Chihuahua, Chih.
Ahora resulta que lo importante es ganar, sólo, la presidencia de la república, no importan los costos, ni las “bajas”, sean éstas morales, políticas o programáticas.
No, lo único importante es ganar la elección. Triste es el panorama para las fuerzas y simpatizantes de la izquierda mexicana.
A muchos pudiera ser un exceso considerar al PRD como integrante de esa corriente política. Concedamos que aún lo es, a pesar de que el último referente respetable de la izquierda socialista-comunista que contribuyó a su fundación, Pablo Gómez Alvarez, ha renunciado, pero lo ocurrido en las últimas semanas da pie a las más pesimistas reflexiones acerca del futuro inmediato para las fuerzas e integrantes de ese vasto mundo que es el de la izquierda mexicana que, por supuesto, va más allá del PRD y Morena.
Presos del pragmatismo imperante en la clase política mexicana (Si bien, debemos asentar que existen, mucho más en el caso de Morena que en el del PRD, miles de militantes abnegados y convencidos de los planteamientos de izquierda, que los hay en las diversas variantes de ésta última) ambos partidos se presentarán a las elecciones presidenciales, aliados, cada uno, con los partidos de la derecha mexicana, el PRD con el PAN, y Morena con el PES.
Los dos pactaron una estrategia, en caso de ganar las elecciones: Respetar las agendas legislativas; esto es, que los planteamientos programáticos e ideológicos discrepantes no formarán parte de las plataformas electorales que les propongan a los mexicanos. Coinciden en proponer en algo que también proponen PRI y PAN: Combatir a la corrupción.
¿Quién no, por lo menos declarativamente?
¿Se imaginan a un candidato presidencial no proponiendo el “combate frontal a la corrupción”?
Cuestionada inmediatamente por diversos actores políticos y militantes de Morena, este partido y el PRD tuvieron que arrostrar el peso de sus aliados y lo costoso que le saldrá al país que ambos agrupamientos efectúen tantas concesiones políticas pues el viernes “los partidos Acción Nacional (PAN) y Encuentro Social (PES) le dieron esta mañana al Revolucionario Institucional (PRI) los votos necesarios para aprobar, sin discusión y en menos de una hora, la ley de seguridad interior…”. (Nota de Enrique Méndez y Roberto Garduño, La Jornada, 15,XII/17).
El PRD fue más lejos, para no comprometerse con sus nuevos aliados, sus diputados decidieron ausentarse de la votación, por lo que los únicos votos en contra de la ratificación de la norma aprobada horas antes por el senado, fueron los “de algunos diputados de Morena y de Movimiento Ciudadano, bancadas que argumentaron en contra de militarizar al país, durante las posturas en lo general”. (Ibídem).
Y fue la diputada de Morena, Ernestina Godoy, quien mejor planteó la cuestión central de la ley de seguridad interior, al expresar que es una ley “que sujeta a los poderes civiles, al poder de las Fuerzas Armadas. Que otorga poder ilimitado al Presidente para llamar al Ejército y a la Marina y someter a las autoridades electas al mando militar”. (Ibídem).
Las paradojas. La hermana del Sub Comandante Marcos, del EZLN, la diputada priista de Tamaulipas, Mercedes del Carmen Guillén Vicente, fue quien defendió ardorosamente la reforma. “De frente a la nación y de familia afirmo que esta ley no viola ningún derecho y no militariza al país, México la necesita. La necesita Tamaulipas y mi pueblo”, dijo.
La respuesta que le dieron fue de antología: “En respuesta, Jorge Álvarez (MC) sostuvo que la defensa de la ley proviene ‘de quien fue secretaria de gobierno en Tamaulipas del narcotraficante Tomás Yarrington Rubalcaba, al que, cuando lo detuvieron en Italia, tenía ocho policías federales como guardaespaldas. Esa es la esquizofrenia del PRI”. (Ibídem).
La ley señala que la intervención de las Fuerzas Armadas en estados y municipios tendrá una temporalidad de un año, y podrá prorrogarse por decisión del presidente -sin más control de nadie- si persiste la amenaza a la seguridad interior y sólo estará obligado a rendir un informe -a posteriori- al Congreso de la Unión; autoriza, además, el uso “legítimo de la fuerza” a las Fuerzas Armadas y se prevé la utilización racional y proporcional de técnicas, tácticas, métodos, armamento y protocolos de sus elementos para controlar, repeler o neutralizar actos de resistencia, según sus características y modos de ejecución.
Pero no es el único saldo negativo sufrido por Morena y su precandidato único, Andrés Manuel López Obrador. Dos de las activistas más emblemáticas de su aspiración a ganar la presidencia de la república, desde 2006, personajes respetadísimos del mundo de la cultura y las artes, la actriz y performance, Jesusa Rodríguez, y la escritora mexicana más prestigiada del siglo XXI y del actual, Elena Poniatowska, efectuaron una muy trascendental protesta en contra de la alianza con el PES, en el acto en el que AMLO presentó a su potencial gabinete presidencial.
La oposición de ambas no podrán colocarla, los apologistas acríticos del morenaje, como parte de los enemigos de Morena; al contrario, proviene de lo más profundo y sano de la izquierda agrupada en ese partido, la que le añade un ingrediente más a los sinsabores generados por las cuasi designaciones de los que serán abanderados de ese partido en las candidaturas a las senadurías, (entre ellas la del ex panista Cruz Pérez Cuéllar, cuestionada severamente en las redes sociales) y eso que aún les faltan las sorpresas de las generadas a partir de los convenios de las alianzas pactadas con el PES y con el PT.
Sobre esa designación, vale la pena hacer una reflexión.
Es una soberana bofetada política a los militantes de Morena y a los no pocos electores de izquierda en Chihuahua, que repite lo realizado por el PRD en 2006, cuando postuló al ex secretario General de Gobierno de Patricio Martínez, Víctor Anchondo.
La modalidad ahora fue la de dar a conocer los resultados de una encuesta, que nadie conoce, realizada por un “equipo propio, dirigido por Andrés Manuel”.
Sin duda que la participación de Pérez Cuéllar le acarrea desprestigio a Morena.
¿Qué lleva a Morena a desestimar el elevado potencial de sus dirigentes y activistas para lanzarlos a los escenarios políticos de mayor envergadura y haber aparecido con candidaturas al senado que le aportaran a esa contienda lo nuevo que había traído este partido, es decir, la propuesta de algunos jóvenes dirigentes, preparados, e incansables activistas desde las primeras horas del lopezobradorismo?
¿La conversión habrá sido tanta que Pérez Cuéllar podrá defender en el senado las posturas de la izquierda mexicana, la laicidad en primer lugar, y combatir la reforma energética de Peña Nieto y el PAN, el partido en el que militó casi tres décadas?
Hoy es la propuesta de Morena al Senado.
¡Qué bárbaro! Y luego hay gente de Morena que los está justificando. De ahí a verlo como candidato al gobierno de Chihuahua por Morena en 2021 no hay distancia alguna.
Y ese es otro de los aspectos de la estrategia electoral que, a simple vista, se antoja equivocada. La dirigencia de Morena pactó entregar el 25% de las candidaturas, tanto de diputados, como de senadores, a cada uno de sus aliados, a pesar de que el PT alcanzó en la última elección el 2.99% de la votación. A su vez, el PES, en esa elección, obtuvo el 3.5% de la votación.
Sin duda, en una estrategia estrictamente electoral que lo acercaría al triunfo. ¿Pero, a qué costo?
Las protestas en contra de las designaciones y de la alianza con el PES son de tal importancia (quizá no sean masivas, pero sí representativas de lo que las redes sociales empiezan a reflejar, además de darle argumentos a los opositores de Morena) que el mismo López Obrador ha debido salir al “quite”, apelando a lo que ha sido su patrimonio, decir que él garantiza que “siempre vamos a ser respetuosos de las libertades individuales y colectivas”, al pedir tranquilidad ante la aprobación de la ley de seguridad y sostener que “no somos oportunistas, no luchamos sólo por los votos, luchamos por ideales y no tienen nada que temer, vamos a respetar la diversidad sexual”. (Nota de Ángel Bolaños Sánchez, La Jornada, 15/XII/17).
Y avaló las preocupaciones al declarar la posibilidad “que el gobierno use a las fuerzas armadas para cometer un fraude”. Pero, aclaró, “los soldados, la tropa, están con nuestro movimiento y van a desobedecer cualquier orden que signifique imponer al próximo presidente de México”. (Ibídem).
Quisiéramos no fuera premonitorio -como algunos activistas de las organizaciones de la sociedad civil, especialmente derechohumanistas, sostienen- pero es excesiva la coincidencia la premura en la aprobación de la Ley de Seguridad Interior y la realizada al Código Civil Federal consistente en que a partir de su aprobación se considere ilícito comunicar a través de “cualquier medio, tradicional o electrónico, un hecho, sea cierto o falso, que pueda causar deshonra, descrédito, perjuicio o exponer al desprecio de alguien”, aprobada sin discusión ¡por unanimidad! en la Cámara de Diputados, lo que abre, no veredas, sino muy anchas autopistas para la represión a la libertad de expresión, exactamente al inicio de la elección presidencial.
Muy desesperanzadora semana…
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