Chihuahua, Chih.
El acatar “a pie juntillas” el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) desde el 1 de julio de 2020, es una estrategia indeseable y errática en las relaciones económicas, políticas y comerciales de los países miembros; al respecto sobre el vínculo México-Estados Unidos está presenta un comportamiento exacerbado progresivo desde la administración de William Clinton y hasta Joe Biden; el cual está en función de los productos y procesos de las redes de valor que se han diversificado, la innovación y cambio tecnológico; y los efectos de arrastre y expansión de la penetración capitalista; de ahí la pertinencia de corregir el T-MEC y así revertir la orientación inequitativa que hace el Tío Sam hacia el “patio trasero de E.U.”.
Las estructuras económicas internacionales se desenvuelven en los países desarrollados como Estados Unidos con sus instituciones aliadas como el FMI, el BM, la OMC y sus organizaciones adherentes, las cuales hábilmente aceptan las medidas que les convienen y benefician como el libre comercio, la aprobación de sus inversiones y la apertura legal-económica en que estamos inmersos; y donde ellos engañan haciendo creer que son indispensables y benéficos; teniendo como resultados el cubrir sus demandas de bienes y servicios, la aceptación de sus empresas y adquisiciones, recibir un trato igual o preferente en las contrataciones de obras, compras, etc. es decir se está usufructuando a México y sus habitantes y por ello se está desplazando a las empresas domésticas.
Es falso admitir que los tratados de libre comercio sean convenientes para la solución del desarrollo y la pobreza. Asimismo, es falso que el libre comercio sea consustancial a la democracia; entonces la realidad dice que el país más industrializado vende más y con amplio valor agregado al país menos desarrollado y donde se dan compras preferentes a los productos naturales a bajo precio. Resultado exceso de importaciones de productos no indispensables, injerencia en las producciones, empresas y actividades diversas, reducción del circulante que afecta a los productores y prestadores de servicios nacionales y por tanto presenta una balanza de pagos inestable y la salida de divisas.
Asimismo el T-MEC es inconveniente, porque autoriza y alienta las importaciones incluyendo facilidades y compromisos para permitir toda clase de inversiones y la penetración de empresas y organizaciones industriales, comerciales, financieras y de servicios que desplazan a las domésticas y que solo dejan salarios y el mínimo beneficio, al importar insumos para sus empresas situadas en México, las cuales en ocasiones propician el contrabando, ocupan infraestructura y servicios públicos, pagan pocos impuestos y en fin constituyen un eje de escape del patrimonio nacional.
Los tratados incluyen condiciones inadecuadas de inconformidad, sanción y demanda de cumplimiento y defensa, con leyes e intervención arbitral extranjera de la OMC o las instancias del T-MEC que se inclinan en favorecer a los Estados Unidos.
Abundando las empresas transnacionales cuando son arropados por subsidios o apoyos, que por cierto han sido disminuidos por la política de “austeridad republicana” en los distintos sectores del campo y la ciudad y los cuales se inscriben en un punto de subordinación y dependencia sobre los capítulos de tratado (entre otros), de lo agroalimentario, industrial, de minería, lo laboral y los asuntos migratorios.
En este sentido México es una plataforma exportadora de los productos del mercado estadounidense, es decir una concesión que tiene como saldo un costo-beneficio de mayor plusvalía para los procesos productivos de los corporativos y empresas transnacionales.
¡El canto de las sirenas! Dentro las reglas de origen del tratado y en un periodo no más de 4 años un porcentaje de autos deberá ser fabricado por mano de obra que gane al menos 16 dólares por hora en componentes (motores o transmisiones) y con ello tener el beneficio arancelario, al respecto unos empresarios del ramo en el bajío señalan “no nos podemos cambiar a EU ni vamos a subir los salarios a 16 dólares” se va a pagar dicho monto cuando se exporte el motor a Estados Unidos y por ello el precio lo pagará el consumidor.
Aludiendo con neutralidad, existe en México un menor ingreso-salario para una mayoría de trabajadores de las distintas redes de valor domésticas y del cual tienen el agravante que sus medios de vida sustentables proyectados no cubren la expectativa de rentabilidad requerida.
Sobre los primeros, es que coexiste una mayor tajada por capitalización y el plus correspondiente de lo que absorben vía evasión o elusión fiscal para dichos procesos productivos de los corporativos y empresas estadounidenses localizadas en México o las asentadas en el exterior.
Lo anterior en México se instrumenta con programas y estrategias que realizan los empleadores de los diversos sectores de la economía y redes de valor y donde en particular tiene cabida la inversión extranjera injerencista capitalista.
Argumento que refuerza que el país “continue como plataforma exportadora estadounidense”, pero sobre la base de que el capital transnacional y la representación de Estados Unidos del T-MEC puedan conducirse con sociabilidad laboral y con capacidad de entendimiento en el sentido de no agandallar. En este reto es pertinente que los miembros del tratado actualicen su plan estratégico y por ende se permita alcanzar los objetivos y metas previstos.
Respecto a los entuertos para que la Cuarta Transformación se ocupe y preocupe de seguir siendo tapadera de la “migración fronteriza norte-sur” o el admitir “en tragarse el sapo” derivado a la amenaza de subir los aranceles a los bienes y servicios que importamos; se explica que el problema migratorio es un caso “sistémico capitalista” y como tal se deberá buscar salidas asertivas, y no hacer tiempo en banalidades de instrumentar “programas conjuntos de desarrollo”, porque a fin de cuentas los migrantes en el trasiego “pagarán el pato”.
Conclusión, enmendar las políticas lesivas que asientan golpes bajos a cualquiera de los miembros del tratado, es un asunto donde se debe de reconocer que la fuerza de trabajo es el cebo del desarrollo de los procesos productivos y comerciales, y donde los empleadores deberán cumplir con salarios dignos y justos a los trabajadores y asimismo facilitar sus derechos laborales y sindicales.