El asesinato de nuestro compañero, el reportero Jesús Adrián Rodríguez, de Antena GRD Multimedia, ocurrido en la mañana del sábado 10 de diciembre en la ciudad de Chihuahua, cuando se disponía a salir a su trabajo, deberá ser esclarecido hasta sus últimas consecuencias, con plena transparencia y de la manera más expedita posible.
No deberán dejar lugar a dudas la detención de los responsables, su culpabilidad y los móviles del asesinato, cualesquiera que sean.
Como lo ha sostenido la autoridad, la primera línea de investigación deberá ser la periodística; por supuesto, sin descartar cualquier otra vertiente de investigación, a sabiendas de que nada de lo que arrojen las investigaciones, y hasta la detención de los responsables, materiales e intelectuales, podrá devolvernos a Adrián.
Que lo sepan los asesinos, no debe haber clemencia, sino estrictamente la aplicación de la justicia y de una manera tal que permita abrir los cauces para hacer que hechos tan dolorosos -los homicidios- como el que ahora nos asaltó, disminuyan drásticamente.
Todas las muertes, y más las violentas, son lamentables, pero la de los periodistas son de aquellas en la que morimos todos, como sociedad.
La preservación de la integridad física, y la vida de los periodistas, debe ser prioritario para las sociedades porque quienes pertenecen a este gremio cumplen con una función fundamental, informarles de todos los asuntos y, fundamentalmente, de la “cosa” pública, que acallarlos, por cualquier mecanismo, es agredir al total de la sociedad, porque con ello se pretende, de una manera o de otra, interrumpir la conexión entre los informadores y la sociedad; se pretende evitar que la información llegue a todos, esto, cuando el asesinato obedece a cualquier razón periodística, pero aún obedeciendo a cualquier otro motivo, acudir a método tan violento para dirimir alguna diferencia nunca se justificará.
Por desgracia, miles de chihuahuenses, al acceder a estas reflexiones, podrán, con toda justicia, reclamar el porqué acentuar esta defensa de la integridad y del más puntilloso enojo por la muerte de un reportero. La razón la tienen porque son, ya, decenas de miles de chihuahuenses asesinados en los últimos 9 años (si lo limitamos, sólo, a la más violenta de las rachas homicidas) los cuales, en la mayoría de los casos, merecieron solamente, acaso, unas cuantas líneas en alguno de los medios de comunicación.
Son igualmente lamentables, sólo que los periodistas, en el desempeño de nuestra profesión nos vemos más expuestos a infinidad de riesgos derivados de nuestra labor profesional, de la que algunos puedan sentirse agraviados porque se da a conocer a la sociedad cualquier hecho irregular, de ahí la acentuación en la defensa de la integridad de los reporteros.
Y la autoridad, además de trabajar con celeridad y certeza, deberá sopesar adecuadamente los mensajes que se envían a la sociedad; no podrán ser aquellos que creen, o contribuyan a fomentar la animadversión en contra de los “medios de comunicación”, así, en lo general, ni lanzar descalificaciones en contra de quienes no comparten el rumbo del gobierno estatal en lo general, o en algún asunto en particular. A partir de ahora, por desgracia, luego del asesinato de Adrián Rodríguez, las nuevas autoridades estatales están obligadas a sopesar adecuadamente sus posturas en este tema.
Por otro lado, deberemos asentar que casi la mitad de los homicidios cometidos en Chihuahua a lo largo de una década, de acuerdo con la información proporcionada por la autoridad, no tiene relación con el crimen organizado.
Es terrible, quiere decir que un buen número de chihuahuenses recurre al más violento de los métodos para dirimir sus diferencias, es el salvajismo puro. Deberemos cambiar, todos, para atacar las causas de tan espeluznante realidad.
Sirvan de referencia las tasas de homicidios de otros países, o de otras entidades de México, con las de Chihuahua.
Estados Unidos, con toda la industria del entretenimiento volcada a exhibir la parte violenta de ese país, sólo tiene una tasa de 5 homicidios por cada 100 mil habitantes, muy por encima de Canadá con solamente el 0.3%.
Nada de eso se compara con Chihuahua, en el que, con toda seguridad, alcanzaremos, al terminar el año, tasas por encima de los 30 homicidios por cada 100 mil habitantes.