La batalla cultural de AMLO y la falta de interlocutores en la oposición

La batalla cultural de AMLO y la falta de interlocutores en la oposición 6 de enero de 2023

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

“Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra “son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”: ZYGMUNT BAUMAN (1924-2017) Filósofo y sociólogo polaco.

Comienzo la presente colaboración con este título, debido a que veo en un escenario preocupante en el horizonte. 

La narrativa política, que debería ser un debate en torno al estado de las cosas y de la sociedad que deseamos construir, se está tornando en un diálogo de sordos donde cada quien esgrime vaguedades desde su trinchera; pero pocos esgrimen propuestas concretas. 

Digo esto porque, según han consignado varios diarios –sobre todo digitales- que el ex gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado (2016-2021), está analizando renunciar al que fue su partido por espacio de más de tres décadas: el PAN. 

Aunque, claro está, su gubernatura no estuvo exenta de claroscuros –el ejercicio del poder nunca es perfecto y llega a ser hasta contradictorio-, considero que Corral es un relevante activo de AN. 

Durante su paso por este partido, que se puede extender de 1986 a 2021 (de acuerdo a sus biógrafos), Corral se encargó de dar la batalla cultural en el seno de este instituto político. Se caracterizó por ser un político un tanto incómodo para las cúpulas, pues no seguía lineamientos a rajatabla y el cuestionamiento constante fue más la norma a la excepción dentro de su quehacer político.

De tal suerte que, durante este lapso, Corral siguió directrices que en ocasiones contrariaban a la línea de su partido. Ejemplo de esto fue su cuestionamiento a la Ley Televisa (junto a otros parlamentarios de izquierda) y a la Reforma Energética de Peña Nieto durante su segundo ejercicio senatorial, siendo de los pocos senadores (el otro fue el bajacaliforniano Ernesto Rufo Appel) que no avalaban la controversial enmienda peñanietista. 

Posteriormente, durante su ejercicio como gobernador, llegó a tener algunas diferencias de opinión con el Presidente López Obrador. Empero, trató de buscar el ejercicio de una tercera vía, entre una clase política que se dividía tajantemente entre partidarios y adversarios; aunque no siempre con éxito debido al polarizado escenario.

Hoy, en su postgubernatura (por denominarlo de alguna manera) Corral ha convocado a la oposición a hacer un ejercicio de su actuar. A no visualizar al Presidente López Obrador como una especie de “enemigo a vencer” sino de tratar de entender el contexto en el cual se dio su triunfo. 

No obstante, ha sido una voz solitaria en el desierto, pues mientras él llama a remontar la polarización; la misma se sigue cultivando, tanto desde las voces oficiales, como desde las opositoras.

No obstante, de darse la eventual dimisión de Corral al blanquiazul, creo que sería una mala noticia para la oposición. Esto porque a la oposición no le faltan ideólogos ¡sino que le faltan! Gran parte de los opositores han caído en la trampa de desacreditar la narrativa presidencial como si se tratara de hacer caer al adversario por nocaut; cuando lo que se trata es de analizar las áreas perfectibles para buscar mejorarlas a corto plazo (el 2024 está cerca). 

Y pocos en la oposición están haciendo esa tarea. Tanto en el PRI, como en el PAN y el PRD, pareciera haber una nostalgia por los tiempos idos, cuando fueron las falencias –a nivel nacional y local- las de estas fuerzas políticas las que permitieron que se cultivara el actual estado de las cosas. 

Además, suele haber poca autocrítica en torno al neoliberalismo y la corrupción. Aunque al primero no se le nombra, la narrativa parece estar ahí de manera tácita (hacer un México más competitivo y con rumbo de futuro); mientras pocos dicen “esta boca es mía” cuando sale a colación toda la espantosa corrupción, que invadió cual gangrena al Sistema Político Mexicano (y que, pese a algunos avances, sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso).

Entrado en materia, creo que de los pocos ideólogos o activos que pudiera tener el PRI, sería Enrique de la Madrid. 

En el PAN, Santiago Creel quizás, aunque las encuestas reflejan que sus mejores tiempos (cuando disputó la Jefatura de Gobierno del DF, y posteriormente fue el titular de la SEGOB y el delfín del ex Presidente Fox) ya pasaron. Ricardo Anaya aparece como alguien incidental; pero la narrativa que plantea no parece reflejar nada nuevo, sino una nostalgia por la pérdida en 2018. 

Lily Téllez, en tanto, es un caso curioso. Ha construido un liderazgo político prácticamente de la nada –tomando en cuenta que venía del periodismo y no de la realpolitik-, pero el mismo descansa en atacar al Presidente como si fuera su punching bag predilecto. De ser su gran aliada se convirtió en su peor enemiga. Su narrativa está exenta de ideas, y sólo es alimentada por la animadversión de una parte de la oposición a la 4T, relato que Téllez compró bien, como hemos podido ver en el último par de años.

En tanto, al PRD no le queda casi nadie tampoco. Salvo ciertas ideas aisladas de Miguel Ángel Mancera (ver al ex gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, como presidenciable, lo considero una vacilada), creo que el tiempo de sus grandes figuras llegó a su fin. No tienen alguien del tamaño que, tanto Cuauhtémoc Cárdenas como Andrés Manuel López Obrador ocuparon en el pasado. Gran parte de sus viejos activos o constructores migraron a Morena. Mientras que Chucho Zambrano parece haberse tornado un corifeo secundario de la coalición “Va por México”, en la cual se ha tornado en un convidado de piedra, mientras concita el rechazo de las izquierdas hegemónicas que hoy gobiernan. 

Por otro lado, pareciera que Movimiento Ciudadano quisiera construir una alternativa. Dante Delgado propone ideas distintas a las esgrimidas por la dupla oposición/oficialismo. Sin embargo los resultados de sus gobiernos locales hacen pensar si se encuentran a la altura de las circunstancias; aunque ese problema podría endosarse a cualquiera de los partidos existentes (oficialismo incluido).

En fin, lo que se visualiza es que el Presidente López Obrador ha ganado la batalla cultural. A pesar de que su gobierno ha tenido luces y sombras y existen algunos aspectos que pudiesen mantenerse y otros corregirse, la oposición no ha sabido conectar con la población y con el electorado. 

La estrategia sincera de mostrarse como un político cercano a la población, abierto al escrutinio (vía la Mañanera) ha sido un constructo exitoso, pues el grueso de los mexicanos lo ha encontrado verosímil. No así el relato de la oposición, no exento de méritos, pero con una retórica un tanto vacía y vaga; la cual abunda más en la generalidad que en los grises situados en el paisaje. 

En ese sentido, creo que el oficialismo la lleva de gane con rumbo al 2024, pues, de acuerdo a los ejercicios demoscópicos, su entusiasmo es compartido por una parte relevante de la población. Y esto, es medular para poder ganar cualquier elección, pues no sólo es la realidad edificante, sino el conjunto de sensaciones gravitando en torno a la misma, donde la razón y la pasión se debaten en el cuadrilátero.

En este sentido, creo que la oposición está ávida de ideólogos. Mientras el oficialismo los tiene, siendo uno de ellos el propio Presidente, la oposición los cuenta con los dedos de la mano. Por lo tanto, creo que una eventual renuncia de Javier Corral a su partido (AN) sería una mala noticia para el flanco opositor, pues tienen pocos personajes de su calibre. Efectivamente, Marko Cortés no es Gómez Morín ni Luis Felipe Bravo Mena; mientras Gabriel Díaz no es don Guillermo Prieto Luján. Para la reflexión. Buen inicio de año.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.