Chihuahua, Chih.
Hay un territorio en la salida norte de la ciudad de Chihuahua, que se ha convertido en símbolo de la resistencia ciudadana. Es una brecha que no ha sido cubierta todavía por el asfalto o el cemento. Ese camino permanece bajo una condición rural que se resiste a la urbanización, aunque en las luchas por dejar libre este territorio ya se han visto las máquinas y los camiones de volteo que son símbolos del progreso y la modernización indetenibles.
La zona de Sacramento, al norte de la ciudad de Chihuahua, no ha sido absorbida completamente por la urbanización creciente de la ciudad. En los siglos XX y XXI, las ciudades se han convertido en monstruos urbanos que van devorando los territorios que le son aledaños. Ejidos, parcelas de pequeños propietarios, caminos rurales, costumbres y formas de vida que son propias del desierto chihuahuense, han sido desplazadas poco a poco por las grandes ciudades que crecen de forma exponencial. Las ciudades se tragan a los territorios que la circundan y se tragan también a las vidas de los hombres y mujeres a un ritmo y una velocidad inusitadas.
Las orillas de la brecha de Sacramento conectan con dos carreteras cubiertas de asfalto, la vía libre a la ciudad de Chihuahua, que es muy conocida por las Curvas del Perico, y la autopista de cuota. La privatización de las autopistas en México se abrió camino durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Desde entonces, estas carreteras de pago se han convertido en uno de los mecanismos más efectivos de la dominación neoliberal.
Quien iba a pensar hace 50 años que una carretera podría ser “bursatilizada”, que podría ser usada como moneda de cambio para que los gobiernos se endeudaran, que podría servir como un “derecho de piso” para que los gobiernos o los empresarios, o ambos, cobraran a los viajeros que las transitan una “cuota de peaje”.
No resulta extraño que los tecnicismos del lenguaje neoliberal y el lenguaje en el crimen organizado coincidan en sus maneras de nombrar las acciones que realizan. En las autopistas se “cobra cuota”. También los integrantes del crimen organizado “cobran cuota”. En las autopistas, ese “cobro de cuota” da un “derecho de piso” a los viajantes para transitar.
En los usos y costumbres del crimen organizado, el “derecho de piso” le otorga a los criminales una vía libre para transitar en la comisión de diversos delitos, con la impunidad garantizada. El lenguaje neoliberal y el lenguaje del crimen organizado convergen en sus maneras de nombrar a los mecanismos para producir riqueza y acumularla en unas cuantas manos, a costa de lo que sea.
Las autopistas de cuota suelen cerrarse ante los territorios aledaños. A las orillas de estas autopistas se construyen muros, cercas, desviaciones, puentes y casetas de cobro que cierran las carreteras para que solo puedan ser usadas por quienes han “pagado la cuota” que les permite el “derecho de piso” para transitarlas. Los muros, las cercas, las desviaciones y las casetas en donde se cobran las “cuotas de peaje”, forman parte de una serie de dispositivos que han privatizado miles de kilómetros de carreteras en México.
La brecha de Sacramento ha roto los muros, las cercas, las desviaciones y la caseta de cobro que privatizan a la autopista que conduce de Chihuahua a ciudad Juárez, al menos en uno de sus tramos.
Para la lógica neoliberal, que se adapta perfectamente a la lógica del gobierno de Javier Corral, esta brecha es una anomalía. Por eso, el gobierno de Corral, presionado por los intereses de los inversionistas que compraron los bonos de la deuda carretera en Chihuahua, ha querido cerrarla varias veces.
La brecha de Sacramento es un símbolo de resistencia ante el neoliberalismo que busca privatizar cualquier cosa con la que pueda hacerse negocio, entre lo privado y lo público. Es también un símbolo de resistencia ante un gobierno que ha mostrado lo peor de sí mismo, con actos de cerrazón que impiden lograr un acuerdo satisfactorio y con actos de represión que se han ejercido de forma repetida.
En el último año, los acontecimientos que se han vivido en torno a la Brecha de la Dignidad, trazan con toda claridad la falta de voluntad y de capacidad política de un gobierno para atender y resolver el problema. El 10 de abril del 2018 los habitantes de Sacramento derrumbaron una barda que impedía el libre tránsito por esta brecha. Hasta entonces, el gobierno de Corral no había cumplido con los acuerdos pactados con los habitantes de la zona. El 13, 23 y 24 de abril del año pasado, los habitantes de Sacramento tomaron la caseta como medida de protesta. En los días posteriores se lograron acuerdos que no se han cumplido.
El 6 de julio del mismo 2018, los habitantes de la zona se enfrentaron con integrantes de la policía estatal, después que el gobierno intentó cerrar la brecha colocando rieles de metal para impedir el tránsito de vehículos. Ese fue el primer enfrentamiento entre policías y ciudadanos por la brecha.
Las negociaciones siguieron en los meses posteriores, pero no se ha llegado a un acuerdo bien establecido. Los diputados de Morena en el Congreso Local se han convertido en defensores y gestores en apoyo a los habitantes de Sacramento y de otras comunidades rurales al norte de la ciudad de Chihuahua.
El día sábado 25 de mayo de 2019, tuvo lugar otro enfrentamiento entre policías y habitantes de las comunidades de Sacramento. Días antes, hubo reuniones que resultaron infructuosas para hacer efectivos los acuerdos tomados. El gobierno de Javier Corral decidió entonces cerrar la brecha de nueva cuenta, cavando una zanja de tres metros de ancho, con una profundidad considerable. Los habitantes se organizaron para tapar la zanja y sucedió entonces el segundo enfrentamiento por el control de la brecha, con heridos y detenidos de por medio.
Sin duda, estos acontecimientos tendrán un costo político negativo para el gobierno de Javier Corral y para el panismo en general.
Cuando un político es capaz de cavar su propia tumba en el ejercicio del poder, lo hace por estupidez, lo hace por cinismo, o lo hace por ambos. Un estúpido cinismo, es la fórmula más sintética para explicar la manera en que ha ejercido el poder el gobierno de Javier Corral ante los diferentes conflictos que han irrumpido durante su mandato.
En el libro “Historia de la estupidez humana”, Paul Tabori plantea una definición de la “estupidez humana” que le calza a la perfección al actual gobierno del estado en su desbarrancadero: “Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal.”
El gobierno de Corral se ha esforzado de forma notable en cometer los mismos errores una y otra vez. En el ejercicio de gobierno, solo los estúpidos se tropiezan dos, o tres o más veces con la misma piedra. El esfuerzo de Javier Corral por equivocarse en el ejercicio de gobierno, es sin duda encomiable. Y ante tal esfuerzo, más allá de calificarlo en los últimos lugares de aceptación y preferencia ciudadana, no queda más remedio que calificar su ejercicio de gobierno como una estupidez en expansión.
El calificativo es duro, pero se hace necesario ante la magnitud de los errores y fracasos del gobierno en turno, más aún cuando el mismo Corral y sus cercanos parecen estar blindados ante el desbarrancadero que se abre frente a sus ojos.
Tener la piel demasiado gruesa, darse baños de manteca, son comportamientos comunes entre los políticos que despegan demasiado los pies de la tierra para subirse a los estrados de poder.
Desde hace tiempo Javier Corral vive en una burbuja.
Desde adentro de esta burbuja, el actual gobernador ha construido un cinismo que le pesará demasiado en su futura carrera política. Corral vive distanciado de los ciudadanos, rodeado de guaruras, camionetas blindas y una agenda que procura investirlo de magnificencia.
Cuando han surgido conflictos con los maestros, los indígenas, los campesinos o los ciudadanos, se ha notado sobremanera un desdén en el trato de Corral. Últimamente, el gobernador ha trazado una discreta distancia con la prensa, para refugiarse en las cómodas entrevistas de los miércoles en el Canal 28.
Los discursos grandilocuentes de Corral, propios de un buen orador, se han convertido en arma y armadura para engrosar las paredes de una burbuja que abre cada vez más la distancia entre el actual gobernador y los votantes que lo llevaron al triunfo electoral en el 2016.
La presunta “alianza ciudadana” que le permitió a Corral ganar la gubernatura ha quedado rota desde hace tiempo, los enfrentamientos por la brecha de Sacramento son uno de los muchos indicios que prueban la ruptura de Corral con los ciudadanos.
La zanja que se escarbó en días recientes en la brecha de Sacramento, abre más la distancia entre Corral y los ciudadanos.
Y tal parece, que esa zanja se irá abriendo cada vez más al paso de los meses.