Chihuahua, Chih.
No podía ser de otra manera. Los primeros meses del gobierno de Andrés Manuel López Obrador han sido trepidantes. Todos los días un nuevo tema contribuye a la polémica, a la controversia.
Es natural, la caída del régimen autoritario, vigente desde fines de los 40’s del siglo anterior, tendría que causar una inmensa cantidad de fenómenos, a cual más de nocivos y los más, violentos.
A ellos se enfrenta el nuevo grupo gobernante en el país.
No siempre lo hace con eficacia y corrección, factores a los que se suma la inclinación del presidente a confrontar a sus opositores y que lo hace sin diferenciar a sus críticos, que lo hacen desde la izquierda y de buena fe, a aquellos que bien pueden ubicarse en la reacción a su triunfo y que claman por la pérdida de sus privilegios.
Y nos referimos no solamente a los integrantes de la clase política, sino a quienes el mismo López Obrador llamó como los miembros de la “mafia del poder”, muchos de los cuales son, hoy, “asesores” del presidente.
En esos vaivenes, muchos de ellos incomprensibles para quienes lucharon en las filas de la izquierda de mucho tiempo atrás, éste es uno de los principales, porque desde la órbita de esos poderosos empresarios se fraguan diversas ofensivas mediáticas.
Por eso, el Peje-Presidente deberá afinar su trabajo, está obligado a no cometer los errores que hasta hoy ha efectuado, los que le han servido a sus opositores para enderezar serios ataques en contra de la 4T, algunos de ellos con razón.
Es mucho lo que los mexicanos pusieron en juego en la pasada elección presidencial, López Obrador está obligado a no derrocharlo.