Chihuahua, Chih.
El concepto de “golpe de estado” tiene la connotación de una acción violenta ejercida por un poder distinto al nombrado por las vías institucionales.
La historia reciente de nuestro continente nos recuerda la incursión del ejército para destituir a un gobierno civil e institucionalizar otro distinto, ya sea a cargo de militares o de otro grupo de civiles, tiene como característica el rompimiento de las garantías de los individuos, y la desestimación de las vías institucionales contempladas por la vía legal.
El Diccionario Panhispánico del Español Jurídico lo define como la “Destitución repentina y sustitución, por la fuerza u otros medios inconstitucionales, de quien ostenta el poder político”, además, agrega que puede darse el “Desmantelamiento de las instituciones constitucionales sin seguir el procedimiento establecido.”.
Los golpes de estado pueden originarse desde la milicia o de grupos de civiles, no son considerados como una revuelta o revolución popular porque su objetivo es distinto, se tiene conocimiento de varios tipos de golpes de estado, los más frecuentes son los militares que se caracterizan por la violencia y el uso de las armas.
Hay también golpes institucionales en los que se destituye a un gobernante por los miembros del parlamento u otro poder, además existen los “autogolpes”, en los que el mismo gobernante “toma el poder” para romper con los lineamientos establecidos y poder imponer una nueva constitución o un régimen distinto al ya existente.
También están los golpes blandos, que son auspiciados por otras instituciones o estados para imponer poco a poco una figura distinta a la electa por la vía institucional.
Pero que puede considerarse como un “golpe de estado silencioso”, es un poco de todo esto, pero consensuado con el estado mayor del ejército, un poco de golpe blando en combinación con un autogolpe, pero también una mezcla de un golpe institucional y –porqué nó- con un componente de un golpe militar.
Aunque parezca imposible, en ese estado se encuentra México.
Lo que más llama la atención, es que el Estado parece avanzar con sus tres poderes a concretar la asunción de los militares al poder sin objeción de ninguna de sus partes y con la preparación de la “legitimidad” que poco a poco se va construyendo.
Parece un tema exagerado, quizás, pero la Constitución ha sufrido modificaciones que encaminan a la predominancia de un estado policial.
Lejos, muy lejos quedaron los días en que Andrés Manuel López Obrador –el candidato- hablaba con fuerza en contra de las acciones del ejército en su lucha contra el narcotráfico, por la incursión en diferentes escenarios en que el abuso de poder era su marca, quedaron sepultadas las demandas de regresar a los militares a los cuarteles.
Todo lo contrario, hoy tienen mayores facultades, algunas constitucionales y otras metaconstitucionales, la secretaría de la Defensa, la Armada, las Fuerzas Aéreas y la Guardia Nacional tienen el control de todo el poderío del estado, no solamente de la lucha contra la delincuencia organizada, también en la prevención del delito, las instituciones civiles están subordinadas legal, formal y operativamente a ellos.
A mediados de octubre trascendió la nota de la detención del General Salvador Cienfuegos, exsecretario de la defensa, en California, la inusual manera de celebrar dicha detención parecía encaminada a un rompimiento del ejecutivo con las instituciones castrenses.
Los EE.UU. manifestaron no haber informado a las autoridades mexicanas por temor a la fuga de información, mientras en la mañanera del día 16 de octubre, el presidente López Obrador sentenció, "Como en el caso de García Luna, todos los involucrados que resulten en este nuevo asunto del general Salvador Cienfuegos van a ser suspendidos, retirados y si es el caso, puestos a disposición de las autoridades competentes. No vamos a encubrir a nadie", ¿qué lo hizo cambiar de opinión?, antes ya lo había hecho, cambió de parecer en el regreso a los cuarteles, en no hacer cambios constitucionales en los tres primeros años, en no entregar el mando de la guardia nacional a los militares y en muchas cosas más.
El general Sandoval, secretario de la Defensa, expresó el 20 de noviembre en su mensaje al Presidente sobre la conducta que deben observar los elementos castrenses y señaló que seguirán participando en proyectos prioritarios del gobierno, incluida la seguridad pública, pronunciando literalmente, “El camino que se recorre en la carrera militar es recto y no admite desviaciones de ningún tipo; cada uno con su correcto actuar se va formando su propio destino", en lo que pareció una reivindicación de la trayectoria de su antecesor, además de ratificar la lealtad irrestricta al ejecutivo, ¿esa lealtad, será la misma a toda la nación?, eso espero.
Como dice Salvador García Soto en su columna serpientes y Escaleras: “Tal vez el general secretario de la Defensa Nacional no miente cuando dice que los militares son leales y subordinados al Poder Ejecutivo, ni tampoco cuando afirma que no anhelan ningún poder, porque quizás ya lo tienen.”
Y si ya lo tienen, como fue entregado o compartido dicho poder, entonces las cosas pasan al terreno con el que iniciamos esta columna, ¿estamos ante un “golpe de estado”? o ¿simplemente a la transmisión del poder de un civil al ejército?, lo novedosos es que en este caso no hay “sustitución o destitución del gobernante”, más extraño aún, es que el “desmantelamiento de las instituciones” se está dando paulatinamente y por las vías institucionales.
El columnista -no muy apreciado por la cúpula gubernamental- Raymundo Rivapalacio asegura en “Estrictamente Personal” que “Las Fuerzas Armadas sí atraviesan un proceso de desnaturalización. López Obrador quería desaparecerlas antes de asumir la Presidencia, y ahora va por el mismo camino mediante una vía que no quiere ver el general Sandoval: quitándole atribuciones de defensa exterior, y llenándolas de trabajo para que ocupen espacios dentro del gobierno como policías y constructores…”.
Estamos ante un hecho inusitado, un autogolpe institucional con el apoyo de los militares, progresivo y con una amplia base social de apoyo adoctrinada desde el púlpito mañanero, institucionalizado por Morena, su partido de origen y apoyado por partidos aliados con poca representatividad, esto es importante para simular pluralidad.
El terreno está preparado, las circunstancias son aprovechadas cada día, solamente falta el ¿cuándo?