Chihuahua, Chih.
Nada como afectar los salarios de los funcionarios públicos de los primeros niveles para despertar sus más airadas e indignadas respuestas.
Luego del anuncio de las 50 medidas, que al llegar al gobierno llevará a la práctica López Obrador, entre las que destacaron dos de las promesas más reiteradas a lo largo de los años y de mayor simpatía entre la población -la desaparición de las pensiones a los expresidentes y la disminución de los salarios de la alta burocracia- la respuesta ha sido de antología.
Ahora defienden a capa y espada la elevada calidad de los servicios prestados por los funcionarios públicos, dicen que sin éstos perderá eficiencia y calidad el funcionamiento del gobierno, que la iniciativa privada se los llevará, que se elevará la corrupción pues, como no se les paga suficientemente, entonces les darán ganas de meterle mano al cajón, que… y así, mil y un pretextos.
¿Po’s que no se dan cuenta de la falsedad de semejantes argumentos?
¿Qué acaso el país no está clasificado como uno de los más corruptos del mundo, producto, sobre todo, del elevado nivel de corrupción en el gobierno?
La realidad que hoy vive el país es producto, no solamente de las equivocadas políticas gubernamentales aprobadas por los políticos, sino también de los diseños de las políticas publicadas realizadas y ejecutadas por los integrantes de la casta dorada de la burocracia, esos que ahora tantos analistas tanto defienden.
Además de ser fuente de las políticas aplicadas, también son el reducto del reparto inmisericorde que hicieron de las finanzas públicas. Como buitres se repartían el erario de la nación.
Sólo como una de las referencias: Cuando llegó a la presidencia de la república, el gobierno federal tenía menos de 200 plazas con salario de subsecretario. Terminó con más de 500. En el sexenio de Felipe Calderón rebasaron las 2 mil.
Cuando llegó Peña Nieto, en lugar de desaparecerlas, las dejaron y en cambio se incrementaron las plazas con salarios, poquito menores a esos.
Hoy son más de 35 mil los funcionarios federales que ganan más de 110 mil pesos mensuales, más una infinidad de prerrogativas, incluidos seguros de gastos médicos, secretarios particulares, gasto de celulares, asesores, etc.
¿Cómo sale a defender alguien su salario de más de 150 mil? ¿Y mucho menos de 300, 400 o 500 mil pesos?
¿Con qué autoridad moral defiende la clase política los elevados salarios de diputados y senadores si, como saben, sus cargas de trabajo son increíblemente irrisorias?
¿De veras creen que las largas horas de cabildeos políticos -en medio de opíparas comidas- y de las escasas horas empleadas en las sesiones del Congreso acreditan los estratosféricos salarios devengados?
¿Con qué argumentos se puede defender, válidamente, que en la función pública se deba competir, en materia de salarios, con la iniciativa privada?
Si por resultados nos orientáramos, usemos de ejemplo a los funcionarios de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México, a quienes, dicen, debemos pagarles millonarios salarios en el gobierno. ¿Cómo premiarlos si México es de los últimos lugares en recaudación fiscal? ¿Cómo no recordar que, durante décadas, han insistido en que aumentemos el número de causantes, a partir de los vendedores ambulantes y que, se los han demostrado, una y otra vez, eso no elevará la recaudación fiscal?
¿Cómo defenderlos si su trabajo principal ha consistido en mejorar el modo de efectuar recortes presupuestarios a salud, educación y desarrollo social? ¿Cómo no recordar que año con año hay que estar pendientes de la propuesta de Hacienda en el presupuesto de las universidades, del Conacyt y de la educación en general, porque siempre, pero siempre, viene a la baja y la oposición y los rectores deben efectuar mil y una maromas para convencer al gobierno de que no se bajen esas partidas?
No, no tienen defensa posible.
A partir de enero del 2019 deberán disminuir sus salarios y ganar menos que el presidente de la república, eso dice la constitución, esa que violan a diario los que prometieron y protestaron cumplirla y hacerla cumplir, sí, pero en los bueyes de mi compadre.
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