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España-México: crónica de una ruptura anunciada e inesperada

España-México: crónica de una ruptura anunciada e inesperada 10 de febrero de 2022

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

“Los mexicanos todos somos frutos de la Conquista. Nacimos de la Conquista. Nuestras raíces están en la tierra que habitaron los pueblos aborígenes y en el suelo español. Este hecho domina toda nuestra historia y toda nuestra vida cotidiana. A él debemos lo que somos. A él debemos nuestra alma”: JUSTO SIERRA (1848-1912). Intelectual, ex Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes de México; “Maestro de América”.

El día de ayer, sonó la alarma. Justo cuando una delegación del gobierno de México, recibía a John Kerry (enviado especial para el cambio climático y ex Secretario de los Estados Unidos en el segundo término del gobierno de Barack Obama) y a Ken Salazar (embajador de los Estados Unidos en México), el Presidente López Obrador volvió a estrujar con sus declaraciones contundentes en el podio, tras señalar que debía darse una “pausa” en las relaciones diplomáticas con la Península Ibérica, debido al saqueo que se había producido en la larga noche neoliberal (Víctor Toledo, dixit; la metáfora la completa el escribiente).

Justo cuando parecía haberse dado un punto de inflexión, con la aceptación de Quirino Ordaz Coppel (ex gobernador de Sinaloa) como eventual emisario de México en Madrid, el Presidente volvió a las andadas. Algunos analistas señalan que este hecho no fue fortuito, sino que fue una especie de “caja china” premeditada, para desviar la atención del tema que ha se ha venido comentando desde hace aproximadamente quince días: el de los bienes del hijo de AMLO y su consorte –la dichosa casa gris- que ha puesto en vilo el discurso gubernamental en torno a la austeridad, la corrupción y el conflicto de interés.

Sea como fuere, vuelvo a considerar innecesario echarle sal a una herida que había cicatrizado, por lo menos desde el pasado reciente. 

Si bien, en el siglo XIX, la relación entre el decadente Imperio Español y la naciente República Mexicana fue compleja (hubo el intento de reconquista por parte de Isidro Barradas; así como la amenaza a una invasión tripartita –España, Inglaterra, Francia- en tiempo de Juárez, siendo Manuel Doblado canciller de México), a partir del porfiriato las cosas comenzaron a modificarse. 

Más aún, la aceptada recepción que realizó el gobierno del Gral. Cárdenas de los refugiados provenientes de la España republicana (entre los que destacaban los niños de Morelia e incontables intelectuales de todos los ámbitos como las letras, el derecho y las artes), hizo que entre ambas naciones se produjera una ligazón especial: de hecho se comenta que, luego de Francia –país a donde huyeron algunos españoles republicanos- los otros dos territorios a donde habían acudido los hispanos para buscar refugio eran la Argentina y México, lugares donde fueron recibidos y se integraron pronto a la vida cultural, a la cual contribuyeron a enriquecer.

A pesar del enfriamiento que hubo en la diplomacia una vez que se consolidó la victoria franquista, de 1939 a 1975, una vez que el caudillo pasó a mejor vida y se gestó la célebre transición española, ambos gobiernos tuvieron la voluntad de pasar la página y de volver a relacionarse en los mejores términos. 

De tal suerte que las gestiones de Adolfo Suárez y José López Portillo firmaron la pipa de la paz y, una vez que se logró la virtual concordia, México volvió a tener un embajador en Madrid luego de casi cuarenta años de ausencia. 

No obstante, toda historia tiene claroscuros, pues el individuo que retomó esa labor no fue un diplomático de carrera, sino el ex Presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) quien salió del ostracismo para representar a nuestra nación en el extranjero. Empero, el gusto le duró poco: pues, al poco tiempo, se retiró de sus funciones debido a las protestas que generó su nombramiento (en ese entonces no existía la velocidad ni la contundencia de las redes sociales).

El resto es historia: debido a que la realidad imperante en el siglo XX tardío era el de la propensión y la hegemonía neoliberal, ambos gobiernos siguieron teniendo una buena relación, incluso más allá de ideologías, pues Felipe González llegó a tener un canal de diálogo aceptable con Salinas de Gortari; y Zapatero, con Calderón. Rajoy, incluso, casi recibió con honores a Peña Nieto cuando llegó a la Península Ibérica, debido a que nuestro país salió a mostrarse como salvavidas, justo cuando la “Madre Patria” enfrentaba una situación financiera descollante. Más allá de los claroscuros y las falencias que indudablemente existieron, puede decirse que, durante los sexenios pasados, el diálogo y el intercambio con España había sido constante y preciso.

En este tenor, y visualizando dicha circunstancia, el escribiente pensó que dicha atmósfera prevalecería en los tiempos de la autodenominada “Cuarta Transformación” por una simple razón: si el “obrero socialista” (González) se entendió con Salinas; y Rajoy placeó gratamente a Peña Nieto en suelo español; Pedro Sánchez y Andrés Manuel López Obrador podrían encontrar muchos puntos de encuentro y vasos comunicantes. Máxime, cuando ambos provienen de partidos con ideologías semejantes: el PSOE y MORENA.

Cabe destacar que esta historia comenzó así. Sánchez fue el primer dignatario en visitar Palacio Nacional; y si Rajoy fue benévolo con Peña, Sánchez no desmereció en aplausos y hasta le regaló, al Presidente López Obrador, el acta de su abuelo, un migrante cantábrico que había llegado a suelo mexicano a fines del siglo diecinueve. 

Pero, tiempos después, comenzaron los reclamos. Cuando, en una mañanera, exigió al Reino de España y al Vaticano disculpas por lo acontecido en los tiempos de la Conquista y el Virreinato, no logró sino el desconcierto de sus homólogos españoles; más aun, cuando meses antes habían tenido un buen recibimiento en suelo nacional ¡Y  el propio Rey Felipe asistió a la toma de posesión de López Obrador!

Desde entonces, la relación con España ha sido errática. Con la apertura de la “caja de Pandora” el Presidente López Obrador logró cosechar un pleito donde no lo había; al resucitar heridas del pasado, cuando lo que debemos hacer es mirar hacia el presente. 

Hace días, López Obrador terminó en malos términos con el mandatario panameño, Laurentino Cortizo. Ahora, su ocurrencia hispánica hace que la liga se vuelva a tensar. Ojalá que, por el bien de nuestras naciones, AMLO y Pedro Sánchez puedan sentarse a dialogar, pues, como hemos podido ver, son más los aspectos que nos unifican, con respecto a las diferencias. 

Probablemente algunos corporativos españoles cometieron abusos durante los pasados gobiernos. No lo dudo. Pero, para tales efectos, hay mecanismos y maneras de proceder, y en las relaciones diplomáticas debe hilarse fino y no invocar a las emboscadas verbales en el podio.

Considero que el gobierno federal puede restañar heridas. 

Si logró sentar a dialogar a Ken Salazar y a John Kerry (pesos pesados de la política norteamericana); probablemente Sánchez le conceda audiencia. Aunque hago votos porque se llegue a un acuerdo, creo que al señor Presidente, quien es amante de la historia y las artes, le convendría escuchar con detenimiento, esa gran canción que es “Madrid”, del maestro Agustín Lara. A continuación, cito un fragmento, para la reflexión:

“Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti/Por el sabor que tienen tus verbenas, por tantas cosas buenas que soñamos desde aquí/Y vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina cuando llegues a Madrid.”

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.