Chihuahua, Chih.
Es posible que la consulta recientemente realizada para juzgar la corrupción de los gobiernos del PAN y del PRI, sea uno de muchos acontecimientos históricos que deslegitiman las figuras de la democracia participativa.
Las figuras de la democracia participativa, como el plebiscito o la consulta ciudadana, juegan un doble papel:
- Por un lado, son una alternativa de la democracia representativa que se enfrasca y se diluye en los procesos electorales y el mecanismo del voto.
- Por otro lado, son una radicalización de la democracia que le da voz y participación directa al pueblo como actor político.
Hay una pregunta qué cabe hacerse: ¿De qué formas, las figuras de la democracia participativa (en este caso una consulta ciudadana) pueden ser históricamente deslegitimadas, es decir, sometidas a procesos de desgaste que las debiliten?
En el libro “El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo”, Wewndy Brown (2015, Malpaso Ediciones) analiza los mecanismos a través de los cuales el neoliberalismo ha intervenido a la democracia para debilitarla.
En las últimas décadas hay un conjunto de estrategias y de acciones que tienen como objetivo debilitar a la democracia, para restarle la potencia de lucha política que no le es conveniente a los operadores del neoliberalismo (empresarios, políticos de la derecha e integrantes de un management que se mueve entre el mundo empresarial y el político).
La radicalización de la democracia es un riesgo para las oligarquías del neoliberalismo.
Los mecanismos a través de los cuales el neoliberalismo deslegitima a la democracia representativa o la democracia participativa, son en el fondo un debilitamiento o una anulación del pueblo como actor colectivo.
Esto último es una antítesis de lo que Dussel asume en su libro “20 tesis de política” (2006, editorial Siglo XXI). En este libro, Dussel plantea al sujeto colectivo del pueblo como “potencia”, como una fuerza política que irrumpe para transformar el mundo. El pueblo organizado democráticamente puede tener la capacidad de oponerse al neoliberalismo y cambiar las formas de vida actuales.
Eso es precisamente, lo que pretende debilitar el neoliberalismo. El intervencionismo neoliberal para restarle fuerza a la democracia es una despotenciación del pueblo como actor político colectivo.
En los resultados de la consulta del pasado 1 de agosto, se identifican los dos rasgos analizados.
Hay indicios de un posible debilitamiento de la democracia participativa. Y hay también indicios de una despotenciación del pueblo como actor político colectivo.
Cabe entonces preguntarse: ¿En la consulta del 1 de agosto pasado, de qué formas fue intervenida y debilitada la democracia participativa? ¿En este caso, cuáles pueden ser los efectos en el corto, mediano y largo plazo, respecto a la despotenciación del pueblo como actor político colectivo?
Las respuestas a estas preguntas no residen únicamente en los señalamientos que los militantes de Morena realizan sobre el INE o sobre otros actores de la derecha.
Tal vez, hay errores en la manera de procesar políticamente la consulta por parte de la 4T y de Morena, en los términos de su forma y su fondo.
Esta cuestión no es un asunto menor, es una preocupación de gran calado que debe ser analizada a profundidad en las luchas políticas de la izquierda mexicana del siglo XXI.