenio de Peña Nieto y lo que ha sucedido con una parte de la izquierda chihuahuense que construyó una alianza con el gobierno de Javier Corral, nos muestran una serie de rasgos que caracterizan al sitio bajo el cual se encuentra la izquierda en los meses previos a las elecciones del 2018.

Tal parece que la única posibilidad que le queda a la izquierda social y partidaria para acceder al poder, consiste en pactar con las fuerzas de la derecha, para arribar a espacios concedidos o para construir la fuerza suficiente que le permita ganar una elección. Bajo esta condición se dibuja la tragedia más significativa de la izquierda mexicana en los inicios del siglo XXI.

En el camino electoral hacia el 2018, MORENA está pactando con una serie de grupos de poder y con sujetos individuales que no son parte de la izquierda.

Es el caso de la operación del empresario Alfonso Romo a favor de la candidatura de López Obrador. Es la conformación de un gabinete presidencial que le resulta a modo a los poderes fácticos del neoliberalismo en México y en el mundo. Es la postulación a diversas candidaturas de viejos cuadros que militaron en el PRI y en el PAN.

También está presente la alianza entre MORENA y el Partido Encuentro Social, una agrupación de la ultraderecha en México.

Los caminos del pragmatismo electoral han llevado a MORENA a una serie de acuerdos y concesiones que disuelven a un proyecto de izquierda. López Obrador se ha convertido en un candidato a modo para los intereses de la derecha (y de la ultraderecha).

La condición de sitio en la que están la izquierda del PRD y una parte de los integrantes del Barzón en Chihuahua, es diferente a la situación de MORENA. Pero a fin de cuentas, hay un rasgo en común entre las izquierdas de MORENA, del PRD y de una parte de los integrantes del Barzón que han quedado sitiados por la derecha (y por la ultraderecha). Este rasgo en común es la voluntad personal y/o colectiva de quedar sitiados por los adversarios en la búsqueda por acceder al poder.

Por voluntad propia en lo personal y lo colectivo, los perredistas decidieron quedar absorbidos por el proyecto electoral del PAN hacia el 2018.

Haciendo uso de su decisión personal, una parte de los integrantes del Barzón en Chihuahua se convirtieron en alfiles del gobierno panista de Javier Corral. Por decisión propia, una gran parte de los militantes de MORENA han quedado callados y sometidos ante la estrategia aliancista emprendida por las dirigencias local y nacional, que sin consultar a las bases ha trazado acuerdos con algunos empresarios, con ex-militantes del PRI y del PAN, y con la ultraderecha del Partido Encuentro Social.

Entre los militantes de MORENA y los defensores de la candidatura de López Obrador, hay quienes se atreven a defender la estrategia electoral de este partido a toda costa. Para ellos, los críticos del pragmatismo de MORENA le abonan a las fuerzas contrarias que buscan la tercera derrota de López Obrador en las elecciones del 2018.

Para los defensores de MORENA y del lópezobradorismo, el pragmatismo es justificable de cualquier forma.

Pero esta manera de pensar es un síntoma de la condición de estar sitiado, en términos ideológicos y políticos. La defensa del pragmatismo de MORENA es un síntoma consciente o inconsciente del hecho de estar sitiado, de estar sometido a una estrategia política en la cual un proyecto de gobierno de izquierda queda a merced de los intereses de la derecha.

Para los defensores de López Obrador, se trata de apostarlo todo en la búsqueda del triunfo, aún a costa de la ideología y de los principios que le dan a la izquierda una ética que resulta sustantiva. Se trata de ganar de cualquier forma, aunque en el fondo esa posibilidad de ganar traiga consigo una derrota para la izquierda mexicana. La derrota de una izquierda auto-sometida a un pragmatismo que es injustificable en términos ideológicos.

López Obrador ha quedado sitiado por las fuerzas de la derecha y de la ultraderecha en México, es un candidato a modo para ellos.

Hay momentos en los que el pragmatismo deja de ser una estrategia inteligente y ética para las fuerzas de la izquierda, y se convierte en una forma de quedar arrodillado ante los adversarios.

Leonardo Meza Jara

Maestro, escritor y analista político.