Chihuahua, Chih.
En días pasados, el Cabildo de Chihuahua aprobó por unanimidad de votos sin discusión ni debate a fondo de forma previa, sancionar “la divulgación de contenidos musicales, videos, imágenes o cualquier otro similar que promuevan la violencia contra las mujeres”, lo que incluye temas de reggaeton y corridos bélicos, lo que se suma a los previamente estigmatizados narcorridos.
La iniciativa la presentó el alcalde Bonilla para reformar el Reglamento del Sistema de Justicia Cívica y el de Diversiones y Espectáculos Públicos con el supuesto pretexto de “prevenir la violencia de género y sancionar las conductas que atenten contra la dignidad de las mujeres”. Y para que la perspectiva prohibicionista tenga como lubricante social la narrativa del género, se apostó a incluir a la “familia” en las supuestas infracciones que presumiblemente provocan “denigración, discriminación, marginación o exclusión…” (El Heraldo de Chihuahua. Paloma Sánchez| 26/07/2023).
Fue la regidora Patricia Ulate la que presentó el dictamen utilitariamente, socorriéndose del artículo 2° de la Ley Estatal de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que dice que los municipios deben expedir normas legales y tomar medidas presupuestales para garantizar la vida y seguridad de las mujeres.
El asunto es que el municipio ha sido emblemático en violentar los derechos de las mujeres y las niñas.
Ejemplos sobran: la implementación e impulso a programas contrarios a los derechos humanos como “Formando Corazones” (El evangelio conservador, a las secundarias de Chihuahua. 6/II/2022|Revista Proceso) o recordemos también la obstaculización e inactividad del GMPEA (Grupo Municipal para la Prevención del Embarazo Adolescente) en el cual, desde las administraciones dirigidas por la actual gobernadora a través de su Instituto de las Mujeres se ha negado sistemáticamente a participar.
Por otro lado, no se puede obviar el aspecto ultraconservador de la actual administración estatal y municipal que han adoptado a la censura como medio de control para promover e imponer normas morales.
Desde la falta de comprensión de la violencia como un fenómeno identitario hasta la limitación de la libertad de expresión a través de la creación y reforma de las leyes que permiten una guerra contra la cultura popular, el presente gobierno ha tomado la práctica de la confrontación contra los gustos y diversas expresiones culturales de las personas, en vez de atender las condiciones que las generan. El tema es amplio como complejo.
El estigma que cargan los narcocorridos, supuestamente generado por crear apología de la violencia y promover la cultura del narco, quedó lejos de ser visto como un reflejo de la realidad o una de sus consecuencias.
Esta manifestación suele hablar de la precariedad de la vida en el campo, sus impactos y sobre todo en la vida de las y los jóvenes, curiosamente, solo habla de quien ejerce actividad criminal, pero no de que en este género musical y en los corridos tumbados la vida militar y militares mismos han encontrado protagonismo, lo que permite vislumbrar su raíz clasista y aparofobica y su evidente lucha de clases.
Los militares defienden al poder y son gestores del “orden” y ahora el municipio -en esa misma lógica- está privilegiando las “buenas costumbres” muy por encima de derechos humanos básicos, como siempre.
Y es que la libertad de expresión no tiene limitaciones si no se convierte en discurso de odio. Por muy chocante que pueda resultar el reggaetón, no violenta los derechos de las mujeres; podrá gustar o no, pero el único que puede violentar derechos es el Estado, no quien retrata la realidad por muy molesta, perturbadora o vulgar que pueda resultar ser la expresión que así lo manifieste.
Las propuestas culturales no deberían padecer intervencionismo ideológico motivado por la moral de unos cuantos y menos, cuando posee una relación estrecha directamente influenciada por las pobres o casi nulas propuestas en materia cultural proveídas por las instituciones en la materia que, para este municipio se han visto reducidas a financiar bodrios multimillonarios para un solo productor y hacer prevalecer muestras de la cultura vaquera y la carne asada.
Dado lo anterior, ¿cuál es el sustento ético con el que el municipio censura ciertas manifestaciones de cultura popular y otras, no?
Habría que entender que la cultura tiene que ver con todas las personas y esta en todo, es una forma de relacionarse con el mundo, de conectarse y crearse nuevos horizontes, pueden variar los lenguajes pero el objeto y el vehículo se sostiene; el punto es que moldear las manifestaciones culturales imponiendo censura es un ejercicio de poder sin considerar que ésta, trae a efecto otros actos creativos: del narcorrido surgió el movimiento alterado, luego el de carácter bélico y a la lógica escapa el reggaetón, lo que indica que la reforma recién aprobada solo tiene como objeto moralizar el comportamiento de la ciudadanía, ahora, mediando con la norma jurídica.
¿Qué es lo grave? Que sin debate de fondo ni siquiera nos aproximamos a discutir nuestras deficiencias como sociedad, o más bien, las del gobierno de la entidad para con la ciudadanía. Si fuera de otra forma, se alcanzaría a entender el papel de la revolcada que le están dando a la búsqueda de la igualdad como principio. Nuevamente, este gobierno utiliza las leyes de género para conveniencia propia sin intención real de cambio.
Mas allá de la supuesta apología de la violencia y misoginia que se pretende combatir, al cabildo le convendría -para no seguir violentando derechos humanos a través de la censura- saber que aparte de la perspectiva de género, las leyes y la normativa tienen que generarse a partir de la debida diligencia, la interseccionalidad, la interculturalidad y el enfoque diferencial para entender que se atiende el problema, no a quien lo padece.
Mientras sigan existiendo brechas de desigualdad, van a seguir existiendo manifestaciones musicales que permitan gestionar el estrés y los efectos de la desigualdad social que se ven mayormente proyectados en quién más los padecen: las y los jóvenes.
¿O ve muchos adultos mayores bailando reggaetón?
@MarieLouSalomé