“Amalia Solórzano de Cárdenas no quiso nunca asumir el papel porque en su opinión “Primeras Damas somos todas las mujeres de este país.”
Sara Sefchovich, La Suerte de la Consorte.
El próximo proceso electoral y la escena política actual se dibujan en femenino al menos en la controversia. Ex-primeras damas asedian posiciones que solo la exposición que serlo les otorgó pero que de tener carrera y méritos propios difícilmente en un sistema político tan misógino como el nuestro hubiera sido casi imposible ser consideradas para barajar sus nombres en la oferta electoral.
Con la reciente captura de #JaviDu en Guatemala, de nueva cuenta se ha reabierto la discusión sobre el papel de las primeras damas como parte del sistema político de cada entidad y sobre todo el papel que juegan en las decisiones políticas y de gobierno de sus esposos (presidentes o gobernadores) o en los actos de corrupción en los que incurren.
Y es que salvo honrosas excepciones pocas se han salvado del escándalo y escarnio público gracias a que han guardado un bajo perfil; las más, (sobre todo en lo local) se han aprovechado del status que les da la posición del marido para vivir una vida de excesos que las percepciones económicas e ingresos familiares no permitirían, además de cobrar sueldo sin estar insertas de modo oficial en la estructura de la administración pública y acomodando estratégicamente a cuanta parentela es ofrecida.
Reconocidas panistas han pretendido incluso la presidencia de la república como Martha Sahugun a pesar de la red de corrupción que tejió para favorecer a sus hijos con compañías y contratos millonarios dados a conocer por Olga Wornat en las “Crónicas Malditas” para Proceso y Margarita Zavala que aún se encuentra en esos afanes como si su marido no fuera uno de los peores genocidas que no solo el país, también la humanidad haya dado cuenta y la complicidad de sus familiares directos en la tragedia de la guardería ABC en el que fallecieron 49 niños y 109 quedaron severamente lesionados.
En una suerte de trasladar la disciplina partidaria a la figura matrimonial y el protocolo establecido para las primeras damas, los gobernadores priistas cuentan con esposas que funcionan para dar una buena carta de presentación y ser el mejor accesorio que acompaña a sus maridos, “mujeres floreros” en el argot feminista. Si no se es atractiva, al menos debe pertenecerse a una familia quien haga funcionar los negocios. Su don: siempre calladas, complacientes, sumisas; las esposas de los priistas casi nunca desafían esa regla en la gestión de sus parejas.
La polémica nuevamente encendida se debe a la falta de acción penal sobre Karime Macías Tubilla que gozará en libertad de los bienes mal habidos junto a su familia con una vida a la que solo muy pocas personas en el país pueden gozar que el ahora defenestrado Javier Duarte consiguió saqueando el patrimonio de las y los veracruzanos. Pero acá tenemos a nuestra propia consorte Duarte, quien a además de cumplir con las características que les achaco a las consortes tricolores, también jugó la parte que Karime en Veracruz: ser la perfecta cómplice criminal en las actividades delictivas de sus esposos.
Pero, ¿se les puede fincar responsabilidad por los delitos de sus maridos? Teniendo participación directa ¿por qué no hay primeras damas que hayan pisado la cárcel y permanecido en ella? ¿por qué el manto de impunidad no se devela para ellas?
Porque en este país la misoginia da para respetar los acuerdos que “entre caballeros” se logran para proteger a sus esposas que en un país tan machista como el nuestro, son tan sagradas casi como la madre. O al menos, eso en apariencia. Más bien resultan las mejores guardianas de los bienes robados y son el último eslabón para que la ruina de sus maridos y por ende, la de ellas, no sea completa.
Si cuentan con ambición pretenden ser estrategas de sus esposos, son sus coordinadoras y socias financieras, administradoras fantasmas de los bienes adquiridos de modo ilegal. Karime anotaba en una costosa libreta las propiedades que en el extranjero adquirieron y con meticulosa rigurosidad documentaba todo lo referente a ellas, Bertha Gómez aparece como propietaria de varias fincas que su marido adquirió a lo largo de su mandato. Otras, solo se dedican a vivir de lo robado cómodamente aunque sus maridos enfrenten procesos penales; pareciera que la desgracia no las toca.
Pero habría que entender que ellas solo juegan una parte, una que casi no es representativa en el entramado de corrupción que se ha construido. Lo cuestionable sería quizá, que pudiendo ser todo lo anterior, no puedan convertirse en la voz de la conciencia que bien podrían ser.
Pero son mujeres y aunque consideradas “damas”, mujeres al fin y a las mujeres poco se les escucha.
Y el marido, pues…
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@MarieLuoSalomé