Juárez
La publicación del gasto ejercido en publicidad gubernamental en el gobierno de César Duarte puede quedarse como la mejor fotografía de ese sexenio: El empleo discrecional, indiscriminado, para satisfacer el ego personal, en la búsqueda de la siguiente etapa que el ex mandatario creyó que tenía al alcance de la mano: La silla presidencial.
No es una exageración tal afirmación, durante buenos tramos, sobre todo en los primeros años de su gobierno, en el entorno cercano se sabía de esas pretensiones. A sotto vocce la descartaban, pero indudablemente tenía elementos para asegurar tal cosa, recordemos que hasta espectaculares ordenó colocar en los alrededores de la capital del Estado de México y que frecuentemente se filtraban las informaciones de que “ya pronto, en unas semanas, el presidente Peña lo mandará llamar al gabinete”.
Para ello necesitaba que en la entidad existiera un blindaje informativo que le permitiera enaltecer los logros alcanzados, matizar los yerros y, sobre todo, presumir hasta la saciedad que la seguridad pública alcanzada era, sin duda, la mejor herencia que dejaba a los chihuahuenses, de ahí, sostenía, y los ecos alcanzaban a la absoluta mayoría de los medios de comunicación, infinitos decibeles, la recuperación del empleo en Chihuahua, hasta llegar a niveles no conocidos hasta entonces, no obstante que esos empleos contuviesen lo que tanto se criticó como una de las causas fundamentales en el crecimiento de la delincuencia, los bajísimos nivel salariales.
De ese modo, la mayoría de las verdaderas empresas de comunicación, las que no fueron, ni creadas, ni alentadas para su aparición en ese sexenio, se vieron frente al dilema -cuando estaban en la orientación, la del ejercicio crítico, profesional del periodismo- de someterse a la política de comunicación social del gobierno, o sufrir las consecuencias económicas de tal hecho, en una entidad en la que el sector privado poco le apuesta a la contratación de publicidad.
¿Para qué, pensarán, si casi dos terceras partes de los asalariados ganan hasta 2 salarios mínimos mensualizados, es decir, algo así como 4 mil 300 pesos?
Así, desde el poder se diseñó y se concretó todo un proyecto de comunicación social que es todo un atraco a las finanzas estatales, que muestra a plenitud, con una increíble crudeza, la perversa política de ese gobierno en materia de publicidad gubernamental.
Es la plena discrecionalidad, porque en los recursos entregados a los medios de comunicación (propietarios o reporteros, o ambos) no existen parámetros que le permitan a la ciudadanía esclarecer las razones para saber el porqué a unos medios de comunicación se les entregan unos dineros y a otros cantidades mayores o menores.
No aparecen -y no es de ahora, o solamente en el sexenio anterior- los mecanismos mensurables, cuantificables, que puedan llevarnos al patrón usado por la Coordinación de Comunicación Social para ejercer el presupuesto asignado por el Congreso del Estado año tras año.
La decisión de Javier Corral, de pretender terminar con esa malsana relación y de transparentar el gasto en publicidad gubernamental, debe ser concretada de la mejor manera posible; no puede caer en la máxima del anterior gobierno, no puede “castigar” a sus opositores y “premiar” a sus panegiristas, no podrá actuar como los anteriores gobiernos, en ello va su credibilidad y deberá recordar que a pesar del cerco informativo, del blindaje de la mayoría de los medios de comunicación, la mayoría de los chihuahuenses se opusieron al gobierno de Duarte y a su pretensión de continuar, bajo la candidatura de Enrique Serrano y de todos los candidatos del ballezano.
La derrota que sufrieron no tiene precedente; de nada valieron las millonadas gastadas para enaltecer al gobernante, su fotografía lo hundió.