Chihuahua, Chih.
En estos días de recogimiento y reflexión, periodo de guardar que nos invita a la introspección y al perdón, hechos estremecedores en Taxco, Guerrero, sacudieron a todo el país; el feminicidio de Camilia, pequeña de 8 años, presuntamente a manos de familiares de su amiguita, derivaron en el linchamiento que llevó a la muerte de Ana Rosa Díaz Aguilar y dejando grave a dos varones más involucrados.
La muerte fue confirmada por la Fiscalía de Guerrero, luego de que la tibia intervención de las autoridades no impidió la actuación frenética y desbordada de la muchedumbre que no paraba de proferir improperios y golpear con furia a los presuntos responsables de la muerte de la niña, -las imágenes que circulan en redes sociales son espeluznantes-, no paran de ejercer revictimización, no solo para la familia de Camila, también para la de los presuntos culpables y la comunidad completa ya que, a efecto de la violencia gráfica, la normalización de las manifestaciones abiertas de estos hechos siguen configurando escenas dignas de la pedagogía de la crueldad.
Estas que a decir de Rita Segato, son todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a las personas a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas.
En ese sentido, “estas pedagogías enseñan algo que va mucho más allá del matar, enseñan a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difunto.” La difusión de imágenes descarnadas de un linchamiento son perfecto ejemplo de ello.
Dos familias afectadas de modo directo, una niña asesinada, otra que se quedó sin su madre y una comunidad con pretexto de desbordarse de furia por autoridades ausentes, tanto como el Estado de derecho y un Estado que no responde a las crisis de seguridad, son condiciones favorables para que germine la noción de que la venganza es una forma de justicia.
Y de todas las interrogantes que nos puedan surgir, las opiniones que se pudieran verter respecto al asunto, hay algunas que me acuden especialmente y me gustaría compartirle en el afán de abonarle a la reflexión colectiva:
¿La venganza en mano propia, fuenteovejuna, nos acerca a la justicia? ¿Sirven este tipo de acción a reparar el tejido social? ¿Qué tanto le abonan a las víctimas o le reparan el daño a quienes, de modo directo o indirecto, también son víctimas?
¿Obtuvo Camila justicia? Definitivamente, no.
Quien acompaña a víctimas de violencia de género, procesos de reparación de daño para las familias y quien se encarga de generar políticas públicas en materia de prevención y atención en modelos para esta lacerante problemática, es una constante ver la desesperanza y desolación que enfrentan las madres y familiares de las víctimas respecto a la procuración y acceso a la justicia que por decir lo menos, son tardados y poco efectivos, la constante rotación de ministerios públicos impiden trances sensibles menos burocráticos, con todo y esto, es fácil la tentación de apartar al Estado para caer en la inacción, abandonar los procesos por cansancio o para bien o para mal, acudir a medidas de justicia propia.
El abandono e ineficiencia institucional también son violencia y a conllevan a todo lo anterior.
Lo sucedido en Taxco es un reflejo de un sistema de justicia abatido en todo el país que sigue culpando a las víctimas, que no atiende lo necesario y sigue sin considerar que la vida y la seguridad de las mujeres y las infancias es prioritaria y fundamental; que en tanto las víctimas no se pongan al frente de cualquier política, esta no tendrá efectos para reducir todo tipo de violencia.
Que el feminicidio de Camila no haya sido en vano.
@marielousalomé