Chihuahua, Chih
Entre calacas y brujas estamos los chihuahuenses. ¿Qué es más chihuahuense, el Halloween o Día de Muertos? El Halloween nos viene de Estados Unidos aunque es una vieja tradición Celta; el Día de Muertos resulta de un sincretismo español y mesoamericano.
En realidad, ninguna de las dos tradiciones nos pertenece.
Es evidente, sin embargo, que los españoles que fundaron estas ciudades chihuahuenses compartían algunas tradiciones europeas relacionadas con la muerte, y que el Día de Muertos es una tradición que explica con mayor suficiencia ciertos rasgos del carácter nacional.
No obstante, las tradiciones que se forjaron en el mismo horno que la nación mexicana (Día de Muertos, el guadalupanismo, incluso la independencia), no lograron imponerse inmediatamente entre los chihuahuenses.
Y es que en Aridoamérica, las tribus indígenas carecían de una cosmovisión tan refinada como la Azteca o la Maya; poseían en cambio un conocimiento elemental para convivir con una naturaleza austera y con frecuencia adversa.
En Aridoamérica no había una religiosidad tan compleja como en Mesoamérica; quizá eso mismo determinó que a la llegada de los españoles se les recibiera como intrusos y no como a la encarnación de Quetzalcóatl.
El sincretismo genético, religioso, social y cultural mesoamericano no se dio con tanta profusión en Aridoamérica debido a la larga lucha entre españoles e indios que finalizó en el exterminio total de varias tribus o su marginación extrema.
A través de la evangelización cristiana, los frailes inducían a creencias religiosas que terminaron por imponerse aunque sin desterrar la arraigada fe de los indígenas.
En Aridoamérica, la evangelización fue ardua y no siempre exitosa. Los indios del septentrión carecían de las nociones morales que tanto preocuparon a los cristianos, quienes con la finalidad de enderezarlos, civilizarlos y explotarlos, los adoctrinaron en sus fiestas religiosas que con el tesgüino y sus propios simbolismos se siguen celebrando entre los tarahumaras.
Una explicación similar puede darse al fenómeno norteño de preferir la celebración de la Navidad con Santoclós que el Día de Reyes con los magos cargados de regalos a los niños.
Aquí se observan las mismas raíces. Santoclós, un personaje con mayor antigüedad en los Estados Unidos, se filtró sin que hubiera frontera cultural alguna, mientras que los reyes, pese a que alguno de ellos viajaba en camello, no transitó por estos desiertos.
Halloween, una antigua tradición Celta (Irlanda), cuyos sacerdotes los Druidas consideraban que en el día primero de noviembre, último día del año según su calendario, se abría una ventana que comunicaba a los muertos con los vivos.
Al principio se llamó Samahin, como el dios Celta de la muerte, a quien ofrendaban parte de sus cosechas; posteriormente fueron conquistados por la Roma cristiana y se cambió el nombre por All Hallow Eve, apócope de un día antes del día de todos los santos, en que se disfrazaban para espantar a los espíritus del mal que traían los desastres y otros siniestros naturales.
Las calabazas vacías provienen también de la tradición celta porque, en la antigüedad, en calabazas huecas ponían las cabezas de los enemigos muertos en las batallas.
En una atmósfera festiva, los niños disfrazados pedían dulces a los deudos para rezar por alma (se creía que el alma residía en la cabeza) de los difuntos con la intención de que llegue más rápido al cielo.
Lo cierto es que las tradiciones se profundizan cuando se practican, incluso sin comprenderse sus orígenes o raíces.
2.- Hallohuesos
La cercanía entre México y Estados Unidos ha permitido el intercambio profuso de tradiciones y productos comerciales.
Chihuahua aceptaba de manera natural su norteamericanización, del mismo modo que algunos estados fronterizos estadounidenses toleraban su mexicanización.
Los chihuahuenses viajaban con mayor frecuencia a El Paso que al centro del país y junto con la fayuca se filtraban también algunas tradiciones gringas y aquí se imitan incluso sin conocerse sus raíces ni su simbolismo: se vive simplemente como una oportunidad para divertirse.
Sin embargo, y paradójicamente, al abrirse la frontera al tratado de libre comercio y la globalización impone lo gringo como paradigma cultural del mundo, el norte mexicano comenzó a defenderse de esa expansión que ya no era territorial como en 1848 sino comercial y cultural. Ante la embestida, el norte mexicano empezó a interesarse por las tradiciones mexicanas aunque aún no las sienta como propias.
Chihuahua, cerca de los gringos y lejos de los chilangos, no ha podido construir su propia tradición.
El Día de Muertos corresponde a la cultura mesoamericana y no a la aridoamericana en la que está arraigada Chihuahua; sin embargo, la tradición del 2 de noviembre está más poderosamente enraizada entre los rarámuris que entre los chabochis.
Los tarahumaras colorean con sus propios ritos y mitos el día de los muertos propuestos por los evangelizadores españoles del siglo XVIII.
En cambio, los chihuahuenses mestizos, descendientes de aquellos españoles y criollos que se aventuraron por estos cerros y desiertos, no hemos logrado asimilar el poderío de las tradiciones del centro y sur de México, entre otras cosas porque además del distanciamiento geográfico entre el norte y el centro, las raíces se ahondan más en tierras donde prosperaron los imperios y las grandes religiones con dioses poderosos.
Chihuahua ha sido austero en sus expresiones culturales y por lo tanto más vulnerables a absorber tradiciones ajenas. Con el Día de Muertos no logra identificarse, mientras que con el Halloween simplemente se disfraza para divertirse.
El Halloween actualmente es un juego simpático, la oportunidad de exorcizar miedos infantiles, divertimento festivo, aunque otros lo observan como otra manera de la intervención ideológica, una imitación, un contagio de algo nocivo, “fiesta diabólica y protestante”, “es una tradición que no corresponde a la mexicanidad”, replican los profesores nacionalistas y añaden: evidencia incuestionable, en fin, de que los Estados Unidos desde hace muchos años vive en Chihuahua.
En los últimos años se ha visto con preocupación, entre los sectores intelectuales, la expansión lograda por el Halloween.
Esta festividad está fuertemente apoyada por el comercio y como uno de sus productos se presenta de manera muy atractiva sobre todo para los niños.
Los maestros, por ejemplo, intentan contrarrestar esa influencia cultural apoyando la celebración del Día de Muertos, sin embargo, no logra imponerse entre chihuahuenses entre otras cosas porque su religiosidad se expresa con un catolicismo poco ortodoxo, aprotestantado, y con una liturgia más austera.
Los chihuahuenses estarían dispuestos a aceptar la tradición, aunque muy pocos compartirían la convicción de que en realidad los difuntos regresan el dos de noviembre a comer y a beber con las familias y amigos que dejaron.
Paulatinamente el Día de los Muertos gana terreno en estas tierras bárbaras, y puede ser debido al oleaje migratorio que muchas familias han emprendido de sur a norte.
Buscando trabajo, traen consigo sus tradiciones.
El guadalupanismo y el Día de Muertos se afianzan gracias a esa migración y a la conciencia que ante la amenaza estadounidense y la confusión cultural, más nos vale apoyar nuestras tradiciones.
Es difícil pronosticar cómo habrá de resolverse esta lucha entre Halloween y Día de Muertos. ¿Habrá un sincretismo cultural que mezcle ambas tradiciones en un día que pueda llamarse Hallohuesos, Hallomuertos o algo por el estilo? ¿Persistirán ambos días y se celebrarán como ahora? ¿Desaparecerá alguna de las dos celebraciones?
Nada se puede adelantar. Lo cierto es que el Halloween divierte mientras que el Día de Muertos expresa el alma de pueblo devastado desde su nacimiento, la radiografía de una nación hambrienta y sedienta, o por lo menos, su calaca.